Pensamiento crítico contra el populismo

Me lo decía hace unos días el filósofo, teólogo y docente Francesc Torralba en una entrevista que le hice: «El único antídoto real al populismo es el pensamiento crítico». «Crítico y autocrítico», repitió algunas veces a lo largo de la entrevista. También dijo que, por desgracia, el pensamiento autocrítico abunda poco. Y tampoco vamos sobrados del crítico. Lo razona en las 140 páginas del informe “¿Somos críticos? Fundamentos para una educación comprometida”, publicado por la Fundació Jaume Bofill y escrito conjuntamente con la filósofa Mar Rosàs.

Por ahora, el populismo parece estar en alza. Donald Trump no es el presidente de Estados Unidos pero fue de poco que no consiguiera la reelección en diciembre del 2020. Y le votaron casi 70 millones de electores. Jair Bolsonaro fue elegido presidente de Brasil en el 2018 con 11 millones de votos más que su rival progresista y ahora cruzamos los dedos para que le sustituya Lula da Silva. Marine Le Pen no se hizo con la presidencia de Francia pero pasó a la segunda vuelta electoral y cuatro de cada diez votos fueron para ella. En Colombia, las encuestas no descartan la victoria en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de un candidato, Rodolfo Hernández, de la cuerda de Bolsonaro y Trump. El populismo ha llevado el Brexit a Gran Bretaña y a Víktor Orban a ser primer ministro de Hungría desde hace 12 años. En Cataluña y España vemos cómo cada vez hay más votantes de VOX. El populismo patriotero, del color que sea, se manifiesta muy arraigado.

Podríamos seguir mucho rato repasando el listado de populistas que convencen a los ciudadanos de que sus propuestas simplistas y a menudo xenófobas e insolidarias son la solución a todos sus males. Habría que añadir el efecto social simplificador y de tono maniqueo que suele acompañar a las guerras. O eres un patriota o eres un traidor. Y no hace falta estar en guerra para que esta distinción se haga en conflictos como el que vivimos en Cataluña.

El pensamiento crítico, tal y como explica Torralba, es aquél que es capaz de ponerlo en cuestión todo. No da por bueno e inalterable nada de lo que conocemos. Y no teme cuestionarse lo que siempre se ha dado por indiscutible. Le miré con un cierto escepticismo y le pregunté si creía en serio que con ese pensamiento crítico se podía cambiar el mundo a mejor. Me dijo que creía que sí, que tenía «una cierta esperanza». Pero que había que sembrar mucho.

Por sembrar que no quede.

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