Contra el genocidio en Cataluña

8 de los 10 apellidos más numerosos en Cataluña acaban en “-ez”. García es el apellido más común; le siguen, por este orden, Martínez, López, Sánchez, Rodríguez, Fernández, Pérez, González, Gómez y Ruiz (datos de población 2022 del Instituto de Estadística de Cataluña).

Lo anterior se corresponde con una mayoría social trabajadora y castellanoparlante de origen (el 55% de la población con vecindad civil catalana) que es ninguneada oficialmente y maltratada en los medios. Se nos invisibiliza sistemática y premeditadamente; pero, como eso al parecer no les resultaba suficiente, además se nos humilla sentimentalmente. Se pretende obviar esta realidad cultural, lingüística y social eliminando cualquier vestigio de lo español (hispanofobia), del uso público del castellano/español (glotofagia) –conjuntamente hablaríamos de etnocidio– y social (condenándonos a la integración forzosa asumiendo el ideario nacionalista, renegando de nuestros orígenes y aceptando el papel reservado a las clases subalternas).

Este estado de cosas refleja la hipocresía de  su casta dirigente que es, simplemente, una muestra más de su poder: “A la clase A le encanta que la clase B se dé cuenta de esto y se queje, porque quejarse de la hipocresía es solo otra forma de decir ‘La clase A tiene un estatus más alto que yo’ y ‘soy un perdedor’” (N.S. Lyons); aunque, no nos engañemos, ello no sería posible sin el seguidismo de gran parte de las clases medias catalanas, fundamentalmente, las catalanoparlantes.

No es la primera vez que esto sucede en la historia: en la Inglaterra colonial se imponía el inglés a los hindúes, en la Sudáfrica del apartheid el afrikáans a los nativos… También en la España franquista, no lo olvidemos, el castellano a los catalanes. En Cataluña, una comunidad autónoma de una nación democrática que se llama España, se impone por los nacionalistas el catalán y la cultura que consideran les es propia según ellos a los ciudadanos catalanes hispanoparlantes. Esto es, como en aquellos antecedentes, sencillamente, opresión y los que lo hacen son unos opresores.

Parecen no querer entender el carácter nocivo de “enfrentar deliberadamente diversidades culturales mixtas y enriquecedoras que han conformado una sociedad plural y mestiza” (Manifiesto fundacional Fraternidad, unidad y solidaridad; Colectivo Juan de Mairena, junio 2017). Parecen no querer entender que “en una sociedad bilingüe habría que establecer que la única obligación de los ciudadanos es no forzar a otros a cambiar de lengua. Que cada  uno pueda expresarse en la lengua que considere que le va mejor según su propio criterio. Eso puede implicar un bilingüismo pasivo, es decir que uno puede hablar en una lengua y su interlocutor en otra, estableciéndose una comunicación fluida” (La Cataluña que queremos para el siglo XXI; ASEC/ASIC, marzo 2018).

¿Y qué hacer cuando a lo que estamos asistiendo en directo, globalmente considerado y desde hace varias décadas, es –siguiendo a Lemkim– un genocidio cultural, lingüístico y social que padecemos parte de la ciudadanía? Organizarnos y rebelarnos; porque solo resulta admisible el intercambio entre culturas diferentes desde la óptica de las relaciones humanas basadas en el respeto y la igualdad. Un buen ejemplo lo encontramos en la Plataforma Escuela de Todos que ha puesto en un brete al establishment nacionalista catalán y al Gobierno de España.

Los estudiantes de Soweto nos dieron una lección hace años: “conciencia negra” lo llamaron ellos; se rehusaron a estudiar en afrikáans, a ser educados simplemente como sirvientes del régimen racista sudafricano. Quizás que sigamos su ejemplo y expresemos nuestra “conciencia española” ya sin tapujos, abiertamente; si es necesario mediante el uso de la desobediencia civil. Se dan las condiciones para ello.

Mientras tanto desde la izquierda ideológica, un movimiento político jacobino, basado en el trabajo, el estado del bienestar, recentralizador, redistributivo, ciudadano y soberano, se está abriendo paso imparablemente. Para muchos de nosotros ya es la forma que hemos escogido para organizarnos y expresar esa conciencia y esa rebelión. No nos resignamos; no te resignes. Otra España no solo es deseable sino también es posible. Cambiar la situación en Cataluña resulta imprescindible para ello ¡Vamos!

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