Laporta, empeñado en gastar contra el plan de negocio y el criterio del auditor

La junta se comprometió ante Grant Thornton a reducir gastos de estructura, un gran recorte salarial, austeridad y más ingresos en e-comerce, patrocinio y explotación comercial, nada que se pueda cumplir

Joan Laporta

El cinismo y la manipulación mediática de Joan Laporta llevados al paroxismo se han concentrado en sus recientes declaraciones en esta semana previa al Mundial, huérfana de noticias y de actividad futbolística. La frase del mes, recogida en otra de esas entrevistas convenientemente arregladas, esta vez a la agencia EFE, no tiene desperdicio: «Según las normas del fair play financiero de LaLiga, no podemos fichar», ha asegurado el presidente con una intención lastimera y al mismo tiempo de queja y de reivindicación. Como si el organismo de Javier Tebas estuviera obsesionado en impedir que el Barça pueda reforzarse en el mes de enero después de gastar en verano 200 millones en fichajes, previo ingreso de 870 millones en palancas. «Nosotros y algunos clubs de LaLiga también estamos intentando convencer a LaLiga que sea más flexible y nos permita otro tipo de interpretaciones», ha añadido al respecto.

Dos preguntas surgen espontáneamente frente a esta disparatada reflexión. La primera: ¿Necesita el Barça más fichajes habiendo caído en la Champions después de haber sido el rey del mercado en verano? Y la segunda: «¿Con una previsión de casi 200 millones de pérdidas para esta temporada, tiene sentido arruinar aún más la frágil economía del club devastada por las palancas?».

Las respuestas, desde el sentido común, pero sobre todo desde la realidad innegable de los estados financieros, sólo pueden ser negativas y albergar paralelamente serias dudas sobre si en realidad LaLiga, de la que tanto se queja Laporta, no ha sido extremadamente laxa a la hora de fijar los límites salariales del Barça de Laporta.

De entrada, cuesta atribuirle al presidente suficiente capacidad de raciocinio sobre sus actuaciones en materia de fichajes si no fuera porque, obviamente, sabe hacerse el loco, como se dice vulgarmente, con el doble propósito de seguir motivando a la afición y a la prensa generando una perspectiva fantasiosa en la que, a falta de partidos de Champions, el club pueda seguir gastando ilimitadamente. Hasta sigue inventándose que Messi está a tiro.

Ningún analista, ya ni siquiera lo hace la secta de Marc Ciria, daría por buenos los argumentos de Laporta para justificar esa ansiedad y compulsión por fichar, como si estuviera haciéndole un pulso a LaLiga por excederse y abusar de su poder controlador: «Tuvimos que hacer unas palancas -ha explicado-, que eran operaciones económicas que salvaron al club de la ruina, y ahora el club está en recuperación económica, está ahora saneado con unos ingresos previstos de 1.225 millones de euros, un beneficio también presupuestado de 274 millones, pero a pesar de eso según las normas del fair play financiero de la liga española, no podemos fichar. Este tema se tendría que armonizar en todas las ligas europeas porque hay desigualdades en este sentido. Es más flexible en la Premier que no en España y esto no tiene mucho sentido para mí».

La cavilación de Laporta se desmiente por sí sola, pues parece evidente que si esa capitalización (870 millones en palancas) hubiera podido aplicarse sobre volúmenes de beneficio y de gastos correctos, el Barça debería disponer sobradamente de margen para fichar, para reducir deuda y para recuperar un saldo positivo de patrimonio neto.

Ni siquiera en el mejor escenario de esta temporada nada de esto va a suceder, lo pinte como lo pinte Laporta, aunque sí que haya dado instrucciones darles un zarpazo definitivo a las secciones con 15 millones de reducción de su presupuesto. A falta de saber qué secciones serán proporcionalmente las más afectadas, el Palau Blaugrana se ha sumido en la decepción y el desengaño sin saber cómo encajar un golpe bajo que, a media temporada, no puede tener buenas consecuencias.

Un sacrificio simbólico, si es que se acaba ejecutando, en un mar de pérdidas estimado en casi 200 millones y un plan de negocio ficticio del cual sólo parece dispuesto a aplicar el mínimo de la letra pequeña que hace referencia a las secciones.

Ese plan de negocio prevé todo lo contario de lo que está sucediendo, incluido cerrar con un beneficio ordinario -palancas al margen- a base de reducir sustancialmente la masa salarial del primer equipo de fútbol en al menos 150 millones. Ilusiorio.

Ningún otro auditor que no fuera nuevo, novato y de segunda división habría aceptado, como no lo ha hecho tampoco LaLiga, el diseño de un plan de negocio que, con patrimonio negativo y pérdidas recurrentes de casi 200 millones, tolera que Laporta se haya gastado 200 millones en fichajes y aumentado a 656 millones la masa salarial.

Apunta el auditor Grant Thornton en la memoria que «A 30 de junio de 2022 las bases imponibles negativas pendientes de compensar del Club ascienden a 382,2 millones», un dato que refiere los créditos fiscales aplicados a los ejercicios con pérdidas, es decir el beneficio impuestos negativos, que se han de compensar con beneficios a lo largo de los diez años siguientes.

La misma memoria, a continuación, explica cómo hacerlo: «La recuperación de estos activos por impuesto diferido se basa en el plan de negocio para los próximos 5 años (ejercicios 2022/23 a 2026/27) aprobado por la Junta Directiva del Club, que prevé la generación de resultados positivos a partir del ejercicio 2022/23. Este plan de negocio se basa en un incremento de los ingresos y contención de los gastos, especialmente los correspondientes a la masa salarial del primer equipo de futbol y, en general, de todas las secciones profesionales del Club, racionalización de los gastos de estructura, incremento de los ingresos procedentes de merchandising mediante la potenciación del e-commerce, nuevas líneas de productos, nuevos canales de venta y nuevas licencias, potenciación de los ingresos procedentes de actividades digitales, suscripción de nuevos acuerdos de patrocinio y monetización de determinadas áreas de negocio con socios estratégicos».

Reconociendo esta apremiante necesidad y siendo consciente de que las palancas sólo han servido para cubrir el déficit de la 2021-22 y de la 2022-23 (300 millones como mínimo), el fracaso de este plan de negocio resulta alarmante y debe mover aún más a la preocupación cuando, en el mes de noviembre, la actitud del presidente es de la de llorar por las esquinas mediáticas porque LaLiga no le deja gastar lo que no tiene, además de advertirle, al igual que el auditor, que sufrirá las graves consecuencias de sus locuras si no rebaja las fichas antes del 1 de julio de 2023.

Es lo que pasa cuando, a veinticuatro horas del cierre del último ejercicio, el 30 de junio de este año, el anterior auditor, Ernst & Young optó por salir por piernas antes que arruinar su reputación validando y certificando lo imposible. La entrada de Grant Thornton estuvo condicionada a la aceptación de unos parámetros que, a la larga, además de perjudicar al FC Barcelona, también dañarán el prestigio de este auditor. ¿Y Laporta? A él le da completamente igual y además afirma que el club está saneado económicamente. Él vive en otra película.

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