«Necesitamos una reforma profunda de la justicia española»

Entrevista a Xavier Muñoz i Puiggròs

Abogado de la Generalitat de Cataluña y escritor. Fue director general de Justicia en el gobierno Tripartito de Pasqual Maragall. Ha publicado “Alice”. La historia social y familiar de una peculiar doctora humanista en el Cambridge de inicios del siglo XX. Ahora, sale a las librerías “La seducció del canvi”. 

 

¿La seducción (del cambio) como motor del mundo, según dice el sociólogo francés Gilles Lipovetsky?

El cambio que encabezó Pasqual Maragall en la Generalitat fue para mí importante, después de 23 años de gobierno monocolor, patrimonialista de la catalanidad y de derechas, como fue el de Pujol. El movimiento en torno a Pasqual Maragall supuso un cambio. Se demostró que el catalanismo no es patrimonio de la derecha convergente, sino de todos. Que también hay una opción catalanista de izquierdas, que es tan catalanista como la anterior, o más. El catalanismo siempre está ligado a las políticas sociales, porque es la forma de pensar del pueblo de Cataluña. El cambio es, en fin, el movimiento que Maragall lidera, y que a mí me seduce porque me encuentro identificado con esta alternativa de gobierno que, más allá, representa una fórmula nueva del catalanismo.

El Pacto de Tinell fue, digamos, la incubadora del Tripartito ¿Cómo se entiende y explica en su libro?

El libro no pretende ser algo académico de todo un momento histórico como fue aquel. Es algo más de memoria personal. Pero si cabe decir que el Pacto de Tinell representa un acuerdo importante de las izquierdas de este país para hacer un gobierno distinto a lo que habían significado los 23 años de Convergencia, que se habían distinguido básicamente por una política muy personalista de Jordi Pujol. Y, sobre todo, por una política de improvisación, del “peix al cove”, que se decía. Precisamente lo que hicieron los partidos progresistas de Iniciativa, Esquerra Republicana y el Partido Socialista-Ciutadans pel Canvi, era un programa serio, de objetivos claros. Esto es algo importante, que se distingue de lo que había habido hasta entonces. Plantea cuestiones nuevas en todos los ámbitos: Sanidad, Educación, Investigación, Tecnologías, Infraestructuras… Una política, en fin, más social. Todo esto recoge el Pacto de Tinell, de modo sistemático, con la voluntad de ir haciendo camino. Es un programa muy profundo, y muy detallado. 

¿A qué se puede achacar entonces la llamativa demonización que se ha hecho del Tripartito?

Aquí tenemos que acudir a la particular manera que algunos medios de comunicación tienen de explicar una determinada situación. Muchas veces, se demonizan determinadas situaciones políticas, sobre todo si no son del Establishment; son rompedoras, alternativas, progresistas… Algunos medios de comunicación, que están en manos de una derecha más conservadora, pueden llegar a controvertir algunas políticas, sin que realmente exista detrás ningún objetivo. Sin comparar el Tripartito de Maragall con el gobierno de Ada Colau, me da la sensación de que en ambos casos pasa algo de lo mismo. Cundo se demonizan las cosas, la gente habla de ellas como de algo negativo sin conocer muchas veces de qué se habla. Es cierto que Convergencia, que tenía todo el establishment a su lado, político, económico, periodístico…, no podía soportar que alguien rompiera con aquélla patrimonialización del catalanismo y el gobierno de la Generalitat, he hizo un ataque durísimo. También es cierto que la política del Tripartito, sin experiencia en este tipo de gobernanza, pudo crear también problemas, que podían ser atractivos para una crítica fácil y superficial. 

Y ahora, los hechos parecen empeñarse en poner de manifiesto que, de algún modo, roto el frente nacionalista catalán, la política vuelve a aquel Tripartito…

No me gusta la palabra nacionalista. La utiliza mucho el PP, pero no hay nadie más nacionalista que ellos. Yo siempre he hablado de catalanismo, que no es patrimonio de nadie, sino de todos los que vivimos en este país y tenemos un respeto a la cultura y a nuestra idiosincrasia política e histórica. Y, sobre todo, que pensamos en un futuro de mejora de la situación de los ciudadanos. Hay una opinión de Suso del Toro sobre el Tripartido, que me gusta mucho, y que viene a decir que tan nacionalistas lo son los unos como los otros, a diferencia de lo nacional, que es algo de todos. Mi libro no habla del “Procés”, pero lo cierto es que, una vez fracasado, se tiene que pensar en nuevas formas, en como solventar el problema histórico de Cataluña, que existe. Cataluña es un país de pacto y tiene que pactar gente que piensa distinto en cosas y muy igual en otras. Y, ciertamente, los antiguos miembros del Tripartido piensan muy igual en cuestiones de sociedad, cultura. Curiosamente, este libro, que está pensado en clave histórica, resulta que, al final, vuelve a ser de actualidad.

