Laporta confirma que cambió la licitación a medida de las posibilidades de Limak

En las bases originales, modificadas a última hora, se le exigía acreditar un estadio de 40.000 localidades y dos edificios en España, requisitos que la constructora turca no cumplía

Joan Laporta

La licitación de las obras del Camp Nou viene levantando un oscuro velo de sospecha y de suspicacias desde de que fue anunciada, con polémica, sorpresa y dimisiones, la identidad de la constructora ganadora, Limak, con sede en Turquía, imponiéndose a dos potentes uniones temporales de empresas (UTE) encabezadas por Ferrovial y FCC.

A las pocas semanas, el recelo no ha hecho más que aumentar como consecuencia de un episodio paradójicamente mediático que, como reacción a la denuncia de un medio digital nacional sobre irregularidades en esa adjudicación, ha establecido sin ningún género de dudas que Limak cumplió de un modo impecable y legal con las exigencias y las condiciones del concurso.

Curiosamente, ha resultado que, al corroborarse la ausencia de ninguna infracción ni anomalía en el proceso de elección de Limak, también ha quedado demostrado que Joan Laporta modificó sustancialmente las bases de participación cuando faltaban sólo dos meses para la presentación de las ofertas.

Alteraciones de tanto peso y tan específicas con relación a las bases originales del proyecto anterior, iniciado bajo la directiva de Josep Maria Bartomeu, que de otro modo la constructora turca nunca habría podido pasar ni siquiera la fase de preclasificación.

Con los matices y las excepciones impuestas por el propio presidente, en cambio, Limak pudo colarse entre las finalistas y, además, llevarse el premio gordo. La primera conclusión, ampliamente admitida y consensuada por la mayoría de los comentaristas, aunque dicha con la boca pequeña, apenas un susurro en el uniforme espectro tertuliano y de opinión del laportismo, es que las reglas se hicieron a la carta a favor de Limak, a su medida, sobre todo si se compara con las estipuladas en la versión original de 2017, cuando se inició el proceso.

El medio digital que, ajeno a esta reforma de última hora, tomó como referencia esas bases anteriores afirmó que la constructora Limak no cumplía los parámetros que marcó el propio club azulgrana, pues debían quedar fuera aquellas empresas (UTE) que no pudieran acreditar haber construido un estadio de más de 40.000 espectadores durante los últimos 10 años y las que no hubieran acreditado referencias de edificios construidos en España cuyo PEM (presupuesto en ejecución material) fuera superior a 150 millones de euros durante los últimos 10 años.

A la junta azulgrana le ha sido fácil, así pues, desmentir y calificar de falsa esta información en un comunicado aclarando que “la precalificación a la que hace referencia se basa en documentos del año 2017 que formaban parte de una licitación de la construcción del campo con el Proyecto antiguo, de la anterior Junta Directiva. En relación con esta anterior licitación, se envió a través del Portal de Proveedores en fecha 17 de diciembre de 2020 un comunicado a todas las empresas participantes en el que se establecía que el proceso quedaba pospuesto hasta después de las elecciones (…) La licitación se reactivó en septiembre de 2022, momento en el que se envió el pliego de condiciones a todas las empresas participantes invitándolas a presentar sus ofertas”.

Así, finalmente sólo fueron tres empresas las que formalizaron su interés, la mencionada Limak y otras dos, lideradas por Ferrovial y FCC, una vez retiradas esas dos exigencias, la de haber construido un estadio de al menos 40.000 espectadores y un mínimo de dos edificios de cierto volumen financiero en suelo español.

Desvelado el misterio que envolvía la elección de Limak, cuesta determinar si las aclaraciones provocadas por el desmentido de esta información le han hecho un favor a la imagen y la reputación de la junta de Laporta o más bien lo contrario. A la directiva ya le había salpicado la forma precipitada e improvisada en que se informó de la decisión a favor de Limak, sin el presidente dando la cara, con un representante secundario del compliance officer y el ruido de fondo de la negativa del directivo responsable del Espai Barça, Jordi Llauradó, a votar ni participar la farsa de una reunión de la junta en la que, por unanimidad, sus miembros no pudieron otra opción aceptar y encajar la decisión del presidente.

Informaciones posteriores han venido a confirmar que en el entorno del área del Espai Barça hace meses que el nombre de Limak había empezado a sonar, un hecho también sorprendente teniendo en cuenta que Limak no cumplía con los requerimientos de la precalificación. Más sombras y desconfianza sobre un final de proceso que sólo ha sido feliz para Limak y que, además de haber provocado otra crisis en el Espai Barça como es la dimisión de su primer directivo, ha dejado al descubierto la ayuda y las facilidades desde la presidencia para hacer posible que Limak entrara legalmente en el concurso.

Ahora, oportunamente, la junta de Laporta está filtrando que Limak se ha llevado la licitación por méritos propios porque puede hacer la reforma por menos dinero que los demás (casi un tercio menos) y también en un tiempo récord de apenas año y medio, acortando al mínimo la migración del primer equipo a Montjuïc. Si al final todas esas promesas se hacen realidad, no habrá otro cuento de hadas mejor que el de Limak, el genio del lámpara que se le apareció a Laporta cuando tomó la inspirada decisión de pulir las bases de la licitación.

Puede que, con el paso del tiempo, la experiencia le haya servido a Laporta para evitar escándalos como el que en su día provocó cuando, unilateralmente, tiró a la papelera el sobre del ganador del concurso arquitectónico promovido en su día (2007) para el primer proyecto de reforma del Camp Nou. Aunque el elegido por el jurado, con la supervisión y garantía del Col·legi d’Arquitectes, fue el diseñado por el catalán Carlos Ferrater, el presidente invalidó el veredicto y lo sustituyó por Norman Foster, que había propuesto apenas un esbozo y una maqueta sin demasiadas especificaciones.

En el caso de Limak, la denuncia de irregularidades en el proceso se ha revelado infundada, pero ha confirmado, indirectamente, que sólo eliminando, suprimiendo y recortando las exigencias y credenciales lógicas y habituales en un concurso de obras de estas características le ha sido posible llegar tan lejos. El debate entre lo legal, la ética y la trasparencia confirma que entre el Laporta de 2007 y el Laporta de 2023 tampoco han cambiado demasiadas cosas, ni que la sutileza o la discreción sean sus mejores virtudes a la hora gobernar como le da la gana.

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