Laporta valora «positivamente» haber caído otra vez en Champions en el primer asalto

Se ha prestado a una entrevista pactada con el diario Sport, para evitar preguntas incómodas, en la que afirma haber "salvado" el Barça con las palancas y admite que "sobran 200 millones de masa salarial"

L'entrevista de Laporta a 'Sport'.

Una vez más, Joan Laporta se ha escudado en el ventajismo y la cobardía para dar la cara ante los socios después largos meses de silencio mediático real; es decir, sin ofrecer una rueda de prensa abierta y sin límite de tiempo ni de preguntas sobre todos los temas. Incluso con el primer equipo líder y superada, resignadamente, la eliminación en Champions, el que fuera en su momento un presidente sin tembleques ni dudas, osado ante los micrófonos, valiente y con esa capacidad que le hacía tan singular de dominar el mensaje y el discurso ante cualquier auditorio, esta vez ha elegido parapetarse en el medio más colaboracionista y entregado a la causa, la portada del diario Sport, para soltar toda una perorata de obviedades sin más profundidad ni sentido que las fabricadas artificialmente por su equipo de comunicación y consensuada con un medio y unos periodistas que no se han salido del guión. El premio era la entrevista y Sport, sobre todo su director, Lluís Mascaró, con su incondicional, exagerada e inagotable aspiración a palmero del año del laportismo, se ha ganado a pulso esta especie de exclusiva por la que el resto de la prensa suspiraba.

A este paso, sin embargo, no concederá muchas más, pues la repercusión ha sido más bien escasa, con un seguidismo bastante apagado por el resto y con un contenido tan poco atractivo que la propia web de Sport hubo de retirarla como primera noticia a las pocas horas de desplegarla en diferentes piezas y temáticas. Seguramente habría vendido mucho más una entrevista a fondo con Gerard Piqué ahora que ya es formalmente un futuro candidato a la presidencia del Barça.

Para empezar, el tropezón mayúsculo que ha marcado este inicio de temporada, caer en la Champions por segundo año consecutivo, lo que para el Barça supone viajar atrás en el tiempo hasta los peores años de Joan Gaspart en la presidencia, es algo que para Laporta no ha ocurrido, era previsible y de alguna manera entraba en los planes de un equipo en formación. Al menos así lo ve el presidente: «Yo valoro -ha dicho- esta primera fase de la temporada positivamente. Se ha mejorado un equipo, cada vez más competitivo, aunque sigue en construcción. Pero ya ha empezado a generar unas grandes expectativas. La prioridad de este año es la Liga».

Aunque es cierto que nadie puede prometer ganar la Champions y también lo es que Laporta no ha concedido entrevistas serias desde hace meses, en las que hubiera podido delimitar exactamente esas expectativas con todo lo que suponen las palancas y los fichajes realizados, incluido el periodo de adaptación de Xavi Hernández que ya ja pasado por la amarga experiencia de perder todos los títulos, nadie puede olvidar que fue el presidente, eufórico en cada presentación de los refuerzos y en la asamblea, quien más encendió la caldera.

Laporta prometió una y otra vez este verano que el equipo sería competitivo y que estaría en condiciones de poder luchar por los grandes títulos otra vez. En ningún momento habló de tener paciencia este temporada ni desde luego insinuó que llegar a noviembre estando fuera de la Copa de Europa merecería una valoración positiva. Y en cuanto a la Liga, no hace falta decir que si el año pasado, a diez puntos del líder, Laporta repetía que «vamos a ganar la Liga», con seis fichajes de los más caros del mercado, parece evidente y plausible que licitar por ese título con el Real Madrid sea más bien una obligación que una novedad de última hora. Desde luego, le ha venido bien centrar su mensaje en la Liga aprovechando que los pinchazos del Madrid antes del Mundial se han combinado con dos victorias muy in extremis del Barça en Valencia y Pamplona.

Puntos con más épica que buen juego, victorias indudablemente satisfactorias, pero que ponen en discusión si el equipo de Xavi da pasos hacia esa construcción o vuelve a depender sobre todo de las individualidades y de cierta casta y furia de determinados jugadores. La afición mantiene esa ilusión, lo ha demostrado llenando el Camp Nou, porque se ha creído que con el esfuerzo por mejorar la plantilla a la fuerza han de volver los éxitos, al mismo tiempo que los tropiezos irreparables en Europa y el encadenado de partidos de Liga poco brillantes forman parte de esa misma realidad ambigua y en algún momento desconcertante. Habrá que esperar para valorar el resto de la temporada más allá de que el disgusto de caer en la Champions haya sido, sea como sea, una gran e imprevista frustración.

Con razón, la entrevista de Laporta ha dejado más indiferencia que otra cosa, pues tampoco en el ámbito de la gestión económica el presidente ha podido presumir de haber resuelto los problemas financieros estructurales. La realidad es que han empeorado desde todos los puntos de vista, motivo por el cual todas las respuestas se vuelven dudosas e ininteligibles.

Por un lado, afirma que «con las palancas hemos salvado al Barça de la ruina, lo estamos recuperando económicamente y hemos podido hacer un equipo competitivo. Ya no tenemos los temores del inicio del mandato, cuando recibimos el legado tan desastroso. En aquel momento descartamos la opción de liquidar el club, por supuesto, o de pedir dinero a los socios, porque no son responsables de la gestión nefasta que se había hecho. Lo que decidimos fue poner en valor unos activos que tenía el club y venderlos a un precio muy bueno dadas las circunstancias en las que nos encontrábamos. No me cansaré de agradecer a los socios y socias que nos dieran la autorización para activar estas palancas que han salvado al club. Además, estos activos representan solo un 5 por ciento de los ingresos anuales del club, por lo que las cuentas de resultados de los próximos años no se ven significativamente perjudicadas. Y quiero recordar que esta parte de activos que hemos vendido se pueden recuperar al cabo de 25 años. Hemos hecho una operación muy bien estructurada, a un buen precio y que ha servido para mucho. Para salvar al Barça, para iniciar la recuperación económica y para construir un equipo competitivo».

Lo que no dice es que además de mermar los ingresos de futuro, su junta ha suspendido dramáticamente no sólo en la generación de más ingresos. El drama es que bajo su mandato no ha habido forma de recuperarlos al nivel de los gastos que esta nueva junta ha generado. Resulta alarmante que después de echar a Messi, Griezmann, Coutinho y ahora Piqué, que fue puesto en el centro de la tragedia económica del club, la masa salarial se haya vuelto a situar en 656 millones de euros.

En la misma entrevista, después de ponerse la medalla de haber salvado al Barça admite que «todavía hay un déficit operativo del orden de los 200 millones de euros anuales, que viene motivado, sobre todo, por los enormes gastos que tenemos. Y, especialmente, por la masa salarial. Nuestra lucha está concentrada en reducir la masa salarial sin perder capacidad para competir. Es un ejercicio de equilibrio complejo. La masa salarial era de 650 millones y tenemos que tenerla en 450 millones».

Después de haber entrado en la caja 870 millones limpios de beneficio, cualquier periodista no sujeto a las servidumbres del diario Sport -que, por cierto, ha aumentado considerablemente sus ingreso derivados de la publicidad del club- le habría exigido rendir cuentas y obligado a admitir que un déficit ordinario de 300 millones acumulado en dos temporadas no son ningún salvavidas sino un lastre que está hundiendo la institución. El propio presidente se desenmascara cuando ha aplicado la receta de gastar y fichar más que nunca cuando el club necesita rebajar sobre todo la masa salarial (que incluye las amortizaciones).

Lo peor, con todo, es la frase de portada con la que Laporta pactó la entrevista: «El Barça nunca será sociedad anónima». Una frase lapidaria que en su boca y dicción no suena distinta a la de «Renuevo a Messi en un asado» y otras por el estilo. El Barça, si depende de la gestión de Laporta, está condenado a una urgente capitalización en uno o dos años. Esta portada es un aviso.

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