¿Ahora, con la publicación de “La burguesía catalana”, de Manel Pérez, sería oportuno preguntarse cómo fue la relación del dinero con el Tripartito?

No es algo con lo que he estado familiarizado, pero si puedo decir que, desde mi pequeña escala, si pude ver que existía, por ejemplo, la práctica de los regalos, más allá del 3%, que es algo público y conocidísimo. De todos modos, no existió ningún tipo de denuncia por corrupción o malversación durante el Tripartido. Lo que sí es interesante es la fórmula que Pasqual Maragall había ideado cuando fue alcalde de Barcelona que, básicamente, consistió en hacer acuerdos con el sector privado, que dio muy buen resultado. El sector privado es importante en el desarrollo de la economía del país, pero debe hacerlo siempre bajo el control y la mejor sintonía con lo público.

A vista de pájaro, puede sorprender la llamada “judicialización” de la política catalana ¿Dónde habría que buscar el origen y metamorfosis del fenómeno? 

El problema no son los abogados. Son los jueces. Llevo en la Generalitat casi 40 años, y puedo decir que al principio de los principios, ya en los años 70, me daba la sensación de que los jueces, todavía marcados por el franquismo, podían ser un problema para el desarrollo de la recién estrenada democracia. Puede ser que en la preponderancia de los tribunales sobre las vías políticas en la política tenga que ver el “Procés”, pero también ayuda a ello la idiosincrasia de la justicia española que es conservadora, endogámica. En tal sentido, creo que vamos por mal camino. No me corresponde a mí decirlo, pero parece evidente que necesitamos una reforma profunda de la Justicia española. La Justicia está politizada y esto es negativo, a mi entender, para una serena garantía judicial. Algunos jueces y tribunales se han convertido en substitutos del Parlamento, que es el máximo órgano democrático representativo del pueblo. Creo que es muy malo lo que han hecho los partidos, muy en particular los de derechas, llevando cualquier resultado parlamentario que no les gusta a los tribunales de justicia, para intentar solucionar por la vía judicial lo que no se había hecho por la vía política. 

No parece arriesgado afirmar, por tanto, que la madre de todas las batallas jurídicas, que subvierten o substituyen el juego político, más que en “Procés”, hay que buscarla en el poder judicial…

Cosa que acaba siendo un perjuicio para todos. Creo que el gran déficit de la democracia española está precisamente en el poder judicial. Los poderes Legislativo y Ejecutivo son positivos y, en cambio, el judicial no. Cosa que no digo yo, sino órganos de la propia Unión Europea y, a escala internacional, quien valora la calidad de las democracias. Una consecuencia de esto es que España, que siempre ha estado en el ranking superior, ha dejado de estarlo, precisamente porque se ha comprobado que la Justicia no funciona como debería hacerlo. Ahí tenemos el ejemplo de la renovación del Consejo Supremo del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional. Las ilegalidades que haya podido cometer el “Procés” no son, en fin, casi nada comparado con la actitud del PP, que quiere conservar su poder a través de los jueces, que son los mismos que ellos nombraron en su día. 

En definitiva, aquella seducción del cambio, que en su día se vivió con el “Tripartito”, vuelve, como el cartero de Neruda, a llamar dos veces…

La verdad es que el libro lo escribí desde una perspectiva histórica y ahora me doy cuenta que no es tan histórico. Pero, sobre todo, me gustaría llamar la atención sobre el hecho de que está escrito por un no profesional de la política. A veces, lamento que la política esté demasiado en manos de unos partidos políticos minoritarios, no representativos de toda la realidad social. Pero el gran mérito del Tripartito fue que Cataluña no sea de uno, sino de todos.

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