Laporta quiere evitar el balance del primer año horrible sin Messi

Ha programado una presentación circense de Lewandowski para el día 5 de agosto, coincidiendo con primer aniversario de un despido que el Barça ha pagado con cero títulos y 150 millones de pérdidas

Leo Messi

El pretendido acercamiento de Laporta a Messi, filtrando a la prensa que Xavi lo ha pedido como refuerzo para la próxima temporada, una información que ya sonaba a montaje mediático especialidad de la casa cuando, además, el presidente la complementó con edulcoradas promesas de reparar la forma y los malos modos con los que fue despedido, acaba de tomar forma como la cortina de humo perfecta para ocultar el primer aniversario de su ausencia. 

A las promesas tan sensibles y emotivas como fingidas de Laporta por cerrar esa etapa como es debido, con una especie de gran homenaje y abriéndole las puertas del Camp Nou para que regrese, se ha unido el anuncio de la presentación a lo grande, a la americana, de Robert Lewandowski el próximo día 5 agosto, es decir el mismo día en que se cumplirá un año exacto del infausto anuncio de su frustrada renovación.

Laporta quiere evitar a toda costa que la prensa pueda dedicar ni un minuto a rememorar aquella tragedia, las amargas lágrimas de Leo despidiéndose de pronto del club de su vida sin estar entendiendo, aún en estado de shock, qué era lo que estaba pasando. A fin de cuentas, él había cumplido con su parte de no renovar con Bartomeu, no mojarse descaradamente a favor de ningún candidato, pero sí dedicar ese guiño de ir a votar en la jornada electoral del 7 de marzo de 2021 en un gesto que todo el mundo interpretó a favor de su inquebrantable voluntad de seguir en el club, aceptando de facto la invitación y la promesa de renovarlo públicamente repetida por Joan Laporta. 

Fue así, en efecto, una señal inequívoca de Leo a favor de Laporta y en contra de los planteamientos de los dos candidatos rivales, Víctor Font y Toni Freixa, quienes abiertamente habían mostrado sus dudas sobre poder ofrecerle un contrato en condiciones a la vista de la más que precaria situación económica y financiera a causa de la pandemia.

“Lo arreglamos en un asado”, fue la fanfarrona respuesta de Laporta cuando se vio en la tesitura de explicar cómo iba a convencer a Leo si no había dinero en el club para mantener a una estrella de su dimensión y prestigio internacional. Laporta disponía de la misma información sobre el estado de la tesorería y las pésimas expectativas de ingresos con el estadio, el Museu y las tiendas cerradas un año entero, pero se hizo el loco, huyó de cualquier realismo y sentido de la responsabilidad y tras ganar las elecciones convenció a Messi para quedarse, como siempre hace, mediante un engaño, ofreciéndole un contrato de cuatro años a razón de 50 millones, aunque solamente con la obligación de jugar dos temporadas efectivas. Patada hacia adelante.

A la vuelta de la Copa América que Leo acaba de conquistar, eufórico y feliz ante la posibilidad de seguir viviendo confortablemente en su casa de Castelldefels y defendiendo la camiseta de su club dos años más, cuando fue convocado para firmar el contrato se encontró de pronto con que Laporta no podía hacer frente a ese compromiso. Una traición histórica, un magnicidio deportivo propio de quien, como Laporta, ha convertido su gestión en una patraña y una chapuza permanente.

Hoy aún menos que hace un año se entiende esa actitud pusilánime y cobarde de Laporta, falsa, que nunca quiso admitir la realidad de una economía necesitada de contención y de corrección de la masa salarial, un extremo que Leo estaba dispuesto a aceptar. El presidente, con demasiada frecuencia, por no decir casi siempre, equivocado, se creyó a sus expertos financieros, Ferran Reverter y Eduard Romeu, y también al vestuario por boca de Gerard Piqué. “Presidente -le dijo- si se va Messi se soluciona el problema del fair play financiero”. Optó por esa medida tan prudente, complementada con la posterior baja de Griezmann, de deshacerse de la que parecía la carga más pesada de todas, el paquete de esos dos delanteros y con ellos sus más de 60 goles por temporada.

