¿Por qué vender palancas como hace Laporta es de cobardes?

El presidente del Barça, Joan Laporta
El presidente del Barça, Joan Laporta

“No soy jugador. Tomo riesgos calculados”, ha declarado Joan Laporta en una reciente entrevista concedida a The New York Times en relación al golpe de timón que ha dado a la economía del club, dejando a un lado las más elementales reglas de aplicación en una situación de precariedad y enviando a la institución a una más que segura SA en cuestión de un par de años. Por eso Laporta dice lo que dice respecto de los peligros que acechan al club y no a él, un presidente que no avala porque así lo decidió Pedro Sánchez para complacer a PNV y Bildu, que tampoco está sometido a ningún control estatutario porque así se lo propuso a los socios, eliminarlos absolutamente todos, y la asamblea se lo aprobó, y que quiere dejar el saldo de su mandato en positivo o cuando menos a cero para evitar una acción de responsabilidad como la última vez.

A eso se refiere exactamente, a que ha preferido desprenderse de los valores más sólidos y mejor protegidos hasta su llegada, por valor de 700 millones de euros -y subiendo- ante la perspectiva de que otra vez le pille el toro como en 2010, cuando arruinó el club con 47,6 millones de pérdidas y la asamblea decidió que se le reclamaran las pérdidas.

No, Laporta ya no asume ningún riesgo ni existe el menor rasgo de osadía, a diferencia de las pasiones y los encendidos elogios que despierta su presunto arrojo y valentía entre sus periodistas de cámara. Quiere proteger su propio destino e intereses personales a costa del club.

El Laporta de esta segunda etapa no sólo es muy espabilado. Además de haber perfeccionado el arte del relato, cuanto más embustero e imposible mejor, se ha encontrado con una corte mediática que le sigue, protege y adora como si se tratase de una secta. Nunca un presidente lo tuvo tan fácil para, efectivamente, jugar sobre seguro.

Hasta sus propios trovadores reconocen que por el 1% de las barbaridades que Laporta está cometiendo habrían encerrado a Bartomeu en prisión ellos mismos. Laporta, en cambio, ha sido capaz de homenajear en asamblea al comisionista del negocio con Spotify y además alardea de haber cerrado las grandes operaciones de este verano exclusivamente con sus agentes amigos, Jorge Mendes y Pini Zahavi. Ya es oficial, por ejemplo, que la prima por el traspaso de Lewandowski ha sido de 10 millones, en principio entera para el compinche israelita de Laporta en otras fugas ilustres como la de Neymar al PSG, de igual volumen de beneficio.

Laporta juega tan sobre seguro que acuerda esos tratos a plena luz del día, sean los traspasos más caros de la historia de Bayern, Chelsea y Sevilla o el incesante e irrefrenable flujo de venta de activos que habrán secado los recursos del club exactamente para cuando más los va a necesitar a partir de la próxima temporada. Cuando los haya agotado por completo, sin pérdidas porque las habrá tapado con las últimas joyas de la corona, será cuando deje el cargo.

Definitivamente, vender palancas es de cobardes.

 

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