Tiempos nuevos en el Parlament

En la política, como en la vida, hay situaciones y debates que son evitables. La decisión de la Mesa del Parlament de suspender a Laura Borràs como diputada y sus posteriores consecuencias es un claro ejemplo de ello.

Todos los hechos de la última semana no se habrían producido si, hace poco más de un año, ERC se hubiera plantado frente a Junts y le hubiese pedido el nombre de otro diputado o diputada para presidir la cámara catalana. Hay que recordar, además, que en ese momento ya se conocía la situación judicial de la presidenta de Junts y que, por tanto, la formación de Junqueras la votó sabiendo que existía la opción de que se le abriera juicio oral. ERC también tenía otra vía, que era votar a la socialista Eva Granados como presidenta de la sede del poder legislativo. Sin embargo, el partido independentista se decantó por la peor de las posibilidades: votar a Borràs después de haber puesto un cordón sanitario al PSC pocas horas antes de la celebración de las elecciones autonómicas. El mundo al revés.

Para Junts, que había quedado en tercera posición, la situación era francamente complicada, pero ERC se la puso algo más fácil con la votación de la ex consellera de Cultura como segunda autoridad de Catalunya.

Aunque la decisión de la Mesa respondía a una cuestión puramente reglamentaria, la realidad es que, desde el primer momento, la ex directora de la Institució de las Lletres Catalanes no contaba con la confianza real de la cámara, elemento imprescindible para el buen funcionamiento de las administraciones y de la democracia. Es decir, Borràs fue elegida presidenta porque Esquerra Republicana entendía que era el paso previo para que el partido de Puigdemont votara a Aragonès como presidente. Sin embargo, la realidad ha ido demostrando que la hasta hace poco segunda autoridad de Catalunya no tenía la confianza de ERC ni de ningún otro grupo político aparte del suyo. De hecho, durante su mandato, la desconfianza política hacia ella ha ido en aumento. En este sentido, uno de sus errores estratégicos, y del que la sociedad catalana ha sido víctima, ha sido confundir su cargo institucional con sus responsabilidades orgánicas de partido, utilizando el micrófono del hemiciclo para lanzar mensajes divisivos que, en la mayoría de ocasiones, iban dirigidos a los electores secesionistas que creen que la vía unilateral es la única salida a la actual situación política. Borràs ha acabado como empezó: con el apoyo explícito y único de su formación, Junts, y trabajando por la división de una sociedad que ya está suficientemente, de dividida.

Afortunadamente, ERC, esta vez, ha sabido enmendar su posicionamiento político inicial y se ha situado junto al reglamento. Me abstengo de opinar de los hechos de la última semana, porque son suficientemente claros y sintetizan lo que ha sido la trayectoria política de la presidenta de Junts. En cualquier caso, será la justicia quien diga cuál será su futuro.

A estas alturas, el Parlament necesita recuperar la normalidad lo antes posible. Está por ver si será Alba Vergés o un representante de Junts per Catalunya quien acabe presidiendo la cámara catalana. Sea quien sea, es fundamental que reconozca el pluralismo político que existe en el Parlament y que, desde esta óptica, trabaje para recuperar el prestigio y la credibilidad perdida. Un buen termómetro para comprobarlo será ver, más allá de los apoyos iniciales, la opinión que genera entre el resto de grupos políticos. Y, por tanto, si es capaz o no de superar la barrera del discurso de partido para representar a la institución.

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