Laporta ya gestiona el Barça como un club-estado en manos de Goldman Sachs y Sixth Street

La financiera ‘madre’, Goldman Sachs, exige cobrar 100 millones de la venta del 15% de los derechos de televisión, reduciendo la plusvalía de las palancas y obligando a Laporta a seguir empobreciendo la institución con más ventas de activos y recursos

Joan Laporta

Ya no hay marcha atrás. La fiebre de Laporta por fichar y gastar se ha convertido en el gran espectáculo de un verano que, precisamente, si por algo se ha distinguido es por la frialdad del mercado y por el inmovilismo, al menos comparado con otras temporadas. Ha fichado el PSG o, mejor dicho, ha renovado a Mbappé con un coste excepcional, y ha fichado el Manchester City a quien está considerado el mejor delantero de futuro, Haaland, a cambio de traspasar futbolistas como Sterling (56 millones) y Gabriel Jesús (52 millones), además de haber acumulado este invierno la plusvalía por el traspaso de Ferran Torres al Barça, un fichaje no tan lejano. 

Darwin Núñez ha sido la “bomba” del Liverpool (75 millones), que ha vendido a Mané y otros jugadores por 76 millones. Sólo Arsenal (Gabriel Jesús y Fabio Vieira) y Chelsea (Sterling y Koulibaly) se han reforzado con un cierto desequilibrio hasta ahora de -82 millones y -86 millones, respectivamente.

Por su parte, Bayern Munich (Sadio Mané y Matthijs de Ligt) ha invertido 99 millones en un defensa y un goleador de primer nivel, recuperando 60 millones con la mejor venta de la historia del club alemán, gracias a la operación Lewandowski, un delantero a punto de cumplir 34 años y a un año de quedar libre. En LaLiga, descartado Mbappé, el Real Madrid apostó por Aurélien Tchouameni (80 millones), pendiente aún de traspasar alguno de sus cracks nacionales como Marco Asensio.

De largo, el FC Barcelona se ha convertido en el club europeo más comprador, el único que ya ha superado la barrera de los 100 millones (130 millones por ahora) con la perspectiva de ir a por un defensa como Kounté y dos laterales (Marcos Alonso y Azpilicueta) del Chelsea, con quien negocia además por una eventual salida de Frenkie de Jong.

Lo sorprendente y más llamativo de esta situación tan impensable como desconcertante radica en que también el Barça lidera con una ventaja sustancial sobre el resto el ranking de la precariedad y de las limitaciones a la hora de fichar, esas normas del fair play financiero que, a su modo y manera, aplica cada liga profesional en sus países respectivos. 

PSG y Manchester City se hacen trampas en este solitario, por ahora toleradas gracias a unas argucias contables descaradas y públicas que no sirven para disimular su condición de clubs-estado, que es como ya se les conoce a los equipos franquicia de Qatar y de Abu Dhabi que juegan la Champions.

Otros grandes de Europa, siguiendo un plan de contención obligado todavía por el efecto negativo de la pandemia, también se han moderado una temporada más a la espera de tiempos mejores. La Premier está siendo un ejemplo de rigor y de cumplimiento de los límites de gasto impuestos por su liga profesional.

En LaLiga española, los clubs están sujetos a un criterio contable denominado “margen salarial” que se actualiza antes de cada ventana de mercado y que el Barça tiene excedido y negativo en -144 millones, una carga lastrada además por un patrimonio neto negativo de 451 millones como resultado, sobre todo, de las pérdidas acumuladas de los ejercicios 2019-20 y 2020-21.

“No sé cómo han fichado a tantos jugadores. Es el único club del mundo que no tiene dinero y puede ficharlo todo. Es extraño y un poco loco, pero han encontrado soluciones. Tienen mejor equipo que el año pasado”, acaba de manifestar el técnico del Bayern, Nagelsmann, que tampoco entiende cómo un club señalado por sus deudas y estado financiero crítico puede estar pagando enormes cantidades por futbolistas por los que, además, no ha habido cruce de ofertas que los haya encarecido especialmente.

En apariencia, pues, el Barça está actuando como uno de esos club-estado, con la diferencia de que detrás no hay ningún jeque ni ningún magnate del petróleo ruso ni tampoco, al menos de momento, ningún fondo de inversión con la manifiesta voracidad de controlar el Barça a nivel ejecutivo y mucho menos, porque todavía eso es imposible, integrarse en el accionariado societario.

Esta última reflexión, sin embargo, debería matizarse hasta empezar a dudar sobre el rol que un poco más adelante puedan llegar a tener Goldman Sachs y Sixth Street, pues la venta urgente de los derechos de televisión ya ha provocado, aunque sin derramamiento de sangre, un conflicto de intereses.

Goldman Sachs, que concedió a Joan Laporta un crédito de 590 millones para salvar el peso de la deuda a corto y hacer frente a una situación de tesorería insoportable, estableció como garantía los derechos de TV y accedió a liberar de esa pignoración el 10% que necesitaba el presidente ante la urgencia de compensar 150 millones de pérdidas la temporada 2021-22. Contra la necesidad de ampliar la cesión de derechos al 25%, o sea un 15% más, Goldman Sachs sí que ha impuesto una contraprestación efectiva, pues este tipo de inversores se cubren ante cualquier contingencia, en este caso ante una posible pérdida de 300 millones si hubiera de compensar con el cobro de esos derechos la circunstancia de que el Barça no pudiera hacer frente a la devolución del préstamo.

Algunas fuentes aseguran que Goldman Sachs, a cambio de permitir la operación con Sixth Street, plantea la amortización anticipada de 100 millones en el momento en que se formalice. Lo que se traduce automáticamente en una reducción de esa plusvalía que si es de 350 millones se quedaría en 250, cantidad que habrá de ser sometida por parte de LaLiga a una estimación en función del presupuesto de la temporada actual en la que no está garantizada su cobertura, como el anterior, sin una inyección de beneficio extraordinario.

Eso siempre y cuando LaLiga asuma las “promesas” de Laporta cuando éste les explique sus intenciones sobre los derechos de TV y cómo piensa administrar esa pequeña fortuna. LaLiga sólo tendrá la palabra del presidente del Barça como único argumento para reevaluar este 31 de julio el margen salarial del que puede disponer para inscripciones y fichajes, más allá de las condiciones del 1/3 que ahora mismo se le permiten, o sea, gastar uno de cada tres millones procedentes de beneficios estructurales, venta neta de jugadores o rebaja de la masa salarial.

Al Barça le quedan recursos todavía, pues hasta ahora se han mantenido a salvo y protegidos por las sucesivas directivas. Laporta ha cruzado una peligrosa línea roja desde el momento en que, para tapar la pésima gestión económica y financiera de la temporada, ha de empobrecer el club condenándolo a años y años de menos ingresos sin ninguna política eficiente, sensata y equilibrada de recuperación. 

Laporta no solo vende para comer cada día, porque ya se ha comido -es evidente- todas las reservas, sino que para seguir teniendo un plato en la mesa ha empezado a vender la casa a trozos para seguir teniendo mesa reservada en Via Veneto, o sea fichando por encima de las posibilidades reales. Lo más probable es que cuando ya no pueda mantener ese ritmo de vida sea un tercero, un fondo de inversión seguramente, quien se quede la propiedad.

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