«Quién ha venido aquí a vivir y a trabajar tiene que tener derecho a votar»

Entrevista a Antonio Camacho

Antonio Camacho

Se considera “una persona del metal”. Su actividad, de la cual se siente muy orgulloso, ha sido desde siempre el sindicalismo. Ha ejercido tareas diversas, desde el comité de empresa de Pegaso, hasta cargos a nivel internacional. Milita en Esquerra Verda y Comuns Federalistes, y es miembro de la permanente de Federalistes d’Esquerres (FED).

El 17 de septiembre, organizada por FED, se celebra en Badalona la III Jornada Federalismo y Municipio. ¿A qué responde esta iniciativa?

Desde su nacimiento, Federalistes d’Esquerres tuvo muy clara la idea de que el primer escalón, donde se practica cotidianamente, de verdad, el federalismo, aunque sin denominarlo así, es precisamente en el municipio. Es aquí donde residen los ciudadanos, donde tienen necesidades y problemas concretos. En esta ocasión, hemos pretendido dar a la jornada un sesgo particular, incluyendo a personas que han estado al frente de ayuntamientos importantes, porque nos expliquen cómo han hecho las cosas, como han federalizado (que se llama mancomunar, cooperar…), compartiendo y repartiendo,responsabilidades y propuestas.

El federalismo, también municipalista, ¿tiende a estar de moda, o más bien emerge durante las oportunidades electorales?

Parece que da vergüenza decir las cosas por su nombre, o ser más valientes desde los partidos políticos, por hablar también claramente, a la hora de decir lo que tendría que ser una Europa, una España y una Cataluña federales. Hay que tienen muchos condicionantes electoralistas, lo cual es lamentable. Con un gobierno de la nación de mayoría bastante precaria (como se ha visto en la reforma laboral), determinadas propuestas potentes, como plantear descaradamente un desarrollo federal (no solo para afrontar el problema de Cataluña, sino el del Estado de las autonomías), requiere, nos guste o no, bastante coraje. Pero, para no incordiar a unos y a otros, parece que esta palabra esté proscrita. En este sentido, soy muy beligerante con todos los partidos, y me parece improcedente hablar, como lo hacen los comunes, de confederación. Una cosa que la gente ni entiende. Digo a menudo a los amigos independentistas que son tontos, porque si hicieran una propuesta de federalitar España, a nosotros, los federalistas, nos pondrían en un compromiso, porque no podríamos decir que no.

Hay municipios ciudades y municipios villorios. ¿Esta cuestión de la dimensión, que parece determinante, será abordada de alguna manera durante el encuentro?

Es precisamente una de las cuestiones destacadas en el documento de la Jornada. Hablamos de las dificultadas con que tropiezan pueblos pequeños a la hora de abordar temas como el transporte, la sanidad, la vivienda… No puede haber un Vall d’Hebrón en todas partes, pero sí que hay que buscar soluciones mancomunadas, federales, en los problemas comunes. A la reunión, dedicamos una mesa a la cooperación intermunicipal, que, como su nombre indica, no es otra cosa que buscar soluciones poniendo en valor recursos propios y ajenos de manera concertada.

¿Esta cuestión nos lleva a la cuestión de la federalización de Cataluña, a escala interna? Una cosa que para el nacionalismo parece que todavía es un tabú.

Existió una Corporación Metropolitana de Barcelona que Jordi Pujol se cargó. ¿Por qué? Porque la derecha conservadora independentista, e incluso Esquerra Republicana, son conscientes de que la distribución de escaños en el Parlament les favorece. Cataluña no tiene su propia ley electoral, y a este paso no la tendrá, porque el nacionalismo no la quiere. Seria afrontar una distribución más razonable y ajustarnos más a una representación equitativa. En esta cuestión, el PSC se ha quedado corto en la hora de exigir una norma en que no se penalicen los votos urbanos. Se inventan cosas como las vegueries, que no sabe ni Dios lo que son, para aparentar cambios y que todo quede igual. Muchos de los problemas territoriales de Cataluña se resolverían con un reparto más justo de los escaños.

Siscu Baiges animaba desde EL TRIANGLE a crear una Asociación de Municipios por el Federalismo, frente a la AMI nacionalista. ¿Esto podría ser viable, hoy en día?

