Ni Serrat es traidor, ni Llach racista

Al revés de lo que cantan Els Catarres, yo nunca he pensado que Serrat sea un traidor y, sin embargo, en mi coche también suena Lluís Llach. Coincido así con Jordi Pujol -con quien los aiguafredencs tienen «sueños eróticos»…-, que en un discurso en Igualada se mostraba hace años admirador de ambos cantantes. Hace tiempo que dura la cantinela: ¿eres de Serrat o de Llach? Pues, mire, de los dos. Éste es un país de falsos dilemas. No es antinatural ser fan de ambos; por el contrario, es signo de buen gusto. “De Algeciras a Estambul”, no somos pocos quienes encontramos a Mediterráneo un himno universal, o quienes reivindicamos País petit como himno catalán. «És així com m’agrada a mi».

Nunca he entendido por qué un independentismo se ha pasado media vida acusando a Serrat de traidor. ¿Contra quiénes han empatado estos salva patrias de tres al cuarto? En este caso, lo resumía muy bien en Twitter Gabriel Rufián: “Intentaré ser claro. Serrat ha hecho las canciones más bonitas del mundo y a mí me da igual cómo piense”. Ahora, parece que se le ha dado la vuelta a la tortilla. Un independentismo, desconozco si el mismo que criticaba Serrat, acusa a Llach de racista, aún como no de homófobo. A mí me parece bien que Llach, como Serrat, defiendan con la vehemencia que quieran sus ideas. Cada uno las suyas. Algunas las comparto, otras no. Sin embargo, me siguen gustando Mediterráneo y País petit y tantas otras canciones de unos excelsos repertorios.

A contracorriente, a primeros de año, dos de sus colaboradores, el pianista Josep Mas, conocido como Kitflus, arreglista y músico del cantautor del Poble Sec desde principios de los años 80, y el guitarrista Jordi Armengol, productor y cómplice del músico de Verges, se unían para subir a los escenarios las canciones más emblemáticas de Llach y Serrat en lo que bautizaron como El concert impossible. Desconozco cómo les ha funcionado la iniciativa, espero que bien. Lo cierto es que me gustaría hacer posible un concierto de Serrat y Llach, aunque fuera una sola vez; que los dos cantantes cantaran juntos, solos y juntos, en el escenario, y se intercambiaran canciones, y que cantaran algunos temas a dos voces. Edificante. Pero eso, si no imposible, parece difícil. Así, me conformo con escuchar simultáneamente sus canciones, por separado, y respetar sus ideas, sean compartidas o no. Pero, desgraciadamente, en este país hay demasiados niños, que no dejan de joder con la pelota

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