La obsesión o apasionamiento en política

Los conflictos políticos a menudo giran en torno a dos opciones: o defender o atacar el statu quo de un gobierno o un partido. Es decir, lo que habitualmente vivimos en política es una dinámica entre defensores y atacantes de posiciones, propuestas o ideologías políticas. Un elemento clave y omnipresente en política son los planteamientos emocionales sobre todo cuando no se examinan desde la racionalidad y la veracidad. Ejemplos recientes y espectaculares en cuanto al recorrido político que han tenido y siguen teniendo esos planteamientos son el “trumpismo”, el Brexit y el “procés” independentista en Cataluña. A pesar de que el estudio de los efectos de las emociones en política tiene una larga historia en Psicología y Ciencias Políticas, la cuestión de cómo los estados emocionales (es decir viscerales) tienen la presencia y extensión que estamos viendo, sigue sin comprenderse bien.

Si bien el concepto de “política visceral” refleja la naturaleza emocional de nuestro compromiso con la sociedad, es innegable que las fuerzas sociopolíticas utilizan nuestra emocionalidad para influir en nuestro comportamiento sociopolítico. Las preguntas que muchos nos hacemos son cómo y por qué las personas llegan a experimentar tales emociones en la política y cuáles son sus consecuencias conductuales.

Comprender qué motiva a las personas a unirse a grupos ideológicos basados en la emocionalidad o incluso en la violencia y participar en actos que provocan daños materiales y morales además de conculcar los derechos de los otros es el gran reto político de nuestros días. Una manera de entenderlo es analizando lo que podríamos llamar la «obsesión o apasionamiento ideológico», que podríamos definir como un compromiso ideológico alimentado por necesidades psicológicas no satisfechas y regulado por mecanismos emocionales inhibitorios y de defensa del ego.

Los expertos describen cuatro procesos a través de los cuales la obsesión o apasionamiento ideológico basado estrictamente en emociones sitúa a las personas en caminos que excluyen a quien no piensa igual, no se reconocen las leyes democráticas y pueden llegar a defender planteamientos violentos como única vía para alcanzar sus objetivos. En primer lugar, la obsesión ideológica desactiva los procesos de autorregulación moral, permitiendo que se practiquen conductas poco éticas sin auto-recriminación. En segundo lugar, este tipo de personas se sienten emocionalmente amenazadas por quienes critican su ideología, lo que a su vez genera odio y represalias más o menos violentas. En tercer lugar, la obsesión ideológica cambia las interacciones sociales de las personas haciéndolas gravitar hacia personas de ideas afines que apoyan sus postulados. A medida que estas redes sociales se vuelven más interconectadas, amplifican la adhesión de sus miembros a comportamientos extremistas y radicales. Finalmente, los individuos obsesionados o apasionados ideológicamente se hacen inmunes a las estrategias de comunicación destinadas a disuadirlos cuan optan por saltarse las leyes o utilizar la violencia. En definitiva, el fenómeno de la obsesión o apasionamiento ideológico acaba derivando en un compromiso abrumador con una ideología política o religiosa concreta. Las manifestaciones de la obsesión ideológica consisten finalmente en fuertes impulsos irresistibles, conflictos recurrentes con otros dominios de la vida y el abandono de actividades sociales más amplias o diversas.

En la opinión de los expertos, cuando la autoestima de las personas gira exclusivamente en torno a su compromiso ideológico, su identidad se vuelve progresivamente unidimensional y la paleta de sus intereses personales se reduce sensiblemente. El hecho de que su sentido de identidad se vuelva frágil e incierto tiene varias consecuencias. En primer lugar, las personas ideológicamente obsesionadas se ven más fácilmente amenazadas por la información que desafía su sistema de creencias, lo que a su vez produce odio y un deseo de tomar represalias. En segundo lugar, desarrollan actitudes negativas hacia aquellos que contradicen sus puntos de vista, con consecuencias negativas a la hora de interactuar socialmente. Este tipo de grupos sociales, tienen unas narrativas simplistas, rígidas y absolutistas llegando a la clásica situación de: «o estás con nosotros o estás contra nosotros». La estructura de esos grupos tiende a ser jerárquica y altamente cohesiva bajo el control indiscutible de un líder que castiga severamente la disidencia, lo que genera una presión para mostrarse conformes en cómo se debe pensar o actuar.

En definitiva, creo que hay que luchar desde todos los ámbitos sociales contra la obsesión y el apasionamiento político, que excluye la racionalidad y pone encima de la mesa propuestas incompatibles con los valores profundamente democráticos y la veracidad que emana de los aspectos técnicos inevitables en política moderna.

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