El “topless” del gobierno

Hace unos días, mira por dónde, se celebraba el Día Mundial del Topless. Hay días para todo. El gobierno de la Generalitat, al tener una consejería de Igualdad y Feminismos que no va sobrada de trabajo, creyó conveniente aprovecharlo para aleccionarnos y hacer una campaña publicitaria en la que estimulaba a practicar el topless para superar la discriminación de género respecto a la cuestión.

Se ve que una asociación de nombre tan elocuente como el de Mugrons Lliures ha sido la inductora de una campaña en la que, qué curioso, en la parte gráfica se muestra el pezón de un hombre y no aparece ninguno de mujer. Que yo sepa, la práctica del topless no sólo no está prohibida, sino que la practican con toda normalidad aquellas personas a las que les apetece y se sienten cómodas con ello. No veo ni oigo ninguna reacción airada de nadie que se sienta ofendido por esta cuestión. Normalidad. Quien quiere lo hace, pero nadie está obligado a hacerlo. Aceptación y tolerancia por parte de todos. Las épocas del blanco y negro de gente puritana y falsamente beata que reaccionaban indignados ante unos senos femeninos al descubierto hace mucho tiempo que pasaron. Afortunadamente. ¿Qué sentido tiene esta campaña, pues?

Ciertamente realiza una función de sustitución de ocuparse de los problemas reales, de distracción. A medida que los gobiernos, todos, han ido quedando incapacitados para actuar sobre problemas estructurales, suelen actuar en terrenos simbólicos como forma de conformar un grupo de intereses. Ya hace años que hay un progresismo más bien de postureo que de realidad al que le encanta librar batallas culturales en lugar de cambiar el contexto en el que nos vemos obligados a desarrollar nuestras vidas. Existe una creciente desigualdad que arruina el concepto de sociedad, sus lazos y sus solidaridades. Hay una creciente precarización en el mundo del trabajo, cada vez más gente excluida y pobre. Tenemos problemas por falta de viviendas asequibles y las situaciones de pobreza aumentan, mientras hemos medio desguazado el Estado de bienestar. Podemos seguir. Tenemos el calentamiento global, el cambio climático, el envejecimiento de la población, la sobrepoblación, la falta de expectativas para los jóvenes, ciudades sucias, una turistización insoportable en las ciudades… Como ni se sabe cómo actuar ni se tienen muchos instrumentos para hacerlo ante los retos de verdad, nos distraemos en temas de valores sobreactuando y pontificando.

Lógicamente, no es que el tema de la igualdad y los feminismos no sea importante. Lo es y mucho, pero tiene que ver con la necesidad de cambios culturales y de mentalidad, lo cual afecta la esfera personal y, en todo caso, debería impregnar toda la obra de un gobierno.

No tiene sentido, y en ocasiones se generan reacciones contrarias, cuando se crean departamentos cuya función, creen, es la de ejercer de comisariado. Por la misma regla de tres, debería haber ministerios o departamentos que se ocuparan de la libertad, de la fraternidad, de la empatía o del buen humor.

Que sea deseable, que aspiremos a que la sociedad avance hacia estos valores, no implica que sea necesario un departamento del gobierno. El sentido de su existencia es gestionar y promover políticas públicas. Para la sensibilidad, la espiritualidad o el espíritu cívico como ciudadanos, no necesitamos leyes, reglamentos ni declaraciones de buenas intenciones de los gobernantes. Éstos, que se ocupen de mejorar las condiciones materiales de nuestra existencia o, al menos, que no las empeoren demasiado.

Al menos yo, no encuentro demasiado progresista estimular batallas culturales con la derecha más reaccionaria, que es de hecho lo que se busca con este tipo de campañas. Así, se crea un “nosotros” y un “ellos” que sirve sobre todo para alinear bandos opuestos y cohesionar cultural y políticamente a los “tuyos”.

La decisión de crear una polaridad que no lleva a ninguna parte más allá de aumentar la crispación no contribuye al avance de la sociedad, y sí más bien a su retroceso. La derecha extrema, o no tanto, se burlará y pondrá el grito en el cielo. Personas que no son reaccionarias, que tienen problemas e incertidumbres que no se les ayuda a resolver y que no son carcas, se apuntarán a esa respuesta. Lo harán porque se han hartado de tanta impostura.

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