Laporta quiere tapar con la herencia la descontrolada venta de palancas

Explicará a los socios el mismo cuento de siempre para justificar que con 870 millones de beneficios no ha podido compensar los 451 millones de fondos propios negativos y además ha consolidado el déficit ordinario

Joan Laporta
Joan Laporta

Ya se sabe qué viejo y gastado truco utilizará Joan Laporta para gobernar la asamblea del domingo que viene. El mantra de la herencia y de señalar a Josep Maria Bartomeu como el único culpable de todos los males, y también de las siete plagas de Egipto, regresa con más fuerza que nunca para justificar la venta récord y descontrolada de patrimonio (870 millones de euros), para acabar reconociendo que, a pesar de ese descomunal empobrecimiento, ese enorme sacrificio no ha alcanzado ni de lejos para depurar los 451 millones de euros de fondo patrimonial negativo que, pretendidamente, debía desaparecer del balance contable.

El barcelonismo asistirá, como en la legendaria película de El Golpe, al mayor acto de funambulismo, ocultación y embuste de la historia social del FC Barcelona en una asamblea descaradamente manipulada donde Laporta debe convencer a los compromisarios de que esa estrategia de arruinar a la institución era absolutamente necesaria dadas las circunstancias.

El ruido de las palancas, por tanto, atronará en la sala virtual asamblearia del domingo en medio de una atmósfera digital, fría, antidemocrática y teledirigida con un mensaje que se irá repitiendo a lo largo de la mañana, una y otra vez: «Desgraciadamente, con motivo del legado que hemos recibido, sólo teníamos dos opciones: o vender las palancas o empezar a pedir dinero a la gente. En un momento de pandemia y dificultades económicas, ni mis compañeros de junta directiva ni yo no queríamos hacerlo esto de pedir dinero. Se han tenido que vender activos para consolidar esta recuperación». Son las palabras textuales del presidente en la Trobada de Penyes de Balears, que ya condensan la justificación mediática cocida entre los sesudos responsables -nada originales, dicho sea de paso- de la comunicación y el engaño mediático.

Siendo un discurso coherente con el relato fabricado desde el laportismo, la realidad lo contradice contundentemente, pues en dos meses de locura de verano el el Barça se ha recuperado de nada, al contrario, y lo único que se ha consolidado es la mediocridad de la gestión, la manifiesta incapacidad para aplicar las medidas realmente necesarias y el fatal desenlace económico de un club que nunca más podrá recuperar su solidez patrimonial. No al menos por sí mismo.

Laporta se ha zampado lo que quedaba las reservas en un plis plas, ha firmado ventas por un total de 870 millones que, además de tener un impacto brutal en los ingresos futuros, minorándolos en no menos de 60 millones a partir de la temporada próxima, no han servido para sanear la economía. Más bien al contrario, como ya refleja la memoria del curso posado y el presupuesto de este, con una masa salarial inasumible 656 millones y gastos por 1.064 millones, eso sin tener en cuenta los variables financieros.

Una barbaridad de récord de más de 1.000 millones de gastos contra una previsión de ingresos de 1.255 millones, de los cuales 600 millones se corresponden con las ventas extraordinarias practicadas bajo la urgencia de pagar fichajes comprometidos, comisiones incluidas de 10 millones como en el caso de Robert Lewandowski, antes de disponer del dinero ni del margen salarial permitido por LaLiga.

El Laporta que se las daba de poder conquistar a Erling Haaland antes del verano -hoy sabemos que el noruego nunca tuvo en cuenta esa opción-, que luego admitió no tener el club en condiciones de ser competitivo en el mercado, y que, finalmente, se ha gastado mucho más de la cuenta y más que ningún otro club competidor son las tres caras de una misma personalidad esquizofrénica y tripolar por lo que se refiere al discurso y a la gestión.

En realidad, vive al día, oliendo el negocio aquí y allí y dejando al margen los intereses prioritarios del club. De otro modo, sin añadir casi 300 millones de pérdidas el año pasado, inexplicable, ruinosa y trascendente decisión, y acudiendo al rescate de una sola palanca el Barça podría haber hecho la misma inversión en fichajes de 70 millones anuales y tendría fondos propios positivos, ganancias y equilibrio presupuestario.

No es posible manejar el club peor ni perjudicarlo tanto, ni siquiera por torpeza. La pregunta es si la asamblea percibe la verdadera realidad del Barça, que no lo parece, y si en todo caso podría manifestar su disconformidad u oposición. La respuesta es, rotundamente, no.

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