Si 2023 se dejase convencer

Estos días es habitual que las personas se deseen unas a otras un buen año 2023. Y a menudo se añaden algunas concreciones del contenido de ese deseo. “Un buen año con salud, amor y alegría”, por ejemplo. “Este año, sí”, solían decir los seguidores del Barça años atrás, pensando que lo cerrarían con algún trofeo nuevo en sus vitrinas.

Me ha dado por pensar qué querría que no hubiera en este año nuevo. Lo primero que me ha venido a la cabeza después de enterarme de las últimas noticias es que me gustaría que en 2023 transcurriera sin que hubiera ninguna ejecución pública de opositores al régimen de Irán. Ni pública ni privada. Y que la pena de muerte desapareciera de los códigos penales de todos los países del mundo.

Me gusta imaginar un 2023 sin pobres ni gente durmiendo en la calle porque no tiene un lugar digno para hacerlo, sin violencia de género ni de ningún tipo, sin partidos y colectivos que siembren el odio entre comunidades y personas, sin racismo -ni institucional ni a nivel de calle-, sin discriminación de nadie por sus preferencias sexuales, el color de la piel, la lengua que hablan, la edad que tienen o la religión en la que creen o porque no creen en ninguna.

Por supuesto que sería fantástico que 2023 fuese un año sin guerras, sin drones que bombardeen ciudades y sin que millones de personas tengan que huir de sus hogares por culpa de estos conflictos.

Un 2023 sin que miles de personas se ahoguen en el Mediterráneo o mueran en Melilla o en la frontera entre México y Estados Unidos porque no les dejan entrar en los países ricos de forma que no ponga en peligro sus vidas. Sin que las vacunas necesarias para hacer frente a una pandemia no se repartan de forma discriminatoria entre los países ricos y los que no lo son. Sin dictaduras y dictadores que impongan sus intereses a una población oprimida. Sin países donde ser periodista o defensor de los derechos humanos o ambientales comporte riesgo para su integridad física. Sin seguir contaminando el Planeta y poniendo en riesgo el futuro de la Humanidad.

Un 2023 donde el dinero no sirva para medir la valía de las personas y el que hay se dedique a mejorar los servicios de salud, educativos, culturales y de investigación en vez de promover codazos, envidia y corrupción.

Y, ahora que Joan Manuel Serrat ha dejado de dar conciertos, le tomo prestada alguna de sus ideas: “Sería fantástico que San Pedro pagando, no cantase, que no perdiesen siempre los mismos, que heredasen los desheredados, que la fuerza no fuese la razón, que la ciencia fuese neutral, no pasar por el embudo, que llegase el día del sentido común, encontrarse como en casa en todas partes, poder distraerse sin correr peligro y que todos fuéramos hijos de dios”.

¡Sería fantástico! Sería todo un detalle y todo un gesto por parte de 2023 que coincidiese, se dejase convencer y fuese tal y como yo lo he imaginado.

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