Enfants de la patrie….

Durante la larga dictadura franquista, la conexión de Cataluña con los aires de libertad que soplaban en el exterior se produjo sobre todo a través de Francia, país que, con todas sus contradicciones, acogió miles de refugiados catalanes y españoles a finales de la guerra civil.

De Francia en general y de París en particular llegaban novedades literarias y noticias políticas, canciones, ideas, pensamiento y visiones críticas del mundo, arte, cine… Francia ha dejado un gran legado: la ilustración, la revolución y la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, y su contribución a superar los horrores de la guerra mundial con una comunidad económica europea que habría que convertir auténtica federación política.

Francia es el país que hizo suyo el genio de Picasso, que proyectó Miró, que dio cobijo a Josep Tarradellas, presidente de la Generalitat en el exilio, que hizo de altavoz internacional de la nueva canción (Raimon en la Olimpia 1966), que proporcionó amigos o referentes como Pierre Vilar, Georges Brassens, Jean Paul Sartre, Albert Camus, Simone de Beauvoir, Levi Strauss, Aron, entre tantos otros. Que tiene un diario como Le Monde que ayudaba a conocer e interpretar lo que pasaba en nuestra casa.

Jordi Pujol tenía unas claras simpatías por Alemania –podría parecer que su visión nacional de Cataluña se adentra en la tradición germánica- pero quizás nunca habría podido imaginar que los que se reclaman herederos de su pensamiento y su obra de gobierno se embancarían en una manifestación de protesta contra la visita del presidente de la República Francesa y el presidente del gobierno español en Barcelona para celebrar una cumbre bilateral de los dos países. Poned estados, si preferís.

Esta acción convocada por Junts a través de sus dos ramas (los herederos propiamente dichos y el nuevo populismo conservador), Omnium y el ANC busca, al parecer, recordar que Francia y España son culpables de los males que afligen Cataluña y hacer muy presente que el proceso independentista no ha acabado. Es posible que se crea que una protesta durante la estancia en Barcelona del presidente francés tendrá eco internacional y que esto anime a una parroquia que, actualmente, no parece demasiado animada, pero que tendrá que ir a votar dos veces este 2023.

Resultaba difícil pensar que a la estrategia de la protesta se añadiría un nuevo tamborilero del Bruch encarnado en una ERC tan inquieta para perder el paso que ya ha dicho que quiere estar en la calle y en los actos institucionales de la cumbre. Me pregunto sinceramente qué utilidad tienen para la Cataluña de hoy (y para el Rosselló, todo sea dicho de paso) las pancartas, las esteladas y la llama. Quizás sí que el mundo nos mirará, pero dudo que nos haga ningún caso. Quizás convendría a todos juntos examinar la historia y la acción política con un poco de perspectiva, de sentido de estado y de grandeza. No estoy pensando en De Gaulle. Pienso el Tarradellas.

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