Aulas de mayores: un reducto más contra la cohesión

La mayoría fueron fundadas en la década de los años ochenta del siglo pasado por personalidades vinculadas a CDC, UDC y Òmnium Cultural,

Este mes de octubre se han puesto en marcha las diferentes «aulas» de las personas mayores, también llamadas «de extensión universitaria». Su objetivo, dicen, es «acoger a personas de más de cincuenta y cinco años, que tengan interés en obtener nuevos conocimientos y que sientan la necesidad de seguir siendo útiles a la sociedad». Hasta aquí, todo correcto. Sin embargo, es fácil darse cuenta de la falta de sensibilidad global de estas «aulas», ya que van dirigidas casi por completo, a personas con estudios universitarios, cerrando la puerta a la mayoría. Sólo hace falta visitar las páginas de las diferentes asociaciones para ver las actividades que se desarrollan, en gran parte conferencias, pero también seminarios, salidas y viajes que están muy lejos de las posibilidades reales a todos los niveles de las personas jubiladas en Cataluña. Cabe decir que todas ellas obligan a hacerse socio, con cuotas que oscilan entre los cincuenta y cien euros, con la imposibilidad de asistir sólo a los acontecimientos que interesen si no se paga toda entera.

La mayoría de estas aulas en toda Cataluña fueron fundadas en la década de los años ochenta del siglo pasado por personalidades vinculadas a Convergència Democràtica de Catalunya, a Unió Democràtica y a Òmnium Cultural, aunque una de las más activas fue desde el principio la de la Universidad de Barcelona. A excepción de esta última, donde la pluralidad ha sido una constante en los últimos cuarenta años, el resto mantiene un perfil elitista y partidista. Por supuesto que el único idioma utilizado es el catalán y las temáticas de conferencias y seminarios se relacionan casi en exclusiva con Cataluña, destacando escritores y personalidades catalanas de ámbito local. Muy rara vez podemos encontrar disertaciones o ponencias sobre celebridades no catalanas, ignorando completamente a las españolas.

Es sintomático que la mayoría de aulas de personas mayores diseminadas por Cataluña se sitúan en el interior, en Girona y en las localidades donde hay mayor presencia de adheridos a Òmnium Cultural, pero también donde la población catalanohablante es más numerosa. En el ámbito político, es evidente que la omnipresencia histórica de Convergència en estos municipios es proporcional a la implantación de estas aulas. Muchas veces, Òmnium ha valorado el «trabajo» de estas aulas otorgándoles premios y consideraciones, como hizo en 2018 con el XIV Premio al Compromiso Cultural a AUGA, Aula de Extensión Universitaria de las Personas Mayores de la comarca de la Anoia.

Por consiguiente y desgraciadamente, las aulas de personas mayores no existen o lo hacen mínimamente en el área metropolitana de Barcelona donde languidecen «casals» de personas mayores donde las actividades se reducen a torneos de ajedrez, bolos o preparaciones de fiestas como la castañada o el carnaval. Gestionadas en gran parte por asociaciones de vecinos, subsisten gracias a subvenciones municipales escasas o de entidades financieras que han ido reduciendo costes suprimiendo personal cualificado por voluntarios de los mismos centros que no tienen la capacidad de cohesionar clubs de lectura o de trabajos manuales que antes funcionaban relativamente bien.

Así pues, ciudades como Terrassa, Sabadell o Badalona, ​​que disponen de Aulas de Extensión Universitaria y casals de mayores, mantienen esta fractura social donde la, digámoslo así, burguesía catalanohablante y con estudios accede a las actividades organizadas para ella mientras que el resto, mayoritariamente castellanohablante, debe contentarse con pasar el rato jugando a cartas, al dominó o a la petanca. Es cierto que las «aulas» están abiertas a todo el mundo, sin distinción de lengua o estudios, al menos sobre el papel, pero el alto nivel de las actividades programadas impide el acceso a ellas de un colectivo suficientemente importante.

Un caso muy claro de la carga ideológica de estas «aulas» es el de las de Sabadell, Sant Quirze y Castellar del Vallès, pero también la de Terrassa, todas ellas dirigidas por destacados miembros de la ANC y de Òmnium y donde los diferentes ponentes de conferencias y charlas se van moviendo entre las diferentes localidades de una forma de evidente clientelismo y amiguismo y donde impera el sectarismo. Quizás el ejemplo más claro es el de Salvador Cardús Ros, doctor en Ciencias Económicas y profesor de Sociología en la UAB y destacado miembro independentista que ensalza «el valor que tienen estas aulas como creadoras de una red social al servicio de la vertebración de la sociedad» a la vez que habla de cohesión incluyendo sólo las asociaciones vinculadas en exclusiva a la cultura catalana y, por supuesto, a Òmnium Cultural. Una muestra más de esa fractura que muchos quieren perpetuar, ignorando deliberadamente, la pluralidad de la sociedad catalana.

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