Tenemos muchos frentes abiertos. Como siempre. Cada uno prioriza los que considera más cercanos o más urgentes. Repasando los retos que tenemos por delante hay dos ámbitos a los que intentaré dedicar el máximo esfuerzo posible, para informarme bien y para combatir sus efectos más nocivos: la emergencia climática y los populismos.
La emergencia climática, porque pone en peligro al conjunto de la Humanidad y porque lo considero una obligación de amistad y complicidad con el compañero Pep Cabayol, que nos dejó hace unos días cuando más implicado estaba en contar y convencer a cuanta más gente mejor de la urgencia de ese combate. Hay que informar de las causas e impactos del cambio climático y desenmascarar los intereses de quienes pretenden seguir haciendo negocio ocultándolos.
Los populismos, porque van en la dirección contraria de lo que creo debería ser la función de la política. Se basan en promover y sacar provecho de las pasiones bajas, los miedos, los egoísmos y la insolidaridad que anidan en la parte oscura de los seres humanos. Hay que sustituir el “nosotros primero” por el “todos juntos”.
Los dos retos están bien presentes ahora, aquí y en todas partes. Afrontarlos es una obligación ética, tal y como nos recuerda el filósofo Roman Aznaric en el libro “El buen antepasado” (Capitán Swing), que ya recomendé y que vuelvo a recordar hoy. Si queremos que las generaciones futuras nos recuerden como buenos antepasados debemos dejarles como legado la lucha por mitigar las consecuencias del cambio climático y la derrota de quienes promueven el egoísmo personal, grupal y territorial como herramienta para hacerse con el poder.
Insisto, causas hay muchas y es bueno que nos impliquemos en todas las que podamos y nos permitan nuestras energías. La meta final es que la fraternidad se imponga a la insolidaridad, el diálogo al insulto, la mano tendida a los puñetazos, el conocimiento a la ignorancia, la verdad a las fake news, la libertad a la imposición, el respeto al fanatismo.
Trabajo no nos faltará.
