Laporta aún no ha ‘limpiado’ del todo la huella del pasado en las oficinas del club

En el departamento de Business Intelligence, BLM y el área de prensa aún sobreviven ejecutivos de confianza y de peso en la administración de Bartomeu que se han vuelto ‘invisibles’ y han eludido hasta ahora pasar por recursos humanos

La limpieza ejecutiva realizada por Joan Laporta desde su toma de posesión el 17 de marzo de 2021 ha sido selectiva, discriminatoria y muy definida a favor del desmantelamiento de las estructuras heredadas de la directiva anterior de Josep Maria Bartomeu. Después, con el paso del tiempo y de las especiales circunstancias de un inicio de mandato extraordinariamente agitado, con demasiadas convulsiones internas, también se produjo una segunda criba de personal hasta vaciar los despachos y el organigrama no sólo de ese pasado tan compulsivamente perseguido por los recién llegados sino también de los empleados clave situados de forma estratégica por el ex CEO Ferran Reverter.

Borrar la huella de Reverter ha resultado desde luego más sencillo y rápido, aunque no menos costoso según los tipos de contrato y las condiciones pactadas en un momento de cierta alegría en la contratación de puestos clave que habían de perdurar en el tiempo y de consolidar un nuevo estilo de gestión.

A la pregunta sobre si, finalmente, aún quedan cargos ocupados por personas de confianza del pasado, ejecutivos de diferente rango que mantengan cierta responsabilidad y mando en sus respectivas áreas, la respuesta es que aún es posible encontrar contadas excepciones y pequeños territorios de la resistencia a donde no ha llegado ese raspado tan concienzudo.

Ha habido, en efecto, supervivientes que o bien han conseguido volverse invisibles o bien no han sido detectados todavía por la ‘gestapo’ laportista, implacable incluso con aquellos que intentaron saltar de un barco a otro en un primer momento y llegaron a creerse que seguirían al frente de sus departamentos, protegidos por un presidente que los abrazaba y elogiaba por los pasillos. Al día siguiente de ese abrazo caían fulminados por orden de recursos humanos.

Fue el caso de Paco Latorre (Barça Studios), de Javier Sobrino (Plan Estratégico) o el propio Guillem Graells (Marca). También fueron abatidos, y en poco tiempo, hasta dos directores de BLM, Joan Carles Raventós y Jordi Balsells, igual que los veteranos del área social, como Joan Camps, Sonia Domenech o Rubén Bonastre, mientras parecía no tener fin el culebrón de salidas del área comercial, empezando por Xavi Asensi, que se fue antes de las elecciones. Su presunto sustituto, Cinto Arjam, acabó renunciando antes de asumir el cargo cuando entendió que ese era un cargo que le venía grande. Le entró el tembleque y acabó por trabajarse su propia palanca como una agencia de servicios externa. El elegido finalmente, Jordi Camps, optó por dimitir antes que vivir en el infierno en que se han convertido las oficinas del club. El puesto sigue vacante con las funciones repartidas confusamente.

La historia se ha repetido al frente de la seguridad (Ferran López y Lluís Venteo) y en el área de Compliance (Xavier Mas, fichaje de Reverter, por Sergi Atienza, procedente del despacho profesional de Laporta).

El caso de BLM, curiosamente, ha acabado con el rescate de Josep Maria Messeguer, un viejo ‘rockero’  ejecutivo de la clase media de Rosell y de Bartomeu, un empleado muy veterano en el que concurren, tras su reciente nombramiento como responsable de BLM, circunstancias muy especiales, como que también es un legendario  del Comité de Empresa del FC Barcelona y que, por edad, se encuentra muy cerca de la jubilación, en un momento y coyuntura en la que BLM está a punto de cambiar de propiedad, cuanto menos el 49%, si se consuma la venta de ese activo tras la asamblea del 16-J.

Ha pasado más desapercibida, por otro lado, la sorprendente continuidad de la estructura del departamento de Business Intelligence, una consultoría interna especializada en análisis y estudios de mercado con una merecida buena reputación, prestigio y eficiencia en su principal cometido de ofrecer un soporte 360º al área comercial.   Aunque pequeña, la oficina de Business Intelligence (BI) se había consolidado como un servicio clave e imprescindible en tiempos de Bartomeu, que ha ido perdiendo protagonismo y peso en la organización con la llegada de Laporta, principalmente debido a que la mayoría de las consultas, análisis y sugerencias de BI no encajaban o discrepaban de los proyectos y objetivos de la recién llegada administración.

El nuevo staff dejó de contar con su asistencia de forma progresiva y prácticamente del todo a partir de que el propio presidente y su núcleo duro asumieron más y más funciones ejecutivas. Se daba por hecho que, como en el resto de las áreas, la responsable BI, Cristina Peña, sería rápidamente requerida por Recursos Humanos para ser sustituida por alguien menos profesional, más adulador con el alto mando y desde luego con menos empatía con el estilo de trabajo y la organización del pasado.

Lo mismo puede decirse de Toni Ruiz, eterno jefe de prensa del FC Barcelona desde los tiempos de Núñez, cargo que ha mantenido inalterablemente con Gaspart, Laporta, Rosell, Bartomeu y ahora en este segundo mandato de Laporta, mientras asistía al descalabro, uno tras otro, de sus sucesivos directores de comunicación. Nadie atesora en este ámbito más oficio, experiencia y habilidad para evitar la guillotina en un ámbito de tanta sensibilidad, tensión y guerras intestinas por el poder. Tampoco parece que su futuro pueda peligrar, si bien en su caso no existen demasiadas dudas sobre el talante de quien, inalterablemente, destacó por su amabilidad y trato con la prensa laportista, incluso en tiempos de Rosell y de Bartomeu. Tiene, cuando menos, ese ‘colchón’ salvavidas.

Dos últimos casos de supervivencia a ambos gobiernos serían los de Cristina Belloque como jefa de los servicios jurídicos y de Anna Aznar en el área social. Ingresaron en el club recomendadas por Joan Laporta en su primer mandato y luego, en la etapa Rosell-Bartomeu, no sólo fueron indultadas sino elevadas a puestos de confianza y de responsabilidad en una más que correcta correspondencia a su valía y méritos profesionales. Con el regreso de Laporta, tanto Cristina Belloque como Anna Aznar han sido ascendidas excepcionalmente, al menos si se compara esa ‘recompensa’ con el destino menos afortunado de esa larga lista de ejecutivos y de profesionales que, con igual o mejor capacidad, currículo y probada eficiencia en sus puestos de trabajo, se fueron a la calle a las primeras de cambio.

A modo de resumen, apenas quedan ejecutivos del ‘pasado’, excepto los citados Josep Maria Messeguer (BLM) y Cristina Peña (Business Intelligence), que sigan en sus mismos puestos, o hayan sido ascendidos, sin necesidad de exhibir y de acreditar interna y externamente sus credenciales de afinidad y adhesión inquebrantable al nuevo régimen.

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