Negreira, Contreras y Gaspart, en el origen de la conjura de los necios

El caso de los pagos al ex-árbitro nace de una especie de ‘impuesto revolucionario’ promovido y participado por ex-directivos del Barça, en connivencia con Negreira y la vista gorda de Villar

El caso Negreira amenaza con desestabilizar la actualidad azulgrana durante días, semanas y meses, a menos que la promesa de Joan Laporta de comparecer ante los medios con un documentado informe sobre los pagos a la familia Negreira, padre e hijo, esclarezca del todos los hechos y, sobre todo, la finalidad de ir engordando la cuenta de un personaje como Enrique Negreira, que ya aparece como el protagonista clave, oscuro, polémico y verdaderamente conflictivo de la historia.

Por empezar por el final, el propio ex-colegiado y ex-miembro del Comité Técnico de Árbitros, órgano de relativa, por no decir nula influencia en la dinámica de las actuaciones arbitrales, rebelándose con un amenazador burofax contra el presidente Josep Maria Bartomeu cuando su administración, en un reajuste de gastos, decidió dejar de externalizar un servicio de asesoría arbitral que, en un principio, se abonaba a la empresa DASNIL 95 del hijo de José Luis Enríquez Negreira, Javier Enríquez.

La reacción del padre, que ha aparecido como socio mayoritario de DASNIL 95, fue la de enseñar los dientes al presidente del FC Barcelona y comprometerlo con revelar un escándalo interno si no se le respetaba, al menos, el contrato hasta final de temporada por un importe superior al medio millón de euros.

Las trazas del caso sugieren que entre Enríquez Negreira y otro personaje tenebroso del entorno azulgrana, Josep Contreras, consiguieron convencer en su día a Joan Gaspart para establecer un                                       acuerdo con la empresa del hijo del colegiado, que tras colgar el silbato entró a formar parte del Comité Técnico de Árbitros, en teoría para realizar informes técnicos sobre los arbitrajes para el primer equipo y el filial.

Con el tiempo, sin embargo, la apariencia es que además de retribuir ese trabajo real de asesoría de instrucción sobre arbitrajes, habitual en los equipos profesionales, también se pagaba una especie de “impuesto revolucionario” al estamento arbitral con la finalidad, según ha declarado Enríquez Negreira y según también la justificación y el relato que ambos personajes, el ex-árbitro y el ex-directivo de la Federació Catalana, Josep Contreras, de “no salir más perjudicado” desde el punto de vista arbitral, un argumento con el que presionaron a las sucesivas directivas de Gaspart, Laporta, Rosell y Bartomeu.

Sobre este aspecto, Josep Maria Bartomeu, que cortó el servicio en 2018, ha asegurado desconocer si la facturas servían para algo más y ha admitido que recibió las presiones y el intento de chantaje de Negreira en forma de burofax que fue trasladado a los servicios jurídicos del club por si correspondía adoptar medidas legales.

También ha explicado Bartomeu que no tuvo más noticias al respecto de una extorsión que, por lo que ha trascendido, se centraba en airear los pagos que realizaba el Barça a la constructora Tresep 2014, SL de Josep Contreras, al parecer con idéntico propósito de compensar la tendencia del arbitraje a favorecer al Real Madrid.

Josep Contreras, que falleció el mes de diciembre pasado, estuvo efectivamente relacionado con prácticas opacas y sospechosas desde que, como directivo de la Federació Catalana, consiguió tener cierta ascendencia sobre el exn-presidente Ángel María Villar de la Federación Española y utilizar esta relación para convencer a la junta directiva de turno de que con una cantidad determinada de dinero los árbitros podían controlarse o cuando menos equilibrarse.

Ángel Villar podría haber protegido a Josep Contreras en virtud de su amistad y estrecha colaboración en el ámbito federativo en relación con el Barça, del mismo modo que Contreras participó activamente en el manejo y desvío de dinero de la Federació Catalana y de la Mutualidad de futbolistas durante el mandato de Andreu Subies, acusado de beneficiarse de esos fondos con los que a través de Contreras, empresario de la construcción, se financiaron obras en su domicilio particular y en la remodelación del restaurante propiedad de su esposa.

En una pieza separada del caso Soule, que acabó con el cese de Villar en la RFEF, tanto Andreu Subies como Josep Contreras han sido investigados por al menos media docena de delitos por esos tejemanejes. Concretamente, Josep Conteras admitió haber realizado y cobrado las obras sin emitir facturas, recibos ni el correspondiente control contable de un escándalo que, inevitablemente, acabó arrastrando a Andreu Subies al poco de ser elegido por Luis Rubiales como vicepresidente económico de la Federación Española.

Josep Contreras nunca llegó a ser directivo del FC Barcelona, aunque sí formó parte intermitentemente y de forma más aparente que efectiva de la comisión social del Barça Atletic, un cargo menor e irrelevante que le permitía dejarse ver por las instalaciones del club y conseguir contratos, por más de 700.000 euros, de más que dudosa transparencia y ética, teniendo en cuenta su vinculación con el club como pseudodirectivo de segunda o tercera fila.

Íntimo colaborador de Villar y de Negreira, pero sobre todo mano negra de Joan Gaspary en la época que también figuraba como vicepresidente de la Federación Española, entre ellos se gestó esa conexión que, tristemente, había de servir para equilibrar el talante ‘madridista’ o centralista del colectivo arbitral.

Cuando más avanza la investigación periodística, con mayor claridad se adivinan indicios de participación de esta pequeña banda de personajes, integrada por Villar, Gaspart, Negreira y Contreras, que se habrían aprovechado de sus cargos, posición y teórica influencia para acabar recibiendo, a lo largo de los años, un goteo de retribuciones desde el Barça, una parte justificada por los servicios de Javier Enríquez, el hijo del ex-vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros, que sumados superan los seis millones desde 2001, cuando empezó todo.

Laporta no supo enfrentarse a la explosión del caso, en vísperas del Barça-Manchester United de Europe League, echó gasolina al fuego, admitió los pagos e intentó defender su utilidad para replegarse y prometer dar explicaciones cuando se haya realizado una investigación interna que, sin duda, será dolorosa y mediáticamente ensordecedora, sobre todo por el ruido que provocará en Madrid, donde ya se sugiere que el mejor Barça de todos los tiempos habría amañado los títulos.

Nadie puede creerse ese relato, pero Laporta sabe que este escándalo salpicará la imagen del Barça y puede que, desde el ámbito penal, el club acabe recibiendo un castigo que el poderoso madridismo y las cloacas del estado, también en el fútbol, son capaces de impulsar.

Sandro Rosell no se ha manifestado y Joan Gaspart, el ‘pequeño Nicolás’ de toda esta trama, va gritando por los medios que el Barça nunca ha cometido ninguna irregularidad al mismo tiempo que cuando le preguntan en concreto por el origen de esas facturas desde 2001 responde que él no se acuerda de nada.

El problema es que los rastros dejados por el propio Enríquez Negreira, que no liquidaba el IVA ni la renta y además dejaba por escrito y detalladamente su plan de chantaje al Barça, son una chapuza y la cómica visualización de esta conjura de los más necios del lugar.

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