Laporta también suspende estrepitosamente en la gestión económica y financiera

Llega a los exámenes de junio sin haber hecho deberes y con los mismos problemas, agudizados, de los que hace un año Javier Tebas no era responsable y ahora sí. Ya no le alcanza con echarle la culpa a Bartomeu.

Javier Tebas, presidente de La Liga
Javier Tebas, presidente de La Liga.

Cuesta tejer otro gran enredo mediático y social para embaucar una vez más al socio con promesas imposibles y seguir avivando el fuego eterno del odio y del crematorio del pasado contra Bartomeu, en una caldera en la que ahora también ha caído Javier Tebas (foto) como presunto corresponsable de esos fondos propios negativos que ahogan la economía de la junta de Laporta, la misma directiva que presumió de provocarlos hace exactamente un año.

En junio de 2021, esos mismos problemas que hoy son insuperables no existían o cuando menos eran de una dimensión controlable y manejable. La masa salarial, desde luego, se había convertido en un desafío que ya venía poniendo a prueba los recursos, el ingenio, la habilidad y capacidad de directivos y ejecutivos, especialmente cuando la pandemia produjo una caída de 300 millones en los ingresos y los capitanes de Bartomeu decidieron que, ante la amenaza de una rebaja de sus fichas multimillonarias, su mejor defensa era atacar al presidente por tierra, mar y aire hasta cargárselo. En ese cometido no estaban solos, pues contaron con una oposición avalada e impulsada, incluso desde el Govern de la Generalitat, por el aparato soberanista.

Laporta, en cambio, no vio problema alguno, al contrario, en reforzar ese vestuario con la renovación de Messi, una operación que costaba 100 millones anuales por dos temporadas. Piqué fue quien envenenó primero al nuevo presidente, junto con un equipo económico, encabezado por Eduard Romeu, timorato, cobarde y mediocre, convenciéndolo para retirarle finalmente esa oferta, lo que equivalía a un ahorro directo de 135 millones en la actual temporada. Una rebaja a la que siguió la de Griezmann, redondeando ese descenso en nóminas a 150 millones.

Ironías de la vida y del destino, a Bartomeu lo crucificaron porque un día Messi le envió un burofax, luego lo criticaron por retenerlo contra su voluntad para, finalmente, los socios votar mayoritariamente al candidato capaz de renovarlo. Diabólico e inextricable si se cuenta el final de una película en la que Laporta lo echa del club con los peores modos y formas posibles.

Hace un año, por tanto, ni Tebas era el enemigo número uno ni tampoco la masa salarial, ya rebajada, debía suponer un problema superlativo una vez que Josep María Bartomeu ya hubo pagado su pena de culpa ante tres tribunales por separado. Social y mediáticamente, siendo presentado como “el peor presidente de la historia del Barça”; desde el ámbito económico, con unas pérdidas que le fueron atribuidas de forma falsa, gratuita e innecesaria de 481 millones y, judicialmente, con la amenaza de sentarlo en el banquillo de los acusados ante lo que parecían evidencias indudables de crímenes horribles que sólo podían pagarse con una larga pena de cárcel, cuanto menos.

Así se cerraba una etapa y se iniciaba, según el propio Laporta, un periodo de renovada ilusión, gestión impecable, recuperación económica, fichajes deslumbrantes y títulos que dejarían pequeño el Museu.

Laporta diseñó un presupuesto de 765 millones, de más de 134 millones de ingresos respecto del anterior, con un crecimiento del 376% en taquillaje y abonos, con el Camp Nou de nuevo abierto y en funcionamiento, 24 millones más del área comercial y casi el doble de beneficios por operaciones de jugadores.

Así lo explicó a los socios, previendo una recuperación del 21% de los ingresos de explotación del club: “Los ingresos de estadio aumentan gracias a la reapertura de las instalaciones del club, especialmente por los partidos del primer equipo masculino. El escenario prevé una recuperación progresiva de la asistencia, llegando al 60% en el mes de febrero.  En el apartado de explotación de Media se prevé una reducción de ingresos respecto a la temporada anterior (-3%) a causa al hecho de haber meritado partidos de la temporada 19/20 durante los meses de julio y agosto de la temporada 20/21. Adicionalmente, durante el mes de agosto de la temporada pasada se meritó también el ingreso por clasificación para cuartos de final de la UEFA Champions League. En cuanto a la previsión en ingresos del área comercial es positiva (+9%), en buena parte gracias a la reapertura de las tiendas de venta de Merchandising. En el apartado negativo -precisó- las extensiones de algunos patrocinadores de una temporada a la baja, firmadas durante la temporada pasada, han provocado un impacto negativo en los ingresos previstos de patrocinios. Finