Anomia o redes sociales

Todos conocemos la famosa frase de Karl Marx, «la religión es el opio del pueblo». Consideraba que ésta era un instrumento de manipulación y opresión de las clases subordinadas, una forma básica de enajenación que servía como sanción moral y como consuelo ilusorio que enmascara una injusticia. En cambio, Durkheim consideraba a la religión una “institución útil”, que tenía el efecto de crear vínculos entre los individuos. En este sentido, este sociólogo creía que las creencias y los ritos religiosos hacían aumentar la solidaridad de los miembros del grupo y los integraba en una estructura normativa. Sin este sistema, para Durkheim, la sociedad se vería abocada en la anomia, una condición de inestabilidad personal o social a consecuencia de la pérdida de normas y valores después de que estos aparecieran de forma confusa o contradictoria.

Actualmente, parece que estemos en esa anomia; en esta pérdida de valores y normas que nos hace nadar en la deriva del individualismo y de la carencia de implicación con el colectivo. La religión, por otra parte, no podemos decir que haya terminado, simplemente ha sido sustituida por otro tipo de elemento que a pesar de parecer cohesionador en un principio, porque nos hace estar a todos interconectados, en realidad lo que hace es agrandarnos el ego, el individualismo e incluso la sensación de soledad. Hablo de las redes sociales, la religión de moda que, debido a la carencia de valores, está ocasionando que cada vez la sociedad sea más egoísta, menos comprometida con la realidad no virtual y que, como decía Marx, esté enajenada de aquello que ocurre en su alrededor. Y es que la religión -en términos generales- tiene un componente irracional que, en cierto modo, es necesario para vivir. La irracionalidad es lo que nos da fe, que nos permite tener la certeza de que nuestra vida sirve para algo sin que tengamos que saber exactamente los motivos por los que así es. Por otra parte, el hecho de formar parte de un grupo basado en unas creencias, unas reglas y unas formas de relacionarse nos hace sentirnos unidos al resto.

Obviamente, las religiones, o más bien, su uso, han hecho mucho daño a lo largo de los años y de los siglos. Pero sustituir una estructura moral y de valores por otra estructura que, si bien nos parece integradora, está basada en realidad en el narcisismo puro y duro, como son Tik Tok, Instagram y muchas redes sociales, no nos dirige hacia un futuro muy esperanzador.

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