Elogio de Antonio Santamaría

«Ser idealista cuando se vive en Babia no tiene ningún mérito, pero lo tiene, en cambio, el seguir siéndolo cuando se ha conocido el hedor de este mundo» (Albert Einstein)

No son muchas las personas a las que debemos reflexión, lucidez, apoyo y ayuda para la  comprensión de la situación que hemos vivido y seguimos viviendo la ciudadanía no-nacionalista de Cataluña (no siempre apoyada y comprendida por fuerzas políticas y ciudadanos de izquierda que viven en otras comunidades españolas). No es fácil, nada fácil, pensar y actuar contra corriente y, en ocasiones, en minoría de no muchos, sin apoyos sociales explícitos. No han sido pocos los insultos recibidos: desde españoles de m. hasta ñordos, murcianos, anticatalanes o botiflers. Y no es nada fácil pensar, escribir, día sí, otro también, explicando con todo detalle las coordenadas políticas y culturales de la situación.

Uno de esos compañeros imprescindibles, recordemos a Brecht, ha sido y es Antonio Santamaría. Elogiarle es poco, hay que agradecer su compromiso, su esfuerzo, sus muchas horas de dedicación permanente. Les dejo la referencia de su último artículo: “Fractura y final del ciclo procesista”, un ejemplo magnífico de su estilo periodístico, de su enorme capacidad didáctica y explicativa. Da la sensación de que todo está en su cabeza, que nada se le escapa, que incluso el detalle más nimio es tenido en cuenta en sus descripciones, reflexiones y análisis.

No obstante, transitando por su decir crítico, desde mi admiración y máximo respeto, me permito manifestar mi parcial desacuerdo con el título y contenido del anterior artículo. Hay fractura, ciertamente, pero no soy capaz de ver el final del ciclo procesista (aunque el ciclo prosiga con otras formas y ritmos). Creo que el maestro Santamaría es excesivamente optimista (tal vez quiera transmitirnos confianza a sus lectores) cuando señala: “De este modo, Junts se alinea cada vez más con los movimientos nacionalpopulistas de derecha que prosperan en Europa y ERC parece orientarse hacia acuerdos con las formaciones de la izquierda catalana”. Así lo indica, prosigue, “la incorporación al ejecutivo monocolor de figuras históricas del PSC, como Joaquim Nadal, Carles Campuzano, de la vieja Convergència y Gemma Ubasart, fundadora y primera dirigente de Podemos en Catalunya. Ello en un momento postpandémico, de inflación desbocada, crisis energética y oscuras perspectivas económicas que apuntan hacia un giro en el eje de dominancia de la política catalana, hasta ahora monotemáticamente centrado en la cuestión nacional”. No soy capaz de ver, ojalá me equivoque, ese giro al que hace referencia Santamaría ni tampoco que ERC bascule hacia la izquierda. Tampoco interpreto las incorporaciones a las que hace referencia en su artículo del mismo modo.

Para Santamaría la propuesta quebequesa que ERC ha vuelto a poner en el tablero “supone declarar amortizada esa supuesta legitimidad, para recorrer un largo camino que pasa por ampliar la base social del independentismo hasta conseguir una amplia mayoría –ahora inexistente– de la sociedad y negociar con el gobierno español las condiciones para convocar un referéndum de autodeterminación vinculante y reconocido internacionalmente”. Ello implica implícitamente, desde su punto de vista, “enterrar el ciclo procesista inaugurado hace doce años”. No es esa mi opinión: se trata de abonarlo con otras vías, de dar lumbre a la llama nacional-secesionista de siempre con otros procedimientos (que no anulan los anteriores). De mantenerlo “en pie de lucha”, en primera plana, que el lío no cese.

De no hacerlo serían tildados probablemente de traidores (botiflers) a la Gran Causa y, sobre todo, iría en contra de su verdadera naturaleza: ser una fuerza esencialmente nacionalista que sigue teniendo como máxima aspiración, como finalidad esencial, la construcción de un muro-Estado que separe a Cataluña del resto de España (“Estado español” para ellos), distopía que, paradoja entre paradojas, suelen presentar como ejemplo de un combate ciudadano emancipatorio.

Pero lo esencial en todo caso no es esto. Es esto: gracias Antonio Santamaría por las enseñanzas, por tu coraje, por tu ejemplo.

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