Laporta amenaza al barcelonismo con poner en marcha otro ‘círculo virtuoso’

Aquella ocurrencia basada en fichar a los mejores del mercado acabó con tres años sin títulos y un voto de censura que solo pudo salvar con trampas y el inesperado despertar de la mejor generación de la Masia

Joan Laporta en la rueda de prensa sobre la auditoría
Joan Laporta en la rueda de prensa sobre la auditoría

La prensa laportista que se ha vuelto fanática, compulsiva y tan adicta a las palancas como el propio presidente haría un favor al club si, gracias a su poder didáctico y de penetración social en el barcelonismo, presentara la realidad sin tanta fantasía ni mentira. Al menos, debería hacer el mínimo esfuerzo de ir a la hemeroteca, repasar los hechos y advertir a su audiencia de que el famoso círculo virtuoso resultó ser, de largo, el primer y más sonado fracaso de la gestión de Joan Laporta al final de los cinco primeros años de su primer mandato, entre 2003 y 2008.

La reivindicación de la memoria histórica del Barça comienza a ser tan necesaria como urgente cuando, al rebufo de este carrete mediático absolutamente dominante, se lee y escucha de forma reiterada que Laporta quiere poner en marcha de nuevo este círculo virtuoso. Una iniciativa que, además, parece despertar un entusiasmo y una ilusión sin precedentes cuando realmente lo que produce son escalofríos y angustia con sólo pensarlo.

Al menos, ésta es la sensación del reducto del barcelonismo que se mantiene sensato, objetivo y se siente verdaderamente preocupado por el futuro del Barça. Muchos o pocos, los socios y aficionados azulgranas que no se dejan deslumbrar ni por el brillo de los fichajes, ni por los presuntos 800 millones con los que Laporta afirma haber limpiado el balance, son conscientes más que nadie, y con independencia del desenlace o resultados deportivos, que este proyecto salvaje y galáctico, construido sin fundamento, se derrumbará antes que tarde.

En el origen único del relato sobre el círculo virtuoso se encuentra Ferran Soriano cuando, en esos viejos tiempos del 2003, se sintió elevado al cargo de mago supremo del PowerPoint y visionario del fútbol a tiempo parcial. Soriano se inventó la fábula del círculo virtuoso cuando, sorprendido por el gran efecto ilusionante de un fichaje como el de Ronaldinho, con un impacto emocional, futbolístico, mediático y publicitario en el universo azulgrana nunca visto, trasladó este fenómeno a su mediocre y patética concepción del mundo como consultor de segunda fila y recién llegado al entorno del fútbol.

Así fue como elaboró ​​la teoría del círculo virtuoso y un relato que Joan Laporta hizo rápidamente suyo sobre la certeza de que, fichando a los mejores jugadores del mundo, el Barça ganaría tantos títulos y tanto dinero que con estos beneficios podría seguir comprando y acaparando las estrellas más rutilantes del planeta.

Con los fichajes de Ronaldinho, Deco y Rafa Márquez, los tres de la mano de Sandro Rosell, el Barça de la época dejó atrás cinco años de sequía -cero títulos desde 1999- conquistando la Liga 2004-2005. Un momento y una coyuntura aprovechada por Rosell y sus directivos para dimitir y, al mismo tiempo, por Laporta y Soriano para hacer suyo este éxito, apropiarse del relato y presumir de esa receta mágica del círculo virtuoso para atribuirse completamente el mérito y colgarse todas las medallas.

La falsa sensación de que podían convertir en oro todo lo que tocaban pareció consolidarse cuando al año siguiente el equipo logró la Liga y la Champions (París 2006). Poco podían imaginarse Laporta, Soriano y los barcelonistas que, debido a su negligencia, soberbia, autocomplacencia y su incapacidad manifiesta para gestionar el club, este celebrado doblete acabaría amargamente en otros dos años sin títulos y con excesos, desgobierno, descontrol total y un voto de censura salvado in extremis con trampas y manipulación.

