Salir antes de entrar

Existe una norma de conducta, extendida hace años con carteles en metros y autobuses, que indica que es necesario dejar salir antes de entrar. No siempre funciona o se utiliza correctamente. El candidato del PSC a la alcaldía del Ayuntamiento de Barcelona, que a su vez es (pronto, era) primer teniente de alcalde del gobierno de coalición que preside Ada Colau, Jaume Collboni, ha decidido aplicársela. Así, ha dispuesto salir para después volver a entrar, salir ahora del gobierno municipal para dedicarse a hacer campaña electoral, y entrar después de las elecciones como alcalde, o con ello fantasea: “Volveré al Ayuntamiento de Barcelona como nuevo alcalde”. Lo anunciaba a bombo y platillo hace escasos días. Hace ocho meses afirmaba justo lo contrario: «Los que tenemos responsabilidades de gobierno gobernaremos hasta el final del mandato». Sin embargo, se ve que los grandes temas ya están resueltos y que ello le exime de cumplir la promesa y le habilita a centrarse en las elecciones. Como decía Groucho Marx: “Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”.

¿Se puede ser más desafortunado? ¿De verdad cree que así, bajando en la penúltima estación y dejando a los compañeros del PSC como prenda, podrá borrar la unión con Colau y sus males? Sería tanto como pensar que los barceloneses son cretinos. Lo único que consigue Collboni con su gesto, es confirmar lo que decían sus detractores, que no es una buena opción y que, diga lo que diga el dicho, por lo general a la tercera no va la vencida. Ya es tarde para corregir, seguramente, pero el PSC ha perdido la oportunidad de poner a un candidato solvente, ni quemado ni hipotecado, alguien para recuperar la joya de la corona. Una alcaldía que, no hace demasiado, parecía suya en propiedad, y que ahora hubiera espoleado no ya sólo el proyecto de Salvador Illa, sino también el de Pedro Sánchez.

Embobándose como se emboban, el exalcalde Xavier Trias va acrecentando sus posibilidades. El menos independentista de Junts, que el partido rescató de la jubilación, forzado por las circunstancias, ve cómo las encuestas se empeñan en otorgarle una segunda oportunidad. Sólo hay que ver a los adversarios. Una Colau embarrada hasta el cuello, en busca de un segundo milagro. Un Ernest Maragall en tiempo de descuento, anheloso de repetir prodigio; su apellido ya ganó unas elecciones que Manuel Valls, otro socialista reciclado, le birló en favor de Colau. Y un Collboni, que, como si de un vodevil se tratara, sale por la puerta trasera con la esperanza de entrar por la de delante investido de alcalde, pero que va camino de llevarse un sonoro portazo.

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