Vida entre la oscuridad

Yevgenia se siente afortunada de vivir en un pueblo rodeado por el bosque en las afueras de Kiev. Tiene un horno de leña y muchos árboles a su alcance. “Vivimos en la oscuridad. No hace mucho hubo un apagón que duró dos días y cuando la luz volvió, se apagó de nuevo en menos de una hora. Después otras doce horas de oscuridad”, explica. “La nevera no es más que una despensa. Para refrigerar la comida la pongo en el balcón, no todo tiene que ser malo de vivir a quince bajo cero. Yo por lo menos puedo cocinar y calentarme. En Kiev las cosas son mucho peores”.

Tatyana lo confirma. Vive en un edificio de más de veinte pisos que hay que subir a pie porque sin electricidad los ascensores no funcionan. La ciudad está prácticamente a oscuras. «No es sólo la comida», explica, «aunque durante el primer apagón tuvimos que tirar todas las verduras que guardábamos en el refrigerador y gran parte de los platos precocinados se pudrieron. Nos fuimos comiendo lo que teníamos por un riguroso orden de precio. Pero eso no es lo peor, lo peor es no tener agua y estar prácticamente incomunicados”.

Tanto Yevgenia como Tatyana tienen dificultades para conectar sus móviles. «No hay wi-fi y la red cae constantemente, simplemente desaparece». Yevgenia incluso ha renunciado a llamar: «hay tantas interrupciones que las conversaciones no tienen ningún sentido y las personas con las que quieres hablar piensan que ha pasado alguna tragedia cuando ven la perdida». Algo parecido ocurre con el agua, que cuando está disponible se guarda en botellas y garrafas que ocupan buena parte de los espacios libres de los pisos: “para beber podemos utilizar agua embotellada, pero debes bañarte aunque sea con el agua helada y con la casa bajo cero. Por suerte, el gas no falla tanto y podemos calentarnos, pero falla; además tienes que limpiar el piso, tienes que fregar los platos…”.

Tatyana asegura que donde se pasa peor es en los nuevos edificios de gran altura. “Los rusos todavía han respetado las infraestructuras gasistas de las que depende buena parte de los sistemas de calefacción, se han centrado en privarnos de luz y agua, pero sin electricidad a muchos pisos nunca llega el gas y no hay forma de calentar el agua o de intentar cocinar. Las bombas no tienen suficiente fuerza, si es que funcionan, y los grifos no manan. Esto significa que nadie sabe cuándo se podrá deshacer completamente de la basura que se va acumulando en la taza del water. Hay muchos que intentan realizar sus necesidades fuera de casa”.

Mientras tanto los kievitas han decidido vivir con normalidad, o al menos simularla. Incluso se ha levantado un árbol de Navidad frente a la catedral de Santa Sofía. Un abeto que se ilumina tenuemente con los colores amarillo y azul de la bandera ucraniana. El alcalde de la ciudad, el ex boxeador Vitali Klichko, decidió que los invasores no robarían las fiestas a los niños de Kiev. Por todos los barrios se puede oir cómo retumban los generadores de electricidad. La gente va al trabajo, si es que todavía lo tiene, intenta reunirse, se dejan notas cuando no se ven y va a comprar a las tiendas.

“Compramos comida para dos o tres días, tampoco podemos conservarla más tiempo”, dice Tatyana: “en las tiendas se puede encontrar casi cualquier cosa, no tanto como antes de la guerra, hay menos abundancia, pues las tiendas no tienen refrigeradores con la fuerza suficiente como para conservar los productos frescos, pero no falta de nada”.

Yevgènia recuerda que las empresas eléctricas han hecho un calendario para intentar administrar la energía disponible, “en principio son dos horas sin electricidad y otras cuatro con luz, si consultas las direcciones puedes ver el calendario previsto para cada vivienda, pero este calendario no siempre se cumple”.

Así que la gente busca aquellos sitios donde la energía está disponible algo más de tiempo. En los supermercados y centros comerciales, en los vestíbulos o junto a las escaleras mecánicas, se ven grupos de personas, sentadas en sillas que han traído de casa o en el suelo, que aprovechan los enchufes disponibles para cargar sus móviles, sus tablets, sus ordenadores, las linternas con las que intentarán llevar algo más de luz a sus domicilios. Algunos incluso aprovechan para teletrabajar.

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1 comentario en «Vida entre la oscuridad»

  1. La crónica sobre la guerra y sus consecuencias nos saca de la burbuja en la que habitamos y nos sirve para madurar más allá del mundo del espectáculo y el entretenimiento en el que estamos.

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