La insólita renovación de Dembélé sólo puede ser otra farsa o una palanca

Resulta inexplicable ficharlo por dos temporadas con 25 años (Lewandowski ha firmado por cuatro con 33 años) si no es para traspasarlo con una cláusula que puede rebajarse a 50 millones o para renovarlo en pocos meses

Dembelé

Las dinámicas del Barça en cuestiones de fichajes son tan inescrutables como los grandes misterios de la humanidad o el origen del universo. La recuperación, el reciclaje o la reconciliación con Dembélé, como se prefiera calificar el extraño desenlace de su adiós e inmediata reaparición, deja más enigmas y preguntas que otra cosa, sobre todo si se comparan sus nuevas condiciones contractuales con las de cualquier otro futbolista del mundo, pues el club anunció la semana pasada su segunda contratación por un periodo de dos años, es decir que vestirá de azulgrana las temporadas 2022-23 y 2023-24. 

No existe en el fútbol europeo ni tampoco en ningún otro lado un acuerdo así, tan corto, con un futbolista de 25 años. Ni es comparable a nada ni tiene explicación desde el momento en que ambas partes han manifestado un interés mutuo por seguir caminando juntos y se supone, al menos por parte de la junta directiva y cuerpo técnico del Barça, que cuenta con Ousmane porque considera su calidad, talento y actitud excelentes y con el nivel futbolístico exigible para jugar en el Camp Nou. 

En este sentido, la confianza pública que siempre ha exhibido Xavi Hernández en el delantero francés no deja ese margen de dudas que sí produce un contrato tan corto y de condiciones controvertidas.

Debe considerarse, también, por otro lado, que Dembélé firma este reenganche con la determinación y la ilusión de demostrar, como azulgrana, una evolución y progresión muy importantes, ilimitadas, una vez superadas sus graves lesiones musculares y habiendo demostrado unas cualidades excepcionalmente únicas en el fútbol moderno.

No hay jugadores de banda con la velocidad, la habilidad ni el regate de Dembélé, que además fue el mejor asistente en goles la temporada anterior, pendiente eso sí de afinar en el remate final. A su edad, 25 años, con el bagaje y la experiencia atesorados, su gran explosión como una de las figuras más relevantes del fútbol mundial debería ser cuestión de poco tiempo, pues sólo en el Barça puede encontrar un ecosistema ofensivo en el que un delantero pueda disfrutar tanto.

Por lo tanto, sobre estas reflexiones objetivamente inapelables, carece del menor sentido que ambas partes acordasen comprometerse sólo por dos temporadas.

La de Dembélé fue una presentación atípica y desconcertante, en la que la prensa, gobernada por un solo anillo, el del laportismo, fue incapaz de preguntar por este sinsentido ni tampoco por la cláusula de rescisión, clave para entender las condiciones de un acuerdo que no es ni mucho menos lo que parece.

No fue hasta el día siguiente cuando el club, que habitualmente hace pública la cláusula de rescisión de sus futbolistas, filtró la de Ousmane, de 100 millones, o sea la más baja del vestuario, con diferencia.

 Es un dato revelador, pues significa que la intención común no es la de consumar un matrimonio futbolístico a favor del Museu del Barça sino la de estar preparados para tramitar un traspaso en cuanto llegue una oferta interesante. 

Esa cláusula de 100 millones, además, es sólo una parte de la verdad, no toda, pues parece que bajo determinadas condiciones podría rebajarse a 50 millones al final del primer año y posibilitar de este modo una salida cómoda para el futbolista, sin tensiones añadidas, jugosa para el club y más transparente para su agente a la hora de fijar las comisiones legales.

Ousmane se ha convertido en carne de traspaso, puede que en una nueva palanca susceptible de dejar dividendos en cualquier momento porque así lo insinúa un acuerdo atípico y tan poco estimulante para un futbolista que pretenda asegurarse continuidad y estabilidad. No la va a tener, al contrario, pues de sus goles y juego no dependerá estrechar esos lazos aún pendientes con la afición del Camp Nou, sino de que aparezcan más o menos ‘novias’ y tentaciones para irse a otro club.

Esos dos años de contrato, cobrando lo mismo, unidos a esta cláusula menguante explican ese extraño trato alcanzado cuando ya había expirado su pertenencia al club, al parecer cerrado sin prima de fichaje a favor de su agente, una opción ahora sujeta a un traspaso por el que suspiran ambas partes.

También resulta insólito que el propio jugador haya aceptado jugar en estas condiciones, seguramente porque el mercado se ha movido menos de lo esperado y no han llegado ofertas de clubs de primer nivel que realmente tuvieran una vacante en la delantera para un delantero de sus características. No todos los técnicos quieren en sus filas un futbolista tan agresivo en ataque, pues Ousmane no conoce la pausa ni la calma estratégica, es un jugador eléctrico y compulsivo, vertical por encima de todo e incansable.

Su caso, además, contrasta casi de un modo demencial con las condiciones del nuevo delantero azulgrana, Robert Lewandowski, que ese mes de agosto cumplirá 34 años, o sea nueve más que Dembélé. El polaco, en cambio, firma por tres años más uno opcional, o sea con la posibilidad de seguir vistiendo de azulgrana a los 38 años mientras que el delantero francés volverá a ser libre a los 27 años si no se marcha antes del Camp Nou, como parece.

La operación ha salido a plena satisfacción de Laporta, pues de este modo rocambolesco y delirante ha podido forzar el fichaje de Raphinha, un extremo exclusivamente diestro que ocupa una de las posiciones de Dembélé, de modo que quien presuntamente acabaría en el banquillo sería Ferran Torres si hubiera que confeccionar ahora un once sobre las expectativas periodísticas que circulan, a falta de que el entrenador decida sobre el estado de forma y papel de cada uno de sus futbolistas.

Los 70 millones que cuesta el delantero brasileño de Jorge Mendes tutelado por Deco pesarán, y mucho, a la hora de confeccionar una alineación en la que cada vez parece tener menos sitio Ansu Fati y condicionada a que Dembélé pueda ser puesto en el escaparate como una ganga a la venta.

O eso, o en apenas unos meses se podrían dar, si el delantero francés se asocia a la perfección con Lewandowski y ambos forman un tándem letal en ataque, las condiciones para una ampliación de contrato, con una ficha y variables que ahora se han querido esconder a la opinión pública para dar fuerza al relato de un pulso ganado por Laporta sobre les exigencias inaceptables de Dembélé. En ese caso, toda esta renovación, inexplicable y minimalista, habrá sido otra farsa. Una más.

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