El barcelonismo vive estos días en el marasmo de la confusión y el atropello informativo con el que Joan Laporta trata de sobrellevar el bombazo de Leo Messi, campeón del Mundo y elevado a mejor futbolista de todos los tiempos tras liderar la selección argentina en el Mundial con más resonancia y difusión mediática celebrado hasta la fecha. Al Barça, por decisión unipersonal, demostradamente errónea y frívola de su presidente, le ha tocado representar el peor de los papeles de este éxito insuperable de Messi, sin duda asociado al imborrable y amargo recuerdo de su despedida en el Camp Nou, arrasado en lágrimas tras la decisión de Laporta de echarlo.
Por descontado, ese episodio que sí marca el inicio de una nueva era en el Barça, sin Messi, repudiado y expatriado, y al mismo tiempo cierre de la mejor época de su centenaria historia desde 1899, no aparece destacada ni aludida en la docuserie preestrenada el lunes pasado, el día después de la coronación de Leo.
“Esta será -afirmó Laporta el lunes pasado en el preestreno de la serie- una nueva era esplendorosa en el Barça”, sin duda en la peor de las coincidencias, obligado a reír forzadamente y celebrar la felicidad de Messi ante las cámaras de Barça TV, pero llorando por dentro por simbolizar y capitalizar negativamente las consecuencias de haber jubilado precipitadamente al futbolista más importante y eterno de todos.
En ese día tan señalado y excepcional del día después de ganar el Mundial, el de la mayor gloria de Messi, el futbolista descubierto por el FC Barcelona, arrebatado al fútbol argentino -tanto que ha tardado dos décadas en conquistar el afecto de su país y de los suyos-, convertido en el rey del mejor fútbol jamás visto gracias también al estilo único forjado en la Masia y al hechizo del Camp Nou, Laporta hubo de conformarse con enviarle una fría e hipócrita felicitación a Leo, ocultando y disimulando que ese icono del fútbol internacional, hoy convertido en el deportista más popular, reconocido y admirado del planeta ha llegado hasta la cima con una sola camiseta y un solo club, el FC Barcelona.
En cambio, como una broma macabra del destino, Laporta hubo de centrar sus mejores argumentos en el estreno de FC Barcelona, una nueva era, obviando y disimilando esa paternidad, ahora arruinada por su culpa, basándose prácticamente en las excelencias de su llegada a la presidencia, por un lado poniendo fin a los horrores del mandato de Josep Maria Bartomeu (Cuatro Ligas, cuatro Copas, una Champions, Una Supercopa de Europa, un Mundialito y un triplete) y, por otro, acentuando su propia figura como la del único barcelonista capaz de salvar el club de aquel presunto abismo de destrucción.
«Destacaría -dijo- tres hechos de esta docuserie: la regeneración económica del Barça, la recuperación institucional de la entidad y la reconstrucción del primer equipo. Sin las palancas económicas que han salvado el club y han mantenido el modelo de propiedad no se hubiese podido iniciar esta reconstrucción. Sin los jugadores, sin su talento, es imposible de hacer. Sois los protagonistas de esta reconstrucción. Estoy seguro de que será una nueva era esplendorosa. Hay ilusión, talento y un entrenador que está asociado al buen juego y a las victorias. En estos años se han tomado decisiones de gran calado, se han renovado liderazgos, se ha sufrido, pero ahora vamos por el buen camino y se ha devuelto la alegría al barcelonismo».
De manual, una fantasía impecable diseñada e impuesta por los rectores de su aparato de comunicación sobre un relato que no puede contener un mayor desenfoque, cinismo e hipocresía.
Desde luego, en cuanto al primer equipo, vista la extraordinaria inversión realizada en fichajes, parece legítimo defender un modelo esperanzador y optimista, eso no es discutible. Ahora bien, afirmar que la gestión de Xavi está ligada a las victorias y el buen juego se desmiente por sí sola, precisamente porque a Xavi le ha tocado vivir la eliminación y el fracaso en todas las competiciones a lo largo del curso pasado, además de repetir la inesperada y decepcionante eliminación en Champions del actual, confirmando el descenso del equipo a la segunda división el fútbol europeo. Una cosa es darle un margen de confianza a Xavi y su proyecto, y otra inventarse hazañas, triunfos y títulos que, por ahora, han escapado, algunos de forma vergonzosa como ante el Eintracht, del alcance de Laporta.
Cuando Laporta se refiere a la “recuperación institucional” del club, ¿acaso se refiere a esa imagen del Camp Nou con los socios vejados, agredidos e insultados en clara minoría por una multitud de alemanes que nunca deberían haber tenido acceso una entrada? ¿O bien al descarado nepotismo de un staff ejecutivo donde primos, hermanos, hijos, cuñados, amigotes del presidente y sus familiares, algunos sin la suficiente preparación y nivel, se mofan del cualquier sentido ético y decente de la gestión?
Eso sin hacer referencia a la supresión sistemática de todos los derechos de participación, expresión e información que antes tenían los socios, así como de la trasparencia debida, no solo de la que fue prometida sino de la reglamentaria.
El otro cuento que Laporta se cree y explica sobre esta nueva era, el económico, ni es negociable ni puede aplicarse el término regeneración al efecto ruinoso y antipatrimonial de las palancas, cuando hoy resulta que no puede darle dorsal del primer equipo a Gavi ni pagarle a Araujo su renovación después de haber obtenido beneficios por ventas de activos de 870 millones. Mucho menos admitiendo que la gestión ordinaria, desde la llegada de Joan Laporta a la presidencia, ha consolidado pérdidas estructurales de 200 millones como consecuencia de la caída de patrocinadores, minoración de la explotación comercial, reducción del taquillaje, ausencia de títulos y de futbolistas como Messi de gran impacto mundial con un retorno en palmarés e ingresos garantizados.
“La directiva en primer plano. Orgullosos de presentar un equipo de Europa League. Mientras, un Messi desterrado levanta la Copa del mundo. Yo no entiendo nada. Absolutamente nada”, este es el resumen más ajustado a la realidad publicado en Twitter por Dongcast (@JoanFontes), en reacción a la parafernalia del estreno de la docuserie que se estrenará en pantallas el próximo día 28 de diciembre, casualidad o no, coincidiendo con el día de los Inocentes.
Ahí sí que Laporta ha demostrado estar a la altura y poner en el contexto adecuado esta nueva era sin Messi.