Personalmente, estaría de acuerdo, pero hay que valorar lo que es la AMI, que sabe muy bien lo que representa, que tiene muchos pueblos, pero si hablamos de habitantes ya sabemos lo que representa. No sé hasta qué punto les incomodaría una propuesta de este estilo a las fuerzas políticas que podrían apoyarla. Si se afronta la cuestión, que para mí sería importante, seguramente desencadenaría un debate muy intenso. En cualquier caso, tenemos que ser capaces de hacer aflorar este término oculto de “federalismo”…

¿En el conjunto de España el municipalismo federalista tiene algún referente especialmente significativo?

En este ámbito, Cataluña es pionera. Para hacer algo, lo primero que se necesita es disponer de una estructura organizativa. Hay federalistas organizados en Valencia, el País Vasco, y empiezan a desarrollarse núcleos en Aragón, Andalucía, Castilla-La Mancha, Extremadura… En la medida en que esto se consolide y la Asociación por una España Federal lo amalgame, experiencias como nuestra se podrán llevar a cabo. Hemos invitado a la Jornada a todas las asociaciones federalistas que existen o se están constituyendo en España. En cualquier caso, las jornadas tienen la intención clara de incidir como sea en las próximas elecciones municipales. Estamos en precampaña, se están elaborando las listas y los programas… Pretendemos que Federalistes d’Esquerres tenga una posición en este tema, y que la haga llegar a los partidos.

¿A escala europea, hay experiencias municipalistas innovadoras, que merecen ser destacadas?

En una situación de normalidad, este debate sería mucho más fácil y estaría más extendido, pero con lo que está pasando; con el tema de Ucrania, el encarecimiento de las materias primas, la inflación…, cosas como por ejemplo la manera como los municipios pueden asumir más responsabilidades, no prosperan. Algo que a nosotros nos gustaría que calara es la del poder y las elecciones a las áreas metropolitanas, que, de facto, son un gobierno municipal. ¿Cómo tienen que elegirse estos cargos? ¿Por qué tienen que ser de segundo grado? ¿Por qué en las áreas metropolitanas no hay unas elecciones en las cuales se puedan elegir directamente los representantes?

Los nacionalistas, está claro, toleran que una parte, económicamente la más potente, como el área metropolitana de Barcelona, tenga un gobierno propio. ¿Es la financiación donde más estrecha el zapato del municipalismo?

Una de las grandes dificultades de los ayuntamientos es la de la financiación. No hay ninguna duda. Y tiene unas causas muy concretas. El efecto de la emigración ha provocado unos cambios importantes a las grandes urbes, que necesitan más servicios, más vivienda de protección oficial, mejor sanidad, educación… En este tema estamos mal. Hace años se habló de aquello del 50, 25, 25, refiriéndose al reparto presupuestario entre administraciones. Esto no se cumple. La financiación es también conseguir acuerdos políticos sobre competencias, responsabilidades, demandas… La gente vive en un lugar concreto, y es desde aquí de donde hay que partir a la hora de habla de presupuestos. La financiación es una cuestión muy prioritaria. En estos momentos, los ayuntamientos hacen cosas que no están previstas en su financiación. Y todavía suerte que los municipios, como los pensionistas, recibimos dinero directamente del Estado.

¿El municipalismo, entendido de manera endogámica, no puede ser fuente de una especie de neoproteccionismo, clientelismo y corrupción?

Absolutamente. Responde a intereses electoralistas y es anticonstitucional. Estábamos negociando en Puertollano un convenio de la petroquímica y recuerdo que una de las condiciones que ponían era que solo se pudiera contratar gente de allá. Pero, efectivamente, este peligro existe y se produce. El eslogan de la Jornada (“Hacer federalismo desde los ayuntamientos”) apunta en este sentido, porque del que se trata es de abrirse, cooperar, generar sinergias…, y no de lo contrario: cocerse cada uno en su propia salsa. ¿Cómo podemos vetar una persona más capacitada, alguien que ofrece servicios en condiciones más ventajosas?

Y los emigrantes, que viven y trabajan con nosotros, pagan impuestos… siguen sin la posibilidad de votar sus representantes en el municipio…

La Ley de Extranjería es la que es. Cuando se habla de extranjeros no europeos se sigue insistiendo que tienen que asimilar nuestra cultura. Es una cosa con la cual estoy en contra. Hay unas normas de convivencia, que hay que respetar, y punto. Cada cual, en el ámbito personal, es muy libre de adherirse a cualquier creencia. Pero el que está claro es que quien ha venido aquí a vivir y a trabajar tiene que tener derecho a votar.

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