Laporta apuesta por la diversión en el relato para entretener a la prensa

En la última y disparatada entrevista convirtió prácticamente en chistes sus valoraciones sobre Messi, Gavi, la Superliga, la sanción a Lewandowski y sobre todo la situación económica

Joan Laporta, presentando la renovación de Gavi

El Barça actual presenta un amplió déficit en prácticamente todos los ámbitos desde que Joan Laporta decidido echar a Messi y a Ferran Reverter (a su primer ejecutivo, de forma indirecta). Como primera consecuencia, el equipo se ha caído dos años seguidos de la Champions y, en los despachos, hubo de ponerse el traje de CEO para dirigir personalmente la decadente política económica, financiera y patrimonial que ha dejado la institución al borde del abismo de la SA.

El resultado, casi dos años después, es que al gobierno del club le sobran los discursos de un presidente al que pronto ya no le servirán para mucho más, si es que aún las conserva, sus habilidades comunicativas. Una carencia que se manifestó en la entrevista concedida este jueves pasado a la SER, precisamente donde surgió y se forjó el auténtico Barçagate, esa oscura movida mediática, social, económica, policial y judicial que fabricó el otro Barçagate, el que se atribuye a Josep Maria Bartomeu.

Se diría, a la vista de cómo ser degradan y oxidan sus contenidos que, cada vez más, la eficiencia de sus apariciones debe atribuirse en un mayor porcentaje a la condescendencia mediática y la inquebrantable adhesión del periodismo y de las redes al régimen laportista. Sin esa tolerancia y colaboración permanentes el sostén propagandístico de la junta se vería seriamente afectado.

El declive del personaje y de esta última y deslucida intervención ante los micrófonos del Què t’hi Jugues? (Cadena SER), por draconiana e incoherente, pudo condensarse en el diálogo surrealista mantenido en torno a Leo Messi sobre esa camama de su regreso:

-(SER) Sr. Laporta, ¿usted tiene ahora relación con Messi?
-(Contestación) Sí
-(SER) Desde su entorno nos dicen que no
-(Respuesta) Bueno, eh… pues la he tenido

Como es fácil suponer, el resto de las contestaciones debe ponerse en cuestión porque, a diferencia del resto, no hubo más réplicas ni contestaciones a los cada vez menos consistentes mensajes y argumentaciones del presidente.

Por ejemplo, en la defensa de la sanción a Lewandowski, la estrategia se ha revelado absurda y equivocada, en primer lugar, provocando un enorme ruido mediático para nada, acudiendo a la justicia ordinaria. Sólo generó un conflicto absurdo con el Espanyol y una reacción generalizada contra la cobarde obsesión por intentar forzar el incumplimiento del primero de los tres partidos de castigo, el que inevitablemente acarrea la expulsión, para acabar “aceptando la resolución del TAD sobre Lewandowski. Ahora que se ha producido la resolución firme la acataremos. Me parece muy exagerado 3 partidos, pero aplicando la normativa entra en la lógica”. Pura contradicción en un episodio significativo de esos golpes de timón compulsos y emocionales de un estilo autoritario.

Sobre la posibilidad de fichar en enero, Laporta aseguró hace un mes que «ahora estamos en la norma 1/1, pero en verano volveremos a estar en la norma ¼. Si tuviéramos que fichar a alguien, convendría hacerlo en invierno; pero tenemos un equipo muy competitivo: somos el club que más futbolistas aporta al Mundial (17). Demuestra el trabajo bien hecho y es una prueba evidente de que Xavi está haciendo un gran trabajo».

Palabras que también se ha llevado el viento porque en ningún caso el Barça de Laporta ha conseguido recuperar un margen salarial decente ni para fichar en verano ni mucho menos ahora. Ante la opinión pública y ante el fútbol en general, los casos de Gavi, Iñaki Peña y Araujo han causado un verdadero sonrojo.

A Gavi, que fue renovado con un pomposo acto en el Camp Nou, Laporta no le ha podido hacer efectivo ese contrato y no le quedará otra que aceptar jugar con ficha del filial hasta final de temporada. Lo mismo le ha ocurrido a Araujo, a quien tampoco se le aplica la ampliación de contrato y de condiciones que se le firmó y que, como a Gavi, LaLiga no se lo ha podido aceptar y validar porque no hay margen salarial suficiente. Ni lo habrá.

Más ridícula resultó la esperpéntica y urgente mejora de contrato de Iñaki Peña, el portero suplente del Ter Stegen que, a veinticuatro horas de su debut en la Copa del Rey frente al Intercity, no podía ser alineado porque tampoco tenía ficha del primer equipo y quedaba fuera de la normativa por edad. Se le prometió un aumento que, tampoco de momento, podrá ser efectivo como jugador del primer equipo.

En el mercado de invierno no habrá ningún movimiento, salvo si sale alguna opción inesperada, que en principio no lo esperamos. Los socios del Barça -añadió Laporta- pueden estar tranquilos porque la situación económica está controlada”, afirmó sin que le temblara la voz al mismo tiempo que admitía estos mismos hechos, esta insólita precariedad y una evidente falta previsión y de cálculo.

Para echarse a temblar si, además, el propio Laporta acaba reconociendo su preocupación por el traslado a Montjuïc de la próxima temporada. “Tendremos una bajada de ingresos de 93 millones, pero lo compensaremos de otra manera”, dijo insinuando que habrá ventas de jugadores de la casa, sin especificar, y “organizando fiestas y eventos en Montjuïc para obtener beneficios paralelos”. Lo cierto es que, sin embargo, treinta años después de los Juegos del 92, Barcelona no ha sabido ni podido realizar una explotación regular y exitosa de sus instalaciones olímpicas más que puntualmente en conciertos y acontecimientos de ocio o espectáculo.

Finalmente, coronó este relato con otro inesperado giro sobre la Superliga, como siempre optimista pese al primer revés de la jurisprudencia europea al respecto, que prácticamente la enterró en vida. No obstante, cabe admitir, como razonó Laporta, que este escenario pueda cambiar en primavera cuando se pronuncie el alto tribunal de la Unión. Lo que cuesta imaginar son los dos argumentos añadidos a esta esperanzadora e imaginativa postura por su parte. “¿Si habrá Superliga? Yo creo que sí. Esta competición la gobernaremos los clubs, espero que la UEFA también forme parte de la mesa de gobernanza. La Superliga puede ser una realidad en 2025 si la sentencia es favorable. Creo que en un primer paso los equipos ingleses no entrarán, pero queremos que entren”.

Si precisamente los equipos de la Premier fueron los que se echaron irreversiblemente para atrás dejando solos a Real Madrid, Barça y Juventus -y, además, el club italiano está bajo custodia judicial por los desmanes contables de su propietario, Andrea Agnelli, obligado a dejar la presidencia-, cuesta comprender este grado de euforia frente a un panorama tan descorazonador, incluso con una sentencia que deje abierta la posibilidad de que unos cuantos clubs, por su cuenta, organicen una competición paralela y competencia de la Champions.

Laporta, en definitiva, sigue siendo el presidente que siempre da titulares, un mérito innegable y singular aunque cada vez más alejado de un relato sólido, coherente y realista. Quizá por eso, porque lo que cuenta y responde va perdiendo sentido y comprensión. a la prensa y a sus fans les parece más divertido e interesante.

El problema es que ese ejercicio de frivolidad y de entretenimiento forma parte no sólo del discurso sino del eje principal de su gestión.

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