¿Un segundo frente en el Cáucaso?

Varios medios independientes rusos informan de las crecientes presiones que reciben los funcionarios y trabajadores de las empresas estatales rusas para que entreguen sus pasaportes a los servicios de seguridad para asegurarse de que no puedan huir del país, unas restricciones que hasta hace poco sólo se aplicaba a los altos cargos con acceso a los secretos de Estado. Unas restricciones, por otra parte, absurdas pues a efectos prácticos es cada vez más difícil salir del país.

“Apenas hay dólares en los bancos”, explica Ksenia desde Kazán. Para ella esto representa un grave problema a la hora de enviar dinero a su hijo que logró salir del país para estudiar idiomas en Ankara y, de paso, huir de un posible reclutamiento. Explica que esta escasez «también quiere decir que la gente no puede viajar al extranjero, pues ningún país quiere rublos, el único lugar que los acepta es Georgia».

Es en esta decisión de aceptar la divisa rusa en la que reside el secreto del boom económico que vive el país. Georgia es uno de los pocos países que han resultado beneficiados de la guerra de Ucrania, con un crecimiento que el pasado año superó el 10% gracias en buena parte al dinero que han llevado los cerca de 112.000 expatriados de la Federación Rusa que acogió sólo en 2022 y que llegaron atraídos, también, por una política migratoria que permite a los extranjeros vivir, trabajar o establecer un negocio sin necesidad de visado.

Para el gobierno georgiano el problema es que el país se ha convertido en una madriguera de opositores al régimen de Putin y que su población se divide entre los que anhelan una difícil integración en la Unión Europea y los que todavía añoran la antigua URSS. Y esto en una situación con ciertas similitudes con la Ucrania de antes de la invasión de hace un año, con dos territorios, Abjasia y Osetia del Sur, independientes de facto gracias al apoyo ruso, que de hecho se tradujo en una guerra de un par de días en agosto del 2008. Desde entonces Georgia bascula entre cierta vocación europeísta y la necesidad práctica de no convertirse en una molestia para su molesto vecino ruso. Un juego de equilibrios que a veces se traduce en cosas como la llamada «Ley rusa», que permitía considerar como «agentes extranjeros» aquellos medios de comunicación y ONGs financiados en más de un 20% con recursos provenientes de fuera del país. Estas organizaciones tendrían que afrontar inspecciones fiscales especiales.

Para los grupos europeístas esta norma era una provocación que les alejaba de la Unión Europea, de ahí que salieran a la calle hasta conseguir su retirada. Para los que añoran la URSS, que sin llegar a ser prorusos, sienten una gran desconfianza hacia Occidente, la norma era sólo una medida destinada a evitar qué dinero sucio acabara corrompiendo al país. “Ya nos pasó una vez cuando Mijaíl Saakashvili era presidente”, explica Nino, una profesora de universidad de Tblissi: “el dinero que venía del extranjero acabó por pudrir el gobierno y, tras él, a todo el país”.

Saakashvili y buena parte de sus ministros huyeron tras la guerra con Rusia del 2008. Pasado un tiempo, el expresidente georgiano reapareció en Ucrania como gobernador de la provincia de Odessa. Hoy Saakashvili lidera el Movimiento Nacional Unido, que es el partido que promovió las manifestaciones contra la Ley rusa. Sus antecedentes y su aventura ucraniana despiertan todas sus suspicacias.

“Aquí hay muchos opositores rusos, pero también muchos refugiados y agentes ucranianos que, junto con Estados Unidos, quieren desestabilizar el país”, explica Nino, “quieren aprovechar el conflicto latente por Abjasia y Osetia para arrastrarnos a una nueva guerra con Rusia para intentar reconquistar estos territorios, una guerra que debería servir para abrir un segundo frente bélico que obligara a Rusia a repartir sus efectivos entre dos escenarios distintos”.

Las palabras de Nino coinciden, punto por punto, con las del primer ministro de su país, Irakli Garibasvili, quien hace unas semanas destacaba como uno de sus grandes éxitos haber sorteado hasta ahora el peligro de entrar en conflicto con Rusia tras la invasión de febrero de 2022, “pese a los intentos de varios países de arrastrarnos a la guerra, intentos que todavía siguen. Desgraciadamente, hemos podido escuchar declaraciones directas de responsables ucranianos en este sentido y hemos vivido provocaciones como el regreso de Saakashvili a nuestro país”.

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