La situación contable de aquel momento, con todo, era mucho mejor que la actual. A Laporta le hubiera bastado con aceptar el fondo de CVC, o similar como Sixth Street ahora, sólo a cambio del 10% de los derechos de televisión, para prolongar el contrato de Leo antes del 30 de junio de 2021, lo que habría tenido mucha menos incidencia en el margen salarial que ahora es de -144 millones.

Lo peor de esa funesta decisión fueron las consecuencias, pues el equipo se rompió por todas partes, la solución fue traer a Luuk de Jong cedido y luego echar a Koeman, fichar una delantera nueva en enero y acabar la temporada en blanco mientras que el Real Madrid, a pesar de las ganas de Laporta de “volver a veros”, se coronaba como campeón de Liga y de Champions.

Hubo muchos más daños colaterales, como la pérdida de patrocinadores, la no renovación de 25.000 abonos, un descenso de la asistencia al Camp Nou y un déficit de 150 millones la temporada 2021-22 que ha habido que compensar básicamente con el beneficio de la primera palanca, un parche como lo es la segunda, de la que el club no ha ofrecido a sus socios ninguna cifra concreta, igualmente insuficiente para conseguir un margen salarial suficiente para inscribir los fichajes de Laporta, totalmente fuera de las posibilidades actuales del Barça.

No debe olvidarse que, precisamente, para distraer al personal y disipar cualquier sospecha o rechazo a la expulsión de Messi, lo que hizo Laporta fue justificar la decisión a base de cargar más pérdidas de las reales al ejercicio 2020-21, casi 300 millones sin sentido ni explicación, aunque de consecuencias catastróficas. La producción voluntaria de 451 millones de patrimonio neto negativo de una forma tan absurda y gratuita es hoy la causa de la necesidad de vender patrimonio y activos como sea, deprisa y corriendo y bajo la presión de no poder inscribir los nuevos fichajes.

Para compensar ese evidente error, o la pésima solución del problema al que debía enfrentarse hace un año, cuando la renovación de Messi requería oficio, experiencia y habilidad en la gestión, Laporta ha decido emprender el camino inverso de fichar a los futbolistas más caros del mercado sin disponer de los recursos necesarios y a base de empobrecer al club de forma prácticamente irreversible.

Para evitar hacer balance de un año sin Messi, la jugada mediática es organizar una presentación circense de Lewandowski que, además, será paseado por los medios en el marco de una estrategia de comunicación perfectamente calculada y con la intención añadida de estimular la venta de entradas para el Gamper, que se disputará dos días después, el 7 de agosto, frente al Pumas de México, que no sería el rival más atractivo para la ocasión.

Si puede, Laporta hasta intentará que ningún medio consiga una entrevista con Messi, coincidiendo con ese aniversario, no vaya a ser que explique lo que de verdad siente y piensa respecto del presidente.

Laporta tiene complicado que el barcelonismo olvide a Messi, mucho menos después del calvario vivido tras haberlo echado, pero sí se asegura que con el señuelo del delantero polaco la prensa a su servicio le dedique casi el 100% de sus contenidos. 

Lo que haga Messi seguirá siendo, como siempre, lo mejor para el Barça, pues pudiendo haber sido más que crítico y lacerante con Laporta, que además pretendió acusarlo de estar negociando con una oferta del PSG, el delantero argentino ha preferido seguir su camino consciente de que este tipo de batallas sólo perjudican al club y a sus aficionados.

La pregunta, un año después, sigue siendo porqué Laporta no renovó a Messi cuando era más barato que fichar a Lewandowski, un delantero al que Leo supera ampliamente en goles y palmarés y es sólo un año más joven. La respuesta puede ser tan simple como que Laporta sigue siendo más amigo de Pini Zahavi, el agente de Lewandowski, que de Jorge Messi, padre y representante de Leo. 

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