La cooperativa como caja de resonancia

Joan Peiró i Belis nació el 18 de febrero de 1887 en Sants, más concretamente en el barrio de Hostafrancs. Empezó a trabajar a la edad de ocho años en un horno de vidrio situado en el vecino barrio de la Bordeta. Después, y siempre dentro del mismo sector, estuvo trabajando en hornos de Poblenou y Badalona. En 1907 se casó con Mercedes Olives, obrera textil, con la que tendría siete hijos. Como sindicalista, desde 1915 empezó a tener puestos de responsabilidad. De 1916 a 1920 fue elegido secretario general de la Federación Española de Vidrieros, pero no fue hasta 1918 cuando empezó a militar en la CNT después del Congreso de Sants de la regional catalana de esta organización, de la mano de Salvador Seguí que entonces ya era una figura muy relevante.

Si algo demostró Joan Peiró desde sus inicios era su capacidad de trabajo y su calidad de organizador; así, pronto formaría parte de los cargos más importantes del sindicato. En los años veinte, que se caracterizaron por la represión por parte de la patronal hacia la CNT y sus aliados, Joan Peiró se desplazó de Badalona a Barcelona y formó parte en la clandestinidad del comité como secretario de Organización. Sufrió dos atentados, fue detenido y pasó por las cárceles de Vitoria y Soria; en 1922, asumió por primera vez la secretaría general de la CNT. En agosto de ese año, se estableció en Mataró y trabajó en la Fábrica de Cristal Estanyol y Cía.

En 1925 fue director y único redactor de los estatutos de la cooperativa Cristalerías de Mataró, pero con la dictadura de Primo Rivera, la CNT pasó de nuevo a la clandestinidad y Peiró fue detenido en varias ocasiones. En 1928, asumió en una segunda etapa la secretaría general del comité nacional. Si hay una obra o utopía por la que Joan Peiró se peleó de forma cotidiana durante veinte años de su vida fue por la cooperativa Cristalerías de Mataró.

Fue de los primeros militantes activos que creyeron en la cooperativa como un medio para realizar la revolución. En 1925, siendo director de la cooperativa Cristalerías de Mataró, empezó a teorizar su doctrina que explica bien el doctor Miguel Garau en la revista “Cercles”: su reto era “integrar cooperativismo, cultura y revolución social” siendo el secreto del éxito invertir los beneficios que debían ir a los socios en la modernización y mecanización de la cooperativa así como en la compra de patentes, que hasta entonces la habían hecho depender de la industria extranjera. Así se pasa de un capital de 135.000 pesetas en marzo de 1925 a 1.500.000 pesetas de 1934 o de 60 trabajadores a 160 durante el mismo período. Generaban el 75% de las bombillas de todo el Estado, hacían botellas y eran los únicos que fabricaban termómetros en toda España. Concibe la cooperativa no únicamente como forma de trabajo sino también como medio emancipador del trabajador manual que como él, no había tenido tiempo de alfabetizarse, siendo su primer período en prisión, en 1922, cuando aprendió a leer y escribir.

Quizás la obra más importante de los cooperativistas, y a la que Joan Peiró dedicó lo mejor de sí mismo, fue la puesta en marcha de una escuela racionalista. En su inicio, cuando todavía funcionaba de forma clandestina, fue una escuela informal a la que iban por la tarde los trabajadores de la propia cooperativa para alfabetizarse. Según explica Miguel Garau, en 1931 la cooperativa empezó a colaborar con un ateneo popular, con una agrupación pro enseñanza para realizar una escuela para niños y niñas en horario diurno, para adultos en nocturnos, y, finalmente en 1934 se dedicó un edificio exclusivamente para la escuela en la calle Prat de la Riba 67-69.

En 1936 después de la revuelta militar de los golpistas, Peiró actuó como vicepresidente del comité antifascista de Mataró defendiendo la entrada de la CNT en la Generalitat de Cataluña y en el gobierno de la República. Fue entonces cuando dio el salto desde la cooperativa a la política, siendo uno de los cuatro compañeros anarquistas que formaron parte del ejecutivo de Largo Caballero asumiendo la cartera de Industria. Aunque fue un período corto, impulsó el decreto de incautaciones e intervención en la industria, así como la creación de un banco de crédito industrial. Tras la caída del gobierno de Largo Caballero regresó a Cristalerías de Mataró, dedicándose a dar conferencias y escribiendo artículos muy duros sobre los Fets de maig contra el Partido Comunista por sus ataques al POUM, y siguió reivindicando la idea de una república social y federal como forma de estado.

En 1938 formó parte de nuevo del gobierno español, en este caso presidido por Negrín, aunque no como ministro sino como comisario general de energía eléctrica. El 24 de enero de 1939, cuando ya es inminente la entrada de las tropas franquistas en Barcelona sale en caravana con dos coches acompañado de su mujer y familia hacia el exilio, excepto dos hijos y el yerno que lo harían con las tropas republicanas, con los que posteriormente se reunieron en Narbona. Después marcha a París para formar parte de la Junta de Auxilio de Republicanos Españoles (JARE), ayudando a sacar a muchos refugiados de los campos de concentración franceses y facilitándoles la huida a México. Cuando volvía a Narbona para unirse a su familia para irse a México, fue detenido y aunque las autoridades francesas intentaron que pudiera eludir a la Gestapo fue trasladado a la ciudad de Tréveris, en Alemania.

En enero de 1941 la dictadura de Franco solicita su extradición, que tuvo lugar en Irún el 19 de febrero del mismo año, incumpliendo todas las leyes francesas e internacionales. Fue trasladado a la Dirección General de Seguridad y se inició el proceso. El 1 de mayo ingresó en la prisión de Paterna y en diciembre se abrió el proceso sumarial. Hasta 28 testigos declararían a su favor, gente de ideología muy distinta a la suya, monjes, el comandante de caballería Enrique Aguado o incluso el jefe de la falange en Catalunya Luis Santa Marina. El consejo de guerra duró dos días, y pese a que el alférez y abogado Luis Serrano Díaz defendió a Peiró con uñas y dientes la sentencia ya estaba decidida de antemano. El 21 de julio de 1942 le condenaron a muerte y el 24 de julio ejecutaron la sentencia junto a seis compañeros en el campo de tiro de Paterna.

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