Jaume Guardiola sepulta el futuro del Barça bajo un alud de deudas y de pérdidas

Antes de dimitir como ‘controller’, para dedicarse a dirigir el Cercle d’Economia, aprobó la masacre de los recursos del club mediante las palancas de Laporta y validó todos sus desmanes y locuras financieras

Jaume Guardiola

Jaume Guardiola, el presidente de la Comisión Económica Estratégica de FC Barcelona hasta el pasado domingo, dimitió de su cargo después de enterrar el club bajo un alud de deudas y pérdidas, además de someterlo a una cruel masacre de los recursos futuros del club. Una antología del disparate que ha durado desde la toma de posesión de la directiva de Joan Laporta, el 17 de marzo de 2021, hasta la esperpéntica asamblea telemática del 9 de octubre de 2022, un largo periodo de gestión en el que Jaume Guardiola ha permitido, autorizado y validado todas y cada una de las atrocidades económicas y financieras propiciadas por esta junta directiva.

El nuevo presidente del Cercle d’Economía, elegido este mismo año en las primeras elecciones de la institución, debido a la inesperada y anómala presentación de dos candidaturas, puso como excusa y argumento para su dimisión como controller del Barça precisamente esa victoria electoral que, según los expertos, representa el continuismo tras la ocupación de esa misma silla del exvicepresidente del FC Barcelona Javier Faus.

La cuestión es si, con esa despedida tan dañina para el club, Guardiola no saler el Barça dejando tras de sí la imagen de una especie de sepulturero de una entidad prácticamente enterrada en viva con su pleno consentimiento y aprobación.

El lobby económico que representa el Cercle d’Economia sabrá lo que se hace dejando su dirección en manos de alguien que ha sido capaz de actuar fríamente y sin escrúpulos como el colaborador necesario para conducir al Barça al abismo de la sociedad anónima. Es el fin más probable, el inevitable cambio del modelo de propiedad que cuanto más niega y repudia Laporta más cobra una forma verdaderamente amenazadora.

Guardiola pudo haber dimitido antes de la asamblea y evitar el mal trago de salir a defender el peor de los ejercicios cerrados nunca por una junta del Barça y el presupuesto más infame y ridículo de la historia. En lugar de eso, optó por despedirse a lo grande, cerrar los ojos, admitir las atrocidades de Laporta y encima dar luz verde a las palancas como es si estas, verdaderamente, fueran una solución óptima a los problemas de un club sin futuro.

Sus dos intervenciones, pidiendo la aprobación del ejercicio 2021-22 y luego la aprobación del presupuesto 2022-23, fueron pródigas en barbaridades que, con el tiempo, pueden convertirlo en un forajido de leyenda, pues anunció unas pérdidas ordinarias previstas para este nuevo curso de ¡176 millones de euros! solo minutos después de haber dado por buenas pérdidas de 132 millones del ejercicio cerrado.

No es compatible, desde luego, aprobar una sangría del calibre de 132 millones, el uso de palancas usadas in extremis, desesperadamente y bajo presión, para tapar ese agujero y encima aplaudir que la propia junta de Laporta, sin establecer ninguna medida de austeridad ni de control, gaste lo que no tiene con la triple consecuencia de aumentar en casi 200 millones la masa salarial, no rebajar la deuda e incrementar los gastos generales de forma desproporcionada.

Y, peor todavía: admitir que después de ingresar 870 millones extraordinarios por la venta de activos el fondo propio patrimonial, que era negativo en 451 millones, seguirá siendo negativo en 79 millones al final de esta temporada.

Si la solución aplaudida en el Barça por el ex-CEO del Banc de Sabadell la hubiera aplicado en la entidad financiera hoy ya no existiría y él probablemente estaría en búsqueda y captura por la justicia, pero sobre todo buscado por tierra, mar y aire por los accionistas que habría arruinado.

Cuesta creer la impune frivolidad con la que ha actuado al frente de esta comisión económica de carácter estratégico, por estatutos obligada a emitir informes serios, responsables e independientes, mucho más después de la retirada del aval y de la supresión asamblearia del artículo 67º que impedía presentar pérdidas en dos ejercicios seguidos y obligar el cumplimiento de una deuda neta de máximo el doble del Ebitda.

Los socios del Barça, por tanto, han quedado a la intemperie y sin protección contra el tándem más destructivo de la historia integrado por Joan Laporta y Eduard Romeu, imparables amos de un universo azulgrana sin vigilancia ni depredadores naturales. Al contrario, Jaume Guardiola les ha dado alas y cobertura con el cinismo de felicitar a la junta, antes de pedir la aprobación del resultado económico del ejercicio 2021-22, por el aumento destacable de los ingresos de taquilla, Museu y tiendas con relación a la temporada 2020-21 sin ni siquiera tener en cuenta que esas tres vías de ingreso estuvieron toda la temporada cortadas de raíz por la pandemia. No se puede hacer más el ridículo.

O sí, pues en su informe y recomendación para la aprobación el presupuesto 2022-23, pocos minutos después, dio como segura la necesidad de vender la última palanca, BLM, como la única solución plausible para reducir el impacto de las pérdidas ordinarias (173 millones) por segundo año consecutivo, ya sin covid.

Puede que, alcanzado este extremo, no tenga sentido mantener una comisión económica estratégica en el FC Barcelona, pues solo ha servido para blanquear el despiporre en que se han convertido las cuentas de Laporta.

Curioso que su predecesor al frente del Cercle d’Ecomomia, Javier Faus, accediera a ese puesto tan relevante entre los poderes económicos y financieros de Catalunya, después de dejar el Barça en 2015 con una auditoría saneada, impecable, con patrimonio positivo y en beneficios y en cambio Jaume Guardiola lo haya hecho tras devastar las estructuras de negocio y las reservas del club.

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