La cumbre que hace falta es con Portugal

La sociedad catalana está cansada y exhausta. El proceso independentista, iniciado hace más de 10 años, a raíz de la imputación del heredero Oriol Pujol, ha provocado un desgaste emocional y político que ha tenido unos efectos nefastos en el día a día de las personas que vivimos en Cataluña y, de rebote, sobre la economía, las empresas y el bienestar general de la población.

Los catalanes necesitamos normalidad y tranquilidad. Es decir, un Parlamento que legisle y que agote los cuatro años de mandato. Un gobierno que pueda planificar y gobierne, sin miedo a que mañana pueda caer y haya que convocar nuevas elecciones. Cataluña tiene que tener unos presupuestos, debatidos, negociados y aprobados antes de acabar cada ejercicio.

Parecía que, finalmente, esto estaba encarrilado y que este 2023 sería, por fin, diferente, gracias al acuerdo PSC-ERC. La supresión del delito de sedición y la reformulación penal de la malversación de dinero público –para minimizar los procedimientos judiciales contra los dirigentes independentistas-, dos medidas negociadas por el Gobierno de Pedro Sánchez con ERC, habían dado pie al optimismo. También el apoyo de ERC a los Presupuestos del Gobierno español.

Pero la decisión de Pedro Sánchez de celebrar la próxima cumbre bilateral de los gobiernos de España y Francia en Barcelona, este 19 de enero, lo ha cambiado todo. Este anuncio ha venido precedido de unas insensatas declaraciones –hechas en clave de política española- del mismo Pedro Sánchez, presumiendo que el proceso independentista catalán estaba acabado gracias a él.

Es obvio que el proyecto de la independencia de Cataluña no tiene cabida en la Unión Europea y que la Constitución española lo impide. Esto estaba claro desde el minuto 0, por mucho que la propaganda independentista previa al referéndum del 1-O proclamara que “lo tenemos a tocar”.

El movimiento independentista estaba derrotado antes de empezar el proceso y, para hacerlo evidente, la implacable represión judicial emprendida a partir del 20 de septiembre del 2017 y la activación del artículo 155 de la Constitución lo confirmaron de manera contundente. Pero la historia nos enseña que, después de una confrontación, lo más inteligente es no humillar a los vencidos, restregándoles la derrota en la cara, y que hay que dejarles siempre una salida honorable.

En este contexto, la celebración de la cumbre bilateral hispano-francesa en Barcelona se ha demostrado que es un error, desde el momento que los independentistas catalanes lo consideran una provocación. Las declaraciones previas de Pedro Sánchez –reiteradas por el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños- han herido el orgullo de los independentistas frustrados y su respuesta ha sido rápida y lógica: la organización, el mismo día 19, de una manifestación de protesta y de reafirmación del derecho a la autodeterminación, convocada por todos los partidos y las entidades soberanistas (ERC, JxCat, CUP, ANC, Òmnium, Consell de la República…) que, de repente, han recuperado la unidad perdida, aunque sea por un día.

A pesar de que el día 19 sea laborable, es de prever que la manifestación será multitudinaria… y ya veremos cómo acaba. En todo caso, la foto del encuentro de las delegaciones ministeriales encabezadas por Pedro Sánchez y Emmanuel Macron en Barcelona saldrá movida.

Desde la perspectiva de Cataluña, la historia de las relaciones entre España y Francia es demasiado densa, compleja y, muchas veces, violenta y adversa (recordemos la Cruzada contra la Corona de Aragón, la Guerra de los Segadores, la Guerra de Sucesión, la invasión napoleónica…). Cualquier persona que se acerque a Cataluña tiene que tener muy presente que aquí la memoria del pasado cuenta mucho y que hay que ser respetuosos con esta particularidad. Pedro Sánchez demuestra que no ha aprendido esta lección.

Además, el guión de esta cumbre bilateral –por lo que ha transcendido hasta ahora- no es para lanzar cohetes. Se firmará un Tratado de Amistad entre ambos países que, desde el momento que formamos parte de la Unión Europea, de la Eurozona, del espacio Schengen y del OTAN, es un oxímoron.

Obviamente, la futura tubería submarina H2MED Barcelona-Marsella, que tiene que servir para exportar el hidrógeno verde que se produzca en la península Ibérica, es una excelente noticia. Pero estamos hablando de un proyecto que está en pañales y rodeado de grandes interrogantes que suscitan un lógico escepticismo.

En cambio, no está previsto que Francia anuncie la aceleración de los trabajos de construcción del tramo de vía de alta velocidad Perpiñán-Montpellier, pospuesto “ad calendas graecas”. La falta de esta infraestructura deja en papel mojado todo el enorme esfuerzo presupuestario que está haciendo el Gobierno español para terminar el Corredor del Mediterráneo, en los tramos pendientes entre Almería y Barcelona. En su conexión hacia Europa, la alta velocidad se continuará encontrando con un cuello de botella en Perpiñán que afecta gravemente su competitividad.

A pesar de la cumbre bilateral y el Tratado de Amistad que se firmará en Barcelona, la realidad es que los Pirineos son todavía un muro y que el efecto frontera ha provocado el despoblamiento y el empobrecimiento de los territorios situados a ambos lados de la cordillera. La fórmula para convertir a los Pirineos en la columna vertebral que fusione de verdad los dos Estados es la potenciación de las Eurorregiones Nueva Aquitania-Euskadi-Navarra y Pirineos-Mediterráneo.

Pero, en esta cuestión capital, París y Madrid tienen muy poca cosa que decir: depende de las regiones y de las comunidades concernidas. En el caso de la Eurorregión Pirineos-Mediterráneo, un proyecto de gran alcance estratégico que puso en marcha el presidente Pasqual Maragall, la palabra la tienen Cataluña, las Baleares, Aragón y la región de Occitania, con una posible ampliación a la Comunidad Valenciana.

Estamos hablando de una entidad territorial supraestatal, que cuenta con todas las bendiciones de Bruselas, y que aglutina una población de más de 20 millones de personas. Es preciso, en este sentido, que el presidente Pere Aragonès se ponga las pilas: este es el futuro de Cataluña y no podemos perder más el tiempo.

Puestos a organizar una cumbre bilateral en Barcelona, yo propugno que se haga la que toca celebrar este año entre España y Portugal. Unir el Atlántico con el Mediterráneo, he aquí el gran proyecto histórico que necesitamos todos los que habitamos la península Ibérica.

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2 comentarios en «La cumbre que hace falta es con Portugal»

  1. Portugal não é moeda de troca. Portigal não existe para aplacar independentismos espanhóis. Portugal não é da conta dos espanhóis. Não, não precisamos de «unir o Atlântico» com coisa nenhuma. Os espanhóis ainda não meteram na cabeça que têm uma terra deles e outra que não é deles. Façam uma «cumbre» com Marrocos e unam com o «atlântico» deles. O que os «habitantes da península» precisam não é de «uniões» inúteis, é de noção da realidade. Os Espanhóis vivem num planeta à parte.

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  2. Quizás no era el momento, pero siempre habrá excusas para tensionar, para echarse a la calle y más un movimiento político que ha hecho de la calle su icono. Pero la crítica fundamental más que al Gobierno de España debería ser a esos líderes políticos y sociales que están siempre con la mirada puesta en el calculo electoral y de poder, en la dialéctica publicitaria y que se muestran incapaces de hacer política de altura. Por lo demás, excelente reflexión sobre la situación política.

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