Laporta y Soriano se creyeron este cuento que sólo la suma de buenos jugadores era suficiente para mantenerse en la cima después de llegar. Desestimaron el valor del compromiso, el estilo de juego propio y el valor de la camiseta, del sentimiento hacia unos colores que profesaban jugadores como Valdés, Puyol y Xavi en ese equipo donde empezaron a asomarse Iniesta y Messi.

Les dieron la espalda, les negaron el peso y el protagonismo que reclamaban y cultivaron, por el contrario, el hedonismo y la cultura del capricho contra la del esfuerzo. Fue un círculo estéril dominado por la indisciplina y el poder del ego inmedible de esos cracks que, como Ronaldinho o Deco, no acabaron sintiendo por el club y por la camiseta el debido respeto.

Laporta y Soriano, ciegos adoradores de este falso círculo virtuoso, continuaron fichando sin control ni criterio fuera de casa, redujeron el presupuesto de la Masía y dedicaron el dinero previsto para acabar las obras de la Ciudad Deportiva de Sant Joan Despí en traer figuras mediocres como resultado de negocios y traspasos más que oscuros.

La situación llegó a extremos que provocaron pañuelos y asaltos en el palco contra Laporta y su junta, y el apoyo mayoritario de los socios a favor de un voto de censura contra el que se defendió gracias a las malas artes de David Moner, el presidente de la mesa del voto, que desautorizó e impidió la presencia de interventores de Oriol Giralt en una serie de mesas donde, además, votaron a cientos de personas que no podían a acreditar la condición de socios. Finalmente, las reclamaciones de Oriol Giralt fueron inadmitidas por David Moner, juez y parte de ese proceso tan vergonzoso y antidemocrático que algunos directivos como Evarist Murtra arrastraron a varios más a una dimisión igualmente tardía e indigna por su tolerancia a tanta corrupción y totalitarismo.

Entonces, Evarist Murtra ya había convencido a Laporta de admitir a Josep Guardiola un año antes como entrenador del Barça B, una decisión que el propio presidente no veía muy clara, al igual que la insistencia de Murtra en ponerlo al frente del primero equipo en ese cruce y no a José Mourinho, como le pedía el cuerpo y sugerían los informes de la secretaría técnica.

Así fue como definitivamente se puso fin al círculo virtuoso, con el ascenso de Guardiola al primer equipo y los acertados fichajes de Dani Alves, a los que Txiki Begiristain había rechazado un par de años antes; el rescate de Piqué, también expulsado por Laporta dos años antes de la cantera; y Keita. Guardiola, que tuvo el acierto de ascender a Sergio Busquets y Pedro del filial, además de otorgar los máximos galones a Messi, Xavi e Iniesta, no acertó con Martín Cáceres ni con Hleb como no lo haría tampoco con Dmitrón Chygrynskiy más adelante.

Fue, por tanto, el excepcional talento de la cantera, el trabajo silencioso y excepcional de técnicos como Oriol Tort, el padre de aquella generación de oro que nadie vio venir. Messi estuvo a punto de ir cedido al Espanyol porque tanto Cruyff como Rijkaard le consideraban demasiado individualista, los únicos responsables de la década prodigiosa del Barça a partir de la temporada 2008-09, ya libres de esa mentira absurda y sin sentido del círculo virtuoso. Y todos a coste cero para el primer equipo.

Lo que ahora hace el Barça de Laporta y de Xavi, fichar galácticos, no es diferente a lo que todos estos años habían intentado hacer sus grandes rivales europeos como el PSG, el Manchester United, el Milán, el Inter, el Manchester City, el Madrid, la Juventus y el Bayern de Múnich contra la hegemonía del Barça de Messi. Por lo visto, nadie ha aprendido nada de nada.

(Visited 104 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

NOTÍCIES RELACIONADES

avui destaquem

Deja un comentario