El plan de Laporta nunca fue aceptar la operación CVC como quería su junta

Tras darle luz verde en La Junquera, rompió el acuerdo por su cuenta, haciéndose el indignado con Javier Tebas. Engañó a su propia directiva igual que a los socios anunciando las obras del Espai Barça en junio.

Ha llegado el mes junio, que esta semana alcanzará su ecuador, con una cita imprevista para el barcelonismo, la celebración de una asamblea urgente y desordenada, sospechosa y susceptible de ser impugnada, convocada a toda prisa porque la directiva ha llegado a final de curso otra vez sin haber hecho los deberes y con la perentoria necesidad de vender activos en ningún caso contemplados para esta temporada.

El desastre y la confusión son de una magnitud sin precedentes, pues Laporta ha forzado esa asamblea en principio para salvar el cierre del ejercicio actual con la venta de una parte de BLM y de una operación financiera tipo CVC a la carta y al margen del resto de los clubs y de LaLiga Impulso. Hasta aquí, comprensible, si no fuera porque ya se sabe que ambos posibles negocios en ningún caso podrán cerrarse antes del 30 de junio y que no repercutirán en una liquidación del ejercicio condenada a aumentar, con nuevas pérdidas, el saldo patrimonial negativo del FC Barcelona que, hoy en día, es de 450 millones.

¿Por qué entonces tanta prisa? Pues porque cuando la junta del FC Barcelona se reúne en La Junquera el día 31 de mayo pasado y convoca la asamblea, Laporta ya ha urdido otro pérfido e improvisado plan para otra de sus patadas hacia adelante. En la reunión se muestra de acuerdo en aceptar el ingreso del Barça en la Liga Impulso, que supone una rebaja directa de 270 millones de ese saldo en números rojos, un primer paso en el arreglo de su margen salarial, negativo, y una inyección directa a la vena de 40 millones para fichar.

Laporta da su aprobación en la comida-reunión de La Junquera, tal y como quiere y plantea una junta que empieza a temer justificadamente por su aval y, mucho más allá, por un mandato que podría acabar con cifras de pérdidas récord, negativas, y quién sabe si con una acción de responsabilidad amenazadora contra su patrimonio.

Laporta, en ese momento, ya ha escuchado y procesado en silencio unas declaraciones de Javier Tebas de esa misma mañana en las que, preguntado por la prensa, afirma que el Barça no puede fichar a Lewandowski porque no dispone de margen salarial para inscribirlo. Guarda silencio en la junta y, al acabar, pide que Barça TV le grabe unas declaraciones durísimas contra el presidente de LaLiga, como quien se siente insultado, indignado y ofendido, al menos lo suficiente como para dar por roto ese acuerdo de aceptación de CVC, decisión que adopta y difunde por su cuenta y riesgo de espaldas a su propia junta.

Puro teatro o teatro del bueno, como diría Mourinho, envuelto en el asombro y el desconcierto de una prensa que en las horas siguientes hubo de cambiar y de explicar a la opinión pública azulgrana otro de esos cuentos sin pies ni cabeza.

Los embustes y la gestión errática de un presidente totalitario y sin ningún plan de gobierno van topando cada vez más con una realidad que, tozudamente, le va devolviendo los golpes. Cabre preguntarse, en medio de este nuevo zafarrancho de combate, por qué demonios pidió entonces aprobar en octubre la venta de Barça Studios, un activo del cual ahora el mismo vicepresidente que patrocinaba su venta, Eduard Romeu, dice que no vale nada. Según se informó y se aprobó en la asamblea ordinaria de octubre pasado, la venta del 49% de las acciones de Barça Studios aportaría 50 millones de beneficio neto.

Una operación o, mejor dicho, un intento de operación que internamente se ha pagado con el coste y el despido fulminante de su director, Paco Latorre, y el pago también generoso a una auditoría amiga y de máxima confianza del presidente a la que se ha encargado buscar y encontrar en todo el mundo un partner que quiera compartir esa vía de negocio que, si realmente lo fuera, ya se habría cerrado con Mediapro hace mucho tiempo. Que nadie espere buenas noticias desde este otro frente que hace un año significaba la solución al cierre del ejercicio.

Junio también era el mes en que debían iniciarse las obras mayores del Espai Barça, tal y como se anunció con un exceso de bombo por parte del presidente tras reunirse con la alcaldesa Ada Colau. Laporta, en realidad, obtuvo los permisos para las obras perimetrales y complementarias, además de las correspondientes a la reurbanización del entorno del estadio, en el barrio de Les Corts. Se le otorgaron, en definitiva, los permisos previstos en tiempos de Bartomeu, según lo aprobado en el MGPM del Espai Barça.

En ningún caso obtuvo, porque aún no ha presentado ningún proyecto, licencias para modificarlo como él mismo ha anunciado, sin tocar la Primera Graderia y rehaciendo entera la Tercera Graderia. La propia nota del club, desmintiendo los titulares de Laporta, concretaba el alcance limitado de esas acciones:  “Los trabajos se concentrarán en la primera y en la segunda gradería, en el ámbito tecnológico, en el entorno del Estadio y en la urbanización exterior. Las acciones en el interior del Camp Nou incluirán el derribo de la estructura adicional del Gol Sur donde se ubicaba el Centro Médico, obras de restauración, anticarbonatación e impermeabilización de las gradas, así como acabados estructurales y la mejora y renovación de los sistemas de retransmisión. En el ámbito tecnológico, está prevista la instalación de nuevas conexiones de telecomunicaciones, el traslado del centro de procesamiento de datos, la creación de una sala técnica de registro de infraestructuras de telecomunicaciones interiores o la instalación de las nuevas acometidas del TV Compound, para el aparcamiento de unidades móviles televisivas. También se impulsarán acciones en el entorno del Estadio, con obras de contención del aparcamiento de Lateral, la construcción del nuevo almacén central inteligente y de un espacio experiencial para información de los socios y comercialización del proyecto, y el trasplante y acondicionamiento del arbolado. Por último, en cuanto a las tareas relativas a la Modificación del Plan General Metropolitano (MPGM) ya en curso, están previstas obras de urbanización de la calle Menéndez i Pelayo y el inicio de los trámites y de los trabajos de derribo del edificio propiedad del Club en la Travessera de les Corts (antiguo Picadero)”.

Todo lo cual, traducido, significa que simplemente se reanuda el plan previsto, financiado con 90 millones extra concedidos por Goldman Sachs con vencimiento en 2023. Nada que ver con esos 1.500 millones que por ahora no aparecen por ningún lado ni invitando a inversores de todo el mundo al Camp Nou, de donde salen corriendo cuando al final de todas las reuniones aparece Laporta y se dan cuenta de que el proyecto está en manos de alguien con una presidencia, criterios y posiciones demasiado inestables.

Los socios del FC Barcelona incluso han de poner en duda, si el término de devolución es a un año, sujeto a la previsión de que el préstamo ‘gordo’ engulla estos 90 millones a largo plazo, que ni siquiera estas obras de acondicionamiento se puedan llevar a cabo en los plazos anunciados.

Y desde luego será imposible que el primer equipo juegue la temporada 2023-24 en Montjuïc. Ni la directiva de Laporta lo ha pedido formalmente ni las licencias que reforman el proyecto podrían ser otorgadas antes de un año, teniendo en cuenta que aún no han sido presentadas ni siquiera.

Con suerte se celebrará la asamblea de este jueves, sólo telemática, para que la junta pueda obtener de los socios más amplios poderes para seguir dilapidando los recursos del club hasta agotarlos.

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