¿Qué te parecería que él te lo hiciese a ti?

Me gustaría saber que responderían los políticos actuales a esta pregunta que con frecuencia hacemos a los niños pequeños: ¿Que te parecería que él te lo hiciese a ti? El espectáculo que actualmente están dando nuestros políticos aparte de ser deprimente, no hace más que retrasar sine die la solución a los numerosos problemas que tiene nuestra sociedad. Tengo la impresión de que la política hoy es una suerte de opereta permanente que básicamente consiste en insultos, descalificaciones, argumentaciones parciales, no querer reconocer las dificultades o las ventajas de las decisiones de gobierno y sobre todo descalificar sin reconocer nunca (o casi nunca) el mayor o menor acierto de las medidas del que intenta gobernar.

Da la impresión de que hoy, la racionalidad es una herramienta proscrita y que los únicos valores a exhibir son los emocionales que se defienden eludiendo la racionalidad e insultando o actuando de manera deshonesta cuando no flagrantemente inmoral. Parece que para nuestros políticos la racionalidad ya no es una herramienta que nos permite perseguir y alcanzar nuestros objetivos en la vida. Parece como si se negase a la racionalidad la capacidad para ayudarnos a priorizar nuestros objetivos y comparar los beneficios e inconvenientes a corto, medio y largo plazo.

Es por todo ello que considero obligado incrustar la racionalidad en las Instituciones y en las mentes de los políticos democráticamente elegidos. Cuando nuestras reglas nos obligan a ser razonables, nuestra vida es mucho mejor y más justa. Aprovecho la ocasión para recomendar (lamentablemente no les puedo obligar) a que los políticos de nuestras Instituciones lean con detenimiento el libro “Racionalidad”. En él, su autor Steven Pinker (profesor de Psicología en la Universidad de Harvard y reconocido y galardonado escritor) explora la facultad que nos diferencia de otras especies: la razón. La capacidad de pensar racionalmente impulsa el progreso individual y social. Nos permite alcanzar nuestros objetivos y crear un mundo más justo. Pero la racionalidad no es solo algo que nos beneficia como individuos, también sustenta nuestras mejores instituciones.

En Cataluña, los nacionalistas independentistas sirven a grandes cucharadas la pócima del instinto de grupalidad y las emociones identitarias a sus feligreses. El independentismo catalán puede ganar feroces adeptos, aspirantes a héroes que se recompensan con una grandeza que, según ellos, los no independentistas han frustrado por las pérfidas maquinaciones de un enemigo interno y externo, hacia el que dirigen su resentimiento. Sin embargo, ¿qué les parecería que les hiciesen a ellos lo que están haciendo con los que no somos independentistas? Desde luego nuestros políticos independentistas no paran de hacer lo que a ellos ni les gustaría ni permitirían que les hiciesen.

(Visited 182 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

HOY DESTACAMOS

Deja un comentario