Las peores expectativas se han cumplido en el caso de Gavi, que fue inscrito como jugador del primer equipo por una medida cautelar forzada desde la astucia legal de Laporta para que LaLiga admitiera la ficha antes del 31 de enero. Laporta sabía de sobras que aquella era una estrategia que no serviría para engañar a LaLiga, porque el Barça no había resuelto las cuestiones de margen salarial que tanto le atormentan ni tampoco le había expuesto un plan de reducción de los sueldos de los futbolistas, ampliamente excedido, aunque no tanto por el volumen como por la falta de ingresos, que siguen estando lejos de los niveles prepandemia.
De los grandes clubs europeos, el Barça es el único que ha sufrido un retroceso en esta área de recursos, motivo por el cual hoy no está inscrito Gavi con ficha del primer equipo -puede seguir jugando con la del filial si el propio equipo legal no comete otra torpeza-, tampoco la ampliación de contrato de Araujo ni la renovación de Marcos Alonso, por no hablar de la mejora de contrato de Balde, peligrosamente pendientes.
Laporta estaba obligado, como rezaba el contrato privado con Gavi, a inscribirlo en la ventana del mercado de invierno. Al no disponer de margen salarial, lo que hizo fue acudir a un juzgado mercantil con el ruego de medidas cautelares que obligaran a LaLiga a darle el alta en base a que, si no se tramitaba, el futbolista volvía a estar sujeto a su contrato anterior y, por tanto, a quedar libre a final de temporada o traspasable por 50 millones. El juez compró inicialmente el argumento del Barça, concediendo esa cautelar porque el daño sería “irreparable”.
La reacción de LaLiga fue la de acatar esa medida, condicionada a que el Barça presentara ante dicho juzgado una demanda razonada contra la negativa del organismo de Javier Tebas a no procesar su ficha del primer equipo por falta de margen salarial e incumplimiento de la normativa de control aprobada por los propios clubs.
En realidad, Laporta sabía que no tenía ninguna posibilidad de defender esa postura, pero al menos había ganado tiempo y evitado una cláusula del contrato de Gavi sobre si el club lo inscribió, o no, dentro de plazo. Hoy LaLiga lo ha desinscrito mientras la junta azulgrana dice que esa resolución ahora anulada no es firme todavía. Está claro que no lo es y no lo es en la misma medida que la cautelar, un argumento risible, aunque menos que la razón por la que el mismo juez ha revocado sus propias medidas cautelares: porque el FC Barcelona resulta que no la presentó dentro de los veinte días preceptivos, o sea fuera de plazo.
Una situación ridícula para los servicios jurídicos de Laporta, bajo la dirección de su amigo Pere Lluís Mellado, protagonista de no pocos desaguisados desde que ocupa ese cargo.
¿Cabe, sin embargo, que éste fuera un error calculadamente cometido para empantanar el proceso y provocar un estado de confusión con alevosía y premeditación?
Todo es posible en una presidencia que sigue sin dar la cara en el caso Negreira y echando leña al fuego sobre una conspiración: “Tengo muchas ganas de enfrentarme a los sinvergüenzas que manchan nuestro escudo. Hay unos ataques feroces para ensuciar nuestro escudo, que no tienen nada que ver con la realidad. Algunos, motivados por la envidia, intentan erosionar nuestra reputación con campañas hechas desde la mala fe», dejó dicho, sin decir nada ni dar las explicaciones que cada vez exigen más socios, que empiezan a no entender nada, absolutamente nada, de lo que pasa mientras el Barça se ve cada vez más envuelto en un drama que no se soluciona con victimismos.
Presentar una demanda fuera de plazo y perder a un futbolista como Gavi por otra chapuza jurídica propia no sería precisamente el resultado de una conspiración cuando Laporta ha ingresado 840 millones de beneficios limpios en palancas.
