La excepción sabadellense

Hace unos diez años, el periodista Plàcid García-Planas resumía en una frase la personalidad de los sabadellenses: “somos raros”, afirmó. Me imagino que se refería a su conjunto, a la política, a los movimientos vecinales, a la relación entre sus ciudadanos. Mucho me temo que sigue siendo así, porque esa “rareza” viene determinada, y mucho, por los representantes políticos de una de las ciudades más importantes de Cataluña.

Para mis lectores más jóvenes, hay que recordar que, con el advenimiento de la democracia, Sabadell tuvo uno de los alcaldes más queridos y más emblemáticos, Antoni Farrés, del PSUC. Su silueta domina uno de los puntos más altos del Parc Catalunya, uno de sus logros más importantes. Si bien es verdad que estaba casi todo por hacer en una ciudad donde las carencias en infraestructuras, especialmente en los barrios, eran escandalosas, Toni Farrés supo hacer confluir sensibilidades diferentes, en un esfuerzo por recuperar aquel sabadellenquisme de principios de siglo XX. Como buen exponente de la izquierda, pactó en la primera legislatura con el PSC local, apartándolo después de que llegaran sucesivas mayorías absolutas.

Su retirada, fruto de una frustración personal en la que confesó su “desubicación”, supuso la llegada de Manuel Bustos. Su recorrido político finaliza en la cárcel. Bustos y su PSC pactaron desde el primer momento con la derecha nacionalista catalana. Es quizás una de las anomalías políticas más relevantes, pero también más ocultadas. Mientras los socialistas se unían a la izquierda de ICV en toda el área metropolitana de Barcelona, el PSC de Sabadell y Manuel Bustos siempre prefirieron escorarse a la derecha, con intereses nada claros.

El caso Mercurio, o lo que es lo mismo, la imputación de miembros del PSC local, empresarios, exconcejales y funcionarios en 2012, en un flagrante asunto de corrupción, supuso también la caída en desgracia de Manuel Bustos, y hundió al PSC de Sabadell en las elecciones de 2015, pasando de 13 a 5 concejales. Aunque el PSC, en aquel momento dirigido por Miquel Iceta, estaba al corriente de las actividades de Manuel Bustos, nunca hizo nada.

Esta coyuntura surgida de las urnas en 2015 logró conformar una mayoría alternativa de cuatro partidos que podía propiciar un cambio de actitudes, una limpieza que abriera ventanas y limpiara la suciedad acumulada. No fue así. Los egos, otra de las características sabadellenses, destrozaron cualquier atisbo de regeneración democrática y los ciudadanos volvieron a confiar en el PSC, mejor dicho, en Marta Farrés, una militante que mostró sus apoyos a Manuel Bustos en todo momento, pero especialmente cuando miembros de la policía accedieron al ayuntamiento en busca de documentos comprometedores después de dos años de escuchas telefónicas. Marta Farrés supo aprovecharse bien de su apellido confundiendo a parte del electorado, creyendo que era familiar de Toni Farrés. Nunca denunció públicamente las prácticas de Manuel Bustos y no se posicionó cuando hubo que ratificar su ingreso en prisión en una sesión del pleno del ayuntamiento, una abstención en la que tuvo la oportunidad de pasar página y que, claramente, desaprovechó.

Marta Farrés accedió a la alcaldía en 2019 con los votos de Junts y una concejala de Podemos, expulsada del partido en julio de 2021: Marta Morell. Cabe resaltar que la contrapartida para lograr la tranquilidad en el cargo fue, y lo son todavía, la creación de dos comisionados para Junts, con sueldos cercanos a los 60.000 euros anuales, así como la tenencia de alcaldesa para Morell y un cargo para su pareja en la Diputación, también con esas nóminas desorbitadas. Cuatro concejales indispensables que participan de esa propaganda que se ha instalado desde hace casi cuatro años en Sabadell, pero de dudosa efectividad real. Y ahí radica el peligro de un enquistamiento político que recuerda mucho al bustismo. De hecho, analistas locales lo denominan ya neobustismo, una compra de voluntades y un silencio de entidades y particulares donde la discrepancia ha sido aniquilada. Una prueba evidente de este estilo es el nombramiento de un destacado concejal de la época más dura de Manuel Bustos, Ramón Burgués, al frente de la Fundación Obra Social SMATSA, la empresa adjudicataria del servicio de limpiezas de Sabadell, con el objetivo de “apoyar iniciativas en el ámbito social, cultural-educativo y deportivo de las entidades de la ciudad de Sabadell”. La oposición ya lo percibe como otro espacio de desvío de dinero a “entidades amigas”.

Pero hay más. Hace tan solo unos días, Marta Farrés dio un paso más en su caminar hacia la presión y la eliminación de cualquier disidencia, llevando ante los tribunales a la portavoz de la Crida (la CUP local), Nani Valero, por pedir en una tertulia en Radio Sabadell explicaciones y responsabilidades a Farrés por la muerte de un trabajador de la compañía de aguas (CASSA) el pasado verano en Tolrà, Lleida. A la denuncia presentada por “daños al honor”, la formación sabadellense ha declarado que no se presentará. Muy al contrario, seguirán pidiendo explicaciones para que se sepa la verdad de lo que pasó, criticando “la judicialización” de la política de los socialistas.

A todo esto, se suma que, gran parte de las entidades y asociaciones de vecinos, han sido okupadas por miembros del PSC local, en un claro intento de dominarlo todo y de acallar las posibles divergencias. Todo atado y bien atado. Una falta de control de la actividad municipal que se basa, también, en las dificultades que tiene la oposición para acceder a determinados documentos. En definitiva, la instalación de mecanismos de “inspección” para dar con aquellos y aquellas que se atreven a salirse del discurso marcado por la alcaldesa.

“En Sabadell hay miedo”, afirman algunos miembros de entidades. Otros se inclinan más hacia un pasotismo en vistas de la falta de alternativas o por el temor a quedarse solos ante el peligro o directamente sin subvenciones. La ciudad parece instalarse de nuevo el fantasma de los aduladores y de los pelotas que aplauden un discurso oficial, impuesto, aunque la realidad sea otra.  Mientras, los barrios observan atónitos como Marta Farrés apoya un proyecto faraónico en forma de piscina de olas (SurfCity), que no va a aportar ningún beneficio a la ciudad y sí que puede perjudicar y mucho a un espacio siempre delicado como es el Río Ripoll.

La solución para muchos es la abstención en las próximas elecciones municipales. Para otros es desenmascarar a una política que no para de hacerse fotos y colgar vídeos en redes sociales y que ha abrazado el populismo de Manuel Bustos.

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1 comentario en «La excepción sabadellense»

  1. Su us plau…NO MENTEIXI…JUNTS NO VA FER ALCALDESA A LA VIOLENTA DEL 155 MARTA FARRÉS…NO LI CALIA…MENTIR JOSEP, DESACREDITA A EL TRIANGLE I A TU MATEIX

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