La vergüenza de la Lista Roja

Integrada en la federación Europa Nostra -que preside la brillantísima mezzosoprano italiana Cecilia Bartoli- y que tiene presencia en más de 50 países, la entidad Hispania Nostra se dedica a la promoción de la protección del patrimonio arquitectónico histórico en el territorio de España. Una de las acciones que realiza Hispania Nostra es la elaboración de la Lista Roja, donde se recogen, a partir de las denuncias que reciben, los vestigios de valor arqueológico que restan hoy abandonados y en proceso de degradación irreversible, con el objetivo de promover su rehabilitación, con fondos públicos y privados.

En Cataluña, la Lista Roja de Hispania Nostra recoge unos cuarenta casos de patrimonio histórico que está en peligro de destrucción, por falta de cuidados: la villa romana de los Tolegassos, en Viladamat (Alt Empordà); la encomienda templaria de Selma, en Aiguamúrcia (Alt Camp); los castillos medievales de Granera (Moianès), Vila-romà, en Palamós (Baix Empordà), Montagut, en Sant Julià de Ramis (Gironès), el castillo y la iglesia de Santa Maria, en Castelló de Farfanya (Noguera), el monasterio de Santa Maria de Escarp, en Massalcoreig (Segrià), la iglesia de Santa Maria de Santa Perpètua de Gaià, en Pontils (Conca de Barberà) y un largo y dolorosísimo etcétera.

Esta lista no es, ni mucho menos, exhaustiva. Hay que añadir los numerosísimos restos de civilizaciones pasadas -en especial, íberas, romanas…- que están enterradas, pero perfectamente localizadas desde hace años y que esperan que se hagan trabajos de recuperación arqueológica para que puedan emerger de nuevo; o los monumentos megalíticos que hay diseminados, sin protección, por nuestras montañas.

Tenemos la Generalitat restablecida desde hace 45 años, con la conselleria de Cultura y el servicio de Arqueología; tenemos las cuatro diputaciones provinciales, creadas por las Cortes de Cádiz, en 1812, y, a partir del 1987, tenemos los consejos comarcales, instituciones todas ellas con departamentos y presupuestos dedicados a cultura. Tenemos una rica red de fundaciones y de mecenas que, bien asesorados y acompañados, podrían invertir en la restauración del patrimonio histórico abandonado.

Si Cataluña tiene que ser, antes que nada tenemos que preservar y honrar la memoria del pasado. Ya denuncié desde esta tribuna el caso demencial de la gran villa romana del Roser, en Calella (Maresme), que ha quedado mutilada y escondida por la construcción de un supermercado de la cadena alemana Aldi, a pesar de las protestas vecinales… y con el visto bueno del departamento de Cultura de la Generalitat (!).

Ahora, está en peligro el poblado ibérico del Turó de Can Boscà, en Badalona. La Sareb promueve en la zona unos bloques de viviendas y se ha previsto una nueva carretera de conexión que, si se acaba ejecutando, se cargará este importantísimo núcleo arqueológico de la sierra de Marina. ¿Nos hemos vuelto locos? ¿Cómo puede ser que ocurran todavía cosas como éstas en la Cataluña del siglo XXI?

La Lista Roja de la entidad Hispania Nostra y, en general, la protección de todo el patrimonio que historiadores y arqueólogos consideran intocable, tendrían que convertirse en la hoja de ruta de las instituciones y de la sociedad civil catalana para emprender, a continuación, su salvaguardia y restauración. El patriotismo se demuestra con amor, con dinero y con trabajo.

El presidente Pere Aragonès, si realmente quiere hacerse escuchar y querer por los catalanes, tendría que anunciar y emprender un plan relámpago para detener la degradación de estos monumentos e impedir que proyectos devastadores como el Aldi de Calella o la carretera de Badalona acaben consumándose. Además de crear puestos de trabajo, la recuperación del patrimonio arqueológico es un símbolo de responsabilidad y de autoestima colectiva.

Está muy bien y aplaudo que la Generalitat invierta y focalice esfuerzos en la recuperación de la Memoria Histórica de la Guerra Civil y, en especial, en la recuperación e identificación de los cuerpos de combatientes enterrados en fosas comunes para retornarlos a sus familiares. Pero la Memoria Histórica de Cataluña alcanza miles de años y merece una atención y dedicación prioritaria.

En este sentido, encuentro especialmente escandaloso que continúe, día y noche, la destrucción del gran jardín mesozoico que los paleontólogos han delimitado en las comarcas del Vallès, Anoia y Penedès y que es considerado el más importante y valioso de Europa. En esta zona, por ejemplo, se encontraron los restos de los homínidos Pau y Laia, que han sido bautizados como “los primeros catalanes”.

Pues bien, en medio de este riquísimo “jardín de las delicias” de los paleontólogos se ha implantado, desde hace años, el vertedero de residuos de Can Mata, el más grande de Cataluña, que no para de crecer, ante la indignación y la impotencia de los vecinos. La comunidad científica internacional está alucinada ante este increíble sacrilegio, inconcebible en cualquier otro país europeo y que, además, solo beneficia a la empresa que gestiona el vertedero: Cespa, filial de Ferrovial, la empresa del 4% del caso Palau de la Música. Catalunya es así…


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