La tercera absolución de Rosell, otro jarro de agua fría para la prensa laportista

Desde que falló la primera andanada judicial contra él y Bartomeu por el caso Neymar, los tribunales no han dejado de perseguirlos con tanta obsesión como mala puntería

Fragmento del documental 'El cas Rosell'
Fragmento del documental 'El cas Rosell'

La justicia, entendida como una administración de mil caras -y, desde luego, tan variopinta y surrealista como poderosa-, parece empeñada en convertir a Sandro Rosell en un hombre mayúsculamente inocente en la misma proporción que una serie de personajes y figuras del entorno barcelonista, tentacular como pocos, sigue obstinada en condenarlo como sea.

El expresidente de FC Barcelona entre 2010 y 2014, y antes vicepresidente primero entre 2003 y 2005, acaba de ser absuelto de las acusaciones de delito fiscal tras el juicio celebrado el pasado 12 de septiembre en Barcelona, en una causa emprendida por la Hacienda pública después de que la Fiscalía le acusara de defraudar 230.951 euros. También había sido absuelto con la misma celeridad por la Audiencia Nacional tras batir el récord nacional de prisión preventiva gracias a una jueza como Carmen Lamela, capitana y máxima representante de esa compulsión de ilustres por buscar la forma de encerrarlo en prisión. Debe añadirse a este palmarés el archivo de la querella de Jaume Roures, por falta de indicios, quien le acusó de haberle espiado.

Aunque la Fiscalía puede presentar un recurso contra esta última sentencia, van tres de tres en el marcador de este juego en el que Rosell sigue siendo una pieza de esa caza mayor que ha sido admitida y documentada por el excomisario José Manuel Villarejo dentro de la Operación Catalunya promovida desde las denominadas cloacas del Estado.

El cuarto reto de esta aventura procesal sin precedentes le espera el próximo mes de octubre también en la Audiencia Provincial de Barcelona como acusado en el esperpéntico segundo caso Neymar, esta vez con juicio oral abierto por orden del Fiscal de la Audiencia Nacional contra el criterio del juez instructor, José de la Mata, que había apostado por dos veces por el archivo.

Sin ninguna condena ni juicio anterior a su etapa como presidente del Barça, con el escandaloso precedente de haber sido la víctima y el protagonista de una prisión preventiva malintencionada y abusiva, la denuncia del abogado de Rosell, Pau Molins, sobre la existencia de una persecución a su cliente -argumento sostenido. además. por los audios (más los papeles) de Villarejo- empieza a cobrar sentido y carta de naturaleza. Una impresión o una sensación a la que, más allá de conjeturas y de especulaciones, no ayuda precisamente a disipar ni desmentir la evidencia gráfica de una comida reciente y de muy buen rollo en Madrid en la que José Manuel Villarejo, su abogado Antonio José García Cabrera, el empresario de Mediapro Jaume Roures y la ex directora de TV3 i vicepresidenta de Omnium, Mònica Terribas, compartieron mantel y una larga sobremesa.

Para los medios de comunicación de inequívoco sesgo laportista, la noticia de la absolución de Rosell sentó ayer como un jarro de agua fría y fue objeto de un tratamiento escueto y, desde luego, sustancialmente reducido a segundos de emisión. Nada que ver con el despliegue de directos y de minutos dedicados a su entrada en el juzgado con motivo de este último juicio. Ese día se reprodujo en todos los medios el mismo esquema informativo en el sentido de que Rosell se enfrentaba a un calendario de juicios penales que, por las formas y el teatro añadido del periodismo, competería con el Lute por la fingida gravedad de los cargos y de esa también aparente reiteración delictiva.

Penas de telediario que los informativos no retiraron ni cuando Rosell fue absuelto del infierno Lamela o quedó libre de las acusaciones de Roures, ni tampoco este jueves con motivo de esa primera victoria contra Hacienda. A Sandro Rosell, acumuladamente, le han llegado a pedir más trece años de cárcel.

El reciente juicio por delito fiscal y esa otra instrucción de la que la prensa ha dejado de hablar afortunadamente, ya por vergüenza y sonrojo propios, sobre el origen de hígado trasplantado de Abidal, son consecuencia de la triste obsesión de esa oscura poza de un sector de la policía judicial por rebuscar en toda la documentación obtenida de la entrada y registro de la Guardia Civil por orden de la jueza Lamela en el domicilio y las oficinas de Rosell. En ningún caso por indicios de la propia Hacienda o cualquier otra autoridad.

Sandro Rosell, al igual que Josep Maria Bartomeu, pese a todos los embustes y las manipuladas informaciones al respecto, nunca fueron formalmente acusados, ni siquiera investigados/imputados en el primer juicio de Neymar, lo que lleva a afirmar y desmentir que ambos, ni juntos ni por separado, se hubieran visto en la tesitura de negociar su salida del sumario a cambio de pactar una condena contra el club.

Aquel tiro tan cuidadosamente preparado, incluida la participación del francotirador Jordi Cases, el socio de Barça que, con la asesoría del entorno de Joan Laporta, abrió las puertas del caso en la Audiencia Nacional, acabó saliendo por la culata. Desde entonces, la ametralladora judicial no ha dejado de disparar contra ambos ni tampoco ha dejado de fallar. ¿Hasta cuándo?

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