El juego de Laporta con Messi sigue siendo sólo una fantasía

El presidente se aprovecha de la actitud reservada, prudente y de respeto de Leo por el Barça para fomentar su fichaje imaginario entre su prensa, aunque no ha contactado todavía con el delantero argentino

Joan Laporta y Leo Messi

La realidad es que Joan Laporta no mantiene ninguna línea abierta ni con Messi ni con su entorno. Cualquier alusión periodística a la posibilidad de un regreso no sólo es absolutamente falsa e irreal. También resulta muchos menos creíble y posible que, además, ese retorno se pueda materializar a corto plazo. Se trata, por tanto, de una perversa y descarada quimera fabricada por la interminable imaginación mediática de un presidente al que se le acaban los trucos de magia y las palomas en la chistera.

¿Por qué, entonces, el Laporta sigue dando alas y patrocinando esa noticia que no cesa de aparecer recurrentemente en los medios, sobre todo firmados y avalados por esos periodistas que comparten la cueva del laportismo más resistente?

La respuesta hay que buscarla en el respeto que Leo Messi siente por el FC Barcelona, por su gente, por la camiseta y especialmente porque le duele ver cómo el equipo, su equipo, ni se recupera ni progresa en la Champions por más millones que despilfarre la junta y por más que cada día que pasa crezca la deuda y se reduzcan los ingresos.

Lo que no hará Messi será responder a las provocaciones de Laporta, con quien sigue enojado y sin querer siquiera hablar. No tanto por echarlo del Barça como por el embuste y la instrumentalización que hizo de su figura en clave electoral y de esa ruin y malévola insinuación de que estuvo negociando a dos bandas con el Barça y el PSG. Posiblemente no se lo perdonará nunca.

Laporta, en cambio, sabe que Leo mantendrá ese silencio y esa prudencia respecto de su indecorosa y lamentable actitud como presidente que, bajo la presión del momento y de las circunstancias, continúe fabricando esa permanente y ficticia ilusión de su vuelta al Camp Nou. Messi renuncia de plano a que ningún titular sea susceptible de interpretarse en clave de conflicto con el Barça. No abrirá la boca ni para negar que esa puerta esté abierta ni mucho menos para acusar al presidente de ser un bocazas y un manipulador.

En realidad, eso es lo que busca Laporta: poner a Messi en la tesitura de responder, aceptando o rechazando, a esa oferta formal de “acabar bien su historia en el Barça”, una propuesta envuelta en el mayor de los cinismos y de la hipocresía pues no fue Leo el que decidió marcharse de Barcelona el 5 de agosto de 2021 sino Laporta quien le dio la patada y quien, un año más tarde, ha pretendido convertirse en el bueno de la película.

“Tengo una deuda moral con Messi”, ha llegado a decir para edulcorar esa inevitable e implacable verdad histórica que le señalará, para siempre, como el presidente que lo echó del Barça.

No sólo eso, su despido en forma de no renovación se tradujo en una temporada seca de títulos, de pérdida de patrocinadores y de imagen comercial, del peor contrato de esponsorización de la camiseta, de un bajón en la taquilla y en el merchandising además de unas pérdidas ordinarias evaluadas en 150 millones. También se produjo, como un año después se ha repetido, la eliminación en Champions a las primeras de cambio.

Es un mensaje, el de Laporta, que contiene toda la maldad propia del personaje, pues el silencio de Messi no deja de ser de alguna forma una no aceptación de ese homenaje pendiente, de esa despedida como es debido que fue Laporta, y sólo él, quien se la negó. No el barcelonismo con quien Messi sigue en paz y plena armonía para siempre.

Laporta sigue aprovechando ese no hay nadie al otro lado para reforzar esa sensación, rotundamente imaginaria, de que si Leo no responde es porque se lo está pensando o buscando la manera de romper su contrato con el PSG.

Es inimaginable pensar que el PSG lo dejará libre, eso suponiendo que Messi lo plantease, que tampoco, y en ningún caso después del Mundial y menos aún para venir a disputar la Europe League, eso sólo puede pasar por una mente calenturienta y apremiada por el KO europeo.

De trola en trola, Laporta llegó a afirmar que en el reciente viaje a París a la gala del Balón de Oro vería a Messi, como dando a entender que allí hablarían de ese futuro de concordia y de reencuentro que sólo Laporta contempla en sus ensoñaciones, pues Leo no estuvo invitado a esa cita. Un invento más.

De otro lado, la economía del Barça de Laporta está amenazada por la obligación de reducir en 200 millones la masa salarial antes del 1 de julio de 2023 y que tampoco está en condicione de añadir más leña a la plantilla pues no ha recuperado, pese a las palancas, el margen salarial suficiente para darse un capricho, ni medio.

Otra cosa es que Laporta se regodee en esa imaginario de un Barça con Messi otra vez de azulgrana y que su prensa, servicial y colaboracionista, le dé juego.

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