Todo el poder para Esquerra

La política, para quien se la trabaja. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez es un ejemplo de esta voluntad de llegar a la cúspide, saliendo de “outsider” y habiendo pasado por una dura y larga travesía del desierto hasta lograr, con ambición, constancia y el don de la oportunidad, los objetivos. En su caso, y de momento, el Palacio de la Moncloa. Se esté de acuerdo con él o se disienta, el mérito se le tiene que reconocer.

En Cataluña, no tenemos un Pedro Sánchez, pero tenemos la “inteligencia colectiva” que dirige, desde hace años, Esquerra Republicana (ERC). De ser un partido que no se pudo presentar a las primeras elecciones democráticas del 1977 –no fue legalizado y fue acogido por los maoístas del Partido del Trabajo de España (PTE)- hoy ha acabado conquistando la hegemonía de la Generalitat habiendo quedado segundo, detrás del PSC, en las últimas elecciones autonómicas. Increíble y “chapeau”.

De ser un partido de los perdedores de la II República –gente mayor y muchos de ellos regresados del exilio- ERC se ha convertido hoy un partido de cuadros, con una solidez férrea y una disciplina leninista. Solo hay una organización política en el Estado español que se le  asemeje, el PNV, que casi siempre –salvo en la legislatura en la cual PSE y PP establecieron una alianza anti-ETA- ha gobernado el País Vasco, con puño de hierro y guante de seda.

El asalto de ERC al gobierno de la Generalitat ha sido lento y paciente, pero, como podemos ver, ha resultado tremendamente eficaz. Para convertirse en partido de poder tenía que derrocar, primero, la granítica masa acumulada, durante 23 años, por el nacionalismo caudillista que lideraba Jordi Pujol.

Por eso, ERC no dudó en apuntarse a los dos tripartitos (2003-10) montados alrededor del PSC. Durante estos años, los cuadros del partido hicieron un intensivo y provechoso aprendizaje de cómo funciona por dentro  la administración catalana. Esta es una de las claves de su éxito: considerar que el poder (político, económico, mediático…) es un “oficio” que hay que conocer en detalle y estudiar en profundidad, como fase previa a su conquista.

Si los soviets del Partido Comunista de Lenin actuaban como “vanguardia” del movimiento obrero, ERC también ha creado una estructura, reducida pero eficaz, para liderar el movimiento independentista. La gran verdad del 1-O es que esta brillante y exitosa “performance” fue organizada y montada por esta “inteligencia colectiva” que dirige ERC y de la cual Oriol Junqueras solo es el rostro público, aprovechando su proverbial habilidad dialéctica.

Con su apuesta independentista, ERC consiguió que una parte importante de los votantes de CDC, espoleada por Artur Mas, “saliera del armario”. Una vez esta masa se “calentó” y radicalizó, ERC puso el freno de mano, dejando que los herederos de Jordi Pujol se estamparan por el precipicio de la impotencia y la frustración. Jugada de alta estrategia política magistralmente ejecutada.

¿Cuál es el objetivo de ERC? Obviamente, no es la independencia, que es racionalmente imposible en la actual fase del proyecto de construcción europea y lo sabían muy bien desde el primer momento. El objetivo de ERC es la conquista del poder para fortalecer todavía más y engrasar su maquinaria para convertirse, de este modo, en una organización muy potente que domine y controle todos los tentáculos de la vida política, económica, mediática y social de Cataluña.

ERC es el pujolismo del siglo XXI, pero con una diferencia sustancial. Convergència era una organización casi unipersonal y, una vez caído Jordi Pujol por los “affaires” de corrupción de su familia, el partido se ha acabado desfigurando y disolviendo. ERC no es Oriol Junqueras, es un núcleo dirigente muy cohesionado que viene de lejos y que tiene voluntad de pervivencia a largo plazo.

Gracias a la inexperiencia y alejamiento de Carles Puigdemont, aislado en Waterloo y obnubilado por su futuro personal, Junts por Catalunya (JxCat) ha cometido el peor error de su corta trayectoria: regalar el Gobierno de la Generalitat a ERC y, además, en vísperas de unas importantes elecciones municipales donde se dirimirá el decisivo poder territorial.

Los republicanos todavía se hacen cruces de la extrema ingenuidad de los dirigentes de JxCat. Nunca se habrían podido imaginar que les cayera a las manos de manera tan rápida este enorme “regalo”. Con solo 33 diputados de 135, ERC ha conseguido el principal poder que existe en Cataluña.

Es cierto que no paraban de hacer “putaditas” a sus socios de Gobierno para erosionarlos e ir ganando espacios de poder: el último, la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales, una de las “joyas de la corona”, que tradicionalmente había controlado Convergència. Pero aquello realmente insólito es que, a las primeras de cambio, JxCat haya caído de bruces en la trampa evidente que les iba tejiendo ERC.

El guion está escrito: no habrá moción de confianza, no habrá elecciones y habrá presupuestos. ERC ha nacido para mandar –quedan atrás los años en que eran unos “monaguillos” de CDC o del PSC- y ahora que ha conseguido el Santo Grial, no lo soltará por nada del mundo. Pere Aragonès negociará y pactará lo que sea, como hace Pedro Sánchez, para mantener el poder que, 83 años después de acabada la Guerra Civil, el “old party” catalán ha recuperado por fin. Esta es la única certeza y la única lección de los hechos de octubre de este año 2022: ERC ha llegado al Palacio de la plaza de Sant Jaume para quedarse y de ello se ocupará el implacable Sergi Sabrià.

El gran interrogante es cómo ejercerá este poder omnímodo que ERC tiene ahora, gracias a la increíble inocencia de JxCat. A pesar de que es una maquinaria temible, el partido tiene dos grandes asignaturas pendientes: la falta de conexión con los grandes empresarios y altos ejecutivos que todavía quedan en Cataluña, después de la diáspora provocada por el 1-O; y su nula penetración en las clases populares de raíz española, a pesar de experimentos anecdóticos como el de Súmate.

En este sentido, el PSC le lleva una enorme ventaja que, muy difícilmente, ERC atrapará. Además, el partido corre el riesgo de caer en la prepotencia del “nuevo ganador”. El incendio que Isona Passola ha provocado al Ateneo Barcelonès es revelador de unos preocupantes tics autoritarios, latentes en el ADN de la actual ERC, a los cuales la sociedad catalana ha sido siempre muy refractaria.

El gran peligro es que ERC se emborrache de poder y empiece a hacer tonterías, que inevitablemente le pasarán factura política y electoral. Sin embargo, de momento hay que dejar constancia de la gran habilidad y astucia que ha exhibido la “inteligencia colectiva” que gobierna el partido para lograr, paso a paso, los objetivos que se había fijado y que, situados en la perspectiva del 2010, parecían totalmente quiméricos.

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