Asesinadas mientras hacían la ‘selec’

Un atentado causó la muerte de al menos 35 personas y heridas a otras ochenta más el pasado viernes 30 de septiembre. La mayoría eran chicas que estaban haciendo un examen que debía permitirles acceder a la Universidad. Normalmente, cuando leemos, escuchamos o vemos estas noticias lo primero que hacemos es intentar saber dónde ha pasado.

No ha sido en ninguna universidad catalana, no. Tampoco en alguna europea. Este brutal atentado tuvo lugar en un centro educativo del oeste de Kabul, la capital de Afganistán, país que controlan los talibanes desde que las tropas de la comunidad internacional lo abandonaron. Por eso, la noticia salió un rato en algunos medios de comunicación y desapareció enseguida.

Samira Hamidi, responsable de campañas de Amnistía Internacional explicó que este atentado “es el último en una serie de ataques perpetrados en zonas de predominio de población de la minoría chií hazara y un recordatorio vergonzoso de la ineptitud y el fracaso total de los talibanes, en tanto que autoridades de facto, para proteger a la población”. Hamidi reclamó medidas urgentes para garantizar la seguridad de las personas en Afganistán, sobre todo la de los miembros de las comunidades minoritarias. Quien comete estos atentados es Estado Islámico, que considera herejes a los hazaras.

Decenas de mujeres salieron al día siguiente a protestar por las calles de Kabul por los atentados contra la minoría hazara. La protesta fue disuelta por milicianos talibanes con disparos al aire.

No se trata de relativizar los problemas y defectos de nuestro sistema educativo. No se puede bajar la guardia en la lucha contra las injusticias que detectamos en él. Pero sí que debemos contextualizarlos en el mundo global en el que vivimos. Es necesario y útil debatir en qué lengua se debe enseñar a las chicas y chicos en nuestras escuelas, institutos y universidades. Es fundamental poner orden en la organización y priorización de las materias que se imparten en los ciclos de Formación Profesional. Hay que facilitar la inclusión de todos en nuestras aulas, sin que los orígenes o las capacidades diferentes expulsen a nadie. Nuestras universidades deben ser foco de aprendizaje en libertad y no terminales de un proceso adoctrinador sectario.

Todo esto lo debemos tener presente y tratar de mejorar nuestro sistema educativo mediante un debate abierto, sincero y constructivo. Pero no podemos dar por bueno que tragedias como las que se vivieron en esa escuela afgana el pasado viernes sean para nosotros sólo un disgusto pasajero mientras miramos el televisor o algún portal de noticias en Internet. No podemos implicarnos en todas las causas justas que hay en el mundo pero nada nos puede ser indiferente.

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