Eduard Romeu se queda sin argumentos ante la catástrofe económica y financiera

El vicepresidente económico de Laporta no convence con un relato mediocre y embustero sobre una masa salarial que se ha disparado y la aplicación de medidas de rigor y austeridad que ya llegan demasiado tarde

Eduard Romeu

La envolvente promovida desde la junta por el vicepresidente económico Eduard Romeu, que probó a realizar una entrevista preparatoria de la asamblea, no ha funcionado. Su discurso y mensaje son embusteros, faltos de credibilidad y de argumentos, motivos por los que muy probablemente no se ha prodigado demasiado.

Tampoco le hace falta, pues no ha de replicar a ninguna oposición ni enfrentarse a una prensa preparada, exigente o independiente. No queda. La asamblea de compromisarios será, por tanto, plácida para la junta y abusiva para los derechos de los socios que verán cómo se aprueban liquidaciones, presupuestos y palancas con el otro recurso mediático, el del presidente Joan Laporta, quien ya ha advertido que ante la necesidad de exprimir los recursos sociales mediante una derrama o un aumento de los abonos ha preferido vender patrimonio. Truco o trato.

Lo que debieron hacer entre todos, Joan Laporta, Ferran Reverter y Eduard Romeu, era aprobar en su momento un plan serio de recuperación de la pandemia, centrarse en el verdadero problema y no dedicarse a poner en el punto de mira a la junta anterior, no solo tras las elecciones sino desde mucho antes con un voto de censura que, se ha demostrado, ha tenido consecuencias catastróficas.

A Josep Maria Bartomeu, según argumentaron los promotores golpistas, los mismos que siguen dominando el entorno laportista desde los más bajos recursos del poder político-soberanista, económico, mediático y social, llegaron a acusarlo de engañar al socio porque su administración logró perfeccionar y rentabilizar extraordinariamente el Seient Lliure. Le recriminaron que esos beneficios con los que se pagaba a Leo Messi, el resto de la plantilla, las secciones y la Masia no se revirtieran a la cuenta corriente de los socios, como si eso fuera posible.

TV3, el principal brazo armado de la oposición a Bartomeu, hizo de esa locura una bandera, mientras que hoy calla, oculta, disimula y mira hacia otro lado con los desmanes de Laporta y de sus mediocres e inútiles cómplices en materia económica y financiera.

Eduard Romeu ha esgrimido como una gran victoria su balance en este ámbito: «Se puede decir que hemos salvado al club, pero aún no lo tenemos sano”, ha dicho después de empobrecer el Barça hasta el límite de dejarlo abocado a una SA irremediablemente.

Si los 870 millones de euros obtenidos por la venta de patrimonio, en buena parte irrecuperables para siempre, no han servido más que para evitar el ridículo de sus presupuestos y de su gestión, pues se ha consolidado un déficit estructural de más de 100 millones anuales, la afirmación de Romeu es un chiste o parte del último monólogo antes de caer en el abismo.

A este panorama, Romeu añade que se va camino de regular la masa salarial presumiendo de “haberla rebajado en 150 millones”. Una cifra que se saca de la manga gracias a haber echado a Messi y Griezmann y haber fracasado en todos los frentes, deportivo, comercial, económico y social la temporada anterior, sin admitir, como sí lo hace la memoria oficial de este año, que las nóminas deportivas se han disparado hasta los 656 millones, la segunda más alta de la historia.

Añade también en sus exposiciones que el Barça “no tendrá problemas para inscribir jugadores el próximo verano”, mientras que Javier Tebas ya le ha advertido que debe reducir en 200 millones la masa salarial para poder seguir jugando en LaLiga. Romeu viene a decir en realidad que no habrá problemas porque no habrá fichajes sino una obligada venta de jugadores.

Romeu sigue dando patadas hacia adelante, posponiendo pagos, difiriendo nóminas y atrasos, como los 50 millones que se le deben a Messi, motivo por el cual se le invita a regresar, eso sí, gratis.

Juega con fuego, pues además de un escenario dantesco para esta temporada en la que no se cubren los gastos previstos ni con los ingresos de más alta estimación, los recursos como los derechos de TV y los procedentes de los activos digitales han bajado en no menos de 60 millones.

Acostumbrado a sus prácticas especulativas, pretende generar un estado de bienestar barcelonista que no existe sobre todo ante Goldman Sachs para que libere los 1.500 millones del Espai Barça.

Por eso desde la junta se alude continuamente al traslado a Montjuïc a partir de la temporada 2023-24, una misión imposible porque, a día de hoy, no se ha entrado en el Ayuntamento el nuevo proyecto de reforma arquitectónica y porque en el supuesto de que se encontrase la fórmula de ir derribando la Tercera Graderia, a la espera de la licencia final, al coste de unos 20 millones de acondicionar el Estadi Olímpic habría que añadirle una reducción de ingresos por abonados, taquillas y Museu no inferior a los 50 millones.

“Ahora hace falta mucha austeridad y mucho rigor, y queda mucho trabajo por hacer», esa es su receta mágica, probablemente acertada y efectiva si se hubiera aplicado hace meses para evitar esta tragedia de las palancas en tres actos y el estado de ruina irrecuperable en el que se encuentra el club.

Efectivamente, no se adoptaron medidas como rebajar unilateralmente las fichas en un 20% cuando estaba justificado hacerlo. Una medida que Laporta no se atrevió a ordenar, como sí lo había hecho Bartomeu, a quien le costó el cargo haber acortado en un 12% los salarios en los tres meses de pandemia de la temporada 2019-20, cuando el equipo era líder en la Liga y debía enfrentarse al Bayern en los cuartos de final de la Champions.

Tampoco medidas de austeridad, imposibles de cumplir teniendo un presidente manirroto como Laporta, que lleva una vida de cinco estrellas a costa del club y que no descarta ningún fichaje ni operación que no esté asociada a una generosa comisión, en principio para terceras personas como los agentes Iván de la Peña, Pini Zahavi, Jorge Mendes o Darren Dein.

Las patrañas de Eduard Romeu son una prolongación de las de Joan Laporta y el resultado de una mala y esperpéntica interpretación de las líneas marcadas en su día por Ferran Reverter. Romeu podría y probablemente debería haber dimitido cuando el aval de su jefe Elias se convirtió en papel mojado, lo mismo que la propia dignidad del vicepresidente económico a quien Laporta le prometió la presidencia de la Comisión Económica si se marcha Jaume Guardiola.

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