La asamblea oculta un enigma sobre el futuro de Jaume Guardiola en la comisión económica

La asamblea general ordinaria del Barça de 2021

Uno de los tres puntos de votación del orden del día de la asamblea del Barça, el próximo 9 de octubre, servirá para ratificar un cargo de la Comisión Económica Estratégica. A falta de más información, pues desde la junta directiva no se ha comunicado ningún cambio en ese órgano de control -mucho menos el de una baja previa que justificaría la provisión de la vacante y, por tanto, el trámite preceptivo de su ratificación asamblearia-, hay que suponer, primeramente, que se ha producido una renuncia en las últimas semanas. Los rumores y algunas informaciones internas habían apuntado como muy probable la salida del presidente de dicha comisión, Jaume Guardiola, como resultado de una decisión coherente con su nuevo cargo, electo, al frente del Cercle d’Economia, el primer y más influyente lobby económico y financiero catalán.

Más que una cuestión de incompatibilidad, suponiendo que la sustitución sea la del presidente en este caso, la nueva posición de Jaume Guardiola empieza a entrar en fricción con el prestigio, la notoriedad y la credibilidad que se le exige y se le supone al nuevo presidente del Cercle d’Economia. El aval que Jaume Guardiola, por activa o por pasiva, le ha venido dando a las actuaciones económicas y financieras de Joan Laporta no sería precisamente una muestra fiable de esa aplaudida experiencia y del reconocimiento que se ha labrado en este ámbito a lo largo de sus muchos años como CEO del Banc de Sabadell.

La sociedad civil catalana dominante, empresarial y financiera, que considera el Cercle como un referente de esa límpida y avanzada concepción de un país progresista e influyente en Madrid, cada vez se siente más incomoda con la figura de un presidente como Joan Laporta, desatado y dictatorial, encerrado cada vez más en su escaso y mediocre núcleo duro de confianza.

Para quien sea el presidente de esa comisión económica estatutaria, que según el artículo 58º de los estatutos “es un órgano colegiado de carácter consultivo integrado por seis socios o socias del Club de prestigio reconocido y experiencia en la gestión económica y de patrimonios”, las barbaridades y la manifiesta incapacidad de Laporta para gestionar el club, que conduce camino de la ruina y está inevitablemente condenado al rescate externo de algún inversor, genera la obligación de sostener y defender sus atrocidades, algo que resulta complicado, por no decir humillante, para cualquiera con estudios económicos.

Jaume Guardiola, a riesgo de emponzoñar su currículo, hubo de bendecir las exageradas pérdidas del ejercicio 2020-21 y aprobar un presupuesto imposible en su estreno como sustituto de Carles Tusquets. Lo hizo personalmente en la primera parte de la asamblea ordinaria de octubre de hace un año, pero ya no dio la cara cuando le tocó dar luz verde -o, cuando menos, no oponerse- a la propuesta de eliminar y anular estatutariamente cualquier mecanismo de control por parte de los propietarios del club. A esa misión tan vergonzosa envió a otro miembro de la comisión.

En todo caso, validó un plan de recuperación del patrimonio negativo del club (451 millones de euros) a cinco años vista, exigiendo a la junta un esfuerzo por cumplir con las expectativas de un plan estratégico no exento de riesgo, según afirmó.

Luego, su comisión emitió informes escritos en las posteriores asambleas, la de Spotify y la de las palancas, admitiendo audaces y valientes embustes como calificar la oferta de Spotify de alineada con el mercado de los grandes clubs europeos y, más trágicamente, afirmar que los ingresos firmados superaban cualquier contrato anterior con otro patrocinador. Para facilitar la salida desesperada de las palancas, Guardiola hubo de realizar un informe negativo de la propuesta de LaLiga con CVC, que postulaba una venta de los derechos de tv durante 50 años.

A partir de aquí, un gran salto al vacío que, pese ingresar 880 millones en dos meses, no ha servido para recuperar el patrimonio negativo de 451 millones ni reforzar ese plan estratégico que ha saltado por los aires, aumentando los gastos a más de 900 millones, con la masa salarial comiéndose el 80% de los recursos y socavando los ingresos del futuro en una proporción indecente, peligrosa y suficiente como para destruir el modelo de copropiedad del club de 123 años de historia.

Si no es Guardiola el miembro que ha salido por piernas de esta comisión, habrá sido alguien sensato y mínimamente comprometido con la defensa de los intereses del Barça. En caso de confirmarse la sigilosa huida del presidente, sin llamar la atención, igualmente se marchará del Barça llevándose la carga y la culpa de tantos pecados inconfesables, incluidos también los tejemanejes y el despiporre en que se han convertido el Espai Bara. Le puede, sin embargo, su adicción a la generosa vida del palco del Camp Nou, de cinco estrellas para arriba.

Cuesta imaginar que, tras su intervención en la asamblea ordinaria de hace un año, con algún tinte de prudencia y preocupación, se atreva a pedir a los socios aprobar la liquidación y el presupuesto que Laporta presentará en la asamblea sin dimitir, avergonzarse o pedir perdón.

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