El rey y la comisionista

La quinta temporada de The crown ha llegado ya a las pantallas de nuestras casas. Narra la crisis matrimonial entre el actual rey de Inglaterra, entonces príncipe Carlos, y Diana de Gales, antes de su trágica muerte. Un período nefasto para la reina Isabel II. El estreno coincide con el juicio, también en Inglaterra, del rey emérito español, Juan Carlos I. Sin desmerecer la riqueza temática de la monarquía británica, exitosamente explotada en la serie, los méritos de la española tampoco son despreciables.

Las realezas siempre han tenido tirón en la ficción. Recuerdo esa mítica película de Laurence Oliver, El príncipe y la corista, interpretada por Marilyn Monroe y el propio Oliver. Y tantas otras. Pero, como decía Oscar Wilde, la realidad supera a la ficción, y ahora lo que se lleva es recrear la ignominiosa vida de las realezas, y aquí, insisto, España tiene material para dar y vender. Ya se han hecho cosas al respecto, pero falta un The crown como Dios manda.

En el juicio aludido al principio, los abogados del rey emérito alegan inmunidad para salvar su majestad del acoso del que le acusa su ex, Corinna Larsen. No alegan que no existiera el acoso, esto es superfluo, lo que vienen a decir es que entonces era inmune, y, por tanto, podía hacerlo, eso o lo que quisiera. Este detalle, no menor, es el que más asco da de la trama real español. La inviolabilidad del rey, antes Juan Carlos I y ahora Felipe VI es, aparte de anacrónica, altamente injusta y repugnante. Si se quiere mantener la casposa institución monárquica, que ya me cuesta asimilar, sería bueno al menos actualizar alguno de sus injustos privilegios.

Total, como de momento nada hace pensar que nada cambie, al menos hagamos de la esperpéntica monarquía española una serie, donde no habrá que poner demasiada imaginación, la realidad es bastante bestia. Siendo fidedigna, al cabo de los años, alguien puede incluso llegar a pensar que es exagerada, que nunca alguien pudo actuar con tanta sinvergüencería y que nunca nadie podría haberlo permitido. Como decía Maquiavelo en El príncipe, “quien engaña siempre encontrará a personas dispuestas a ser engañadas”. Pues eso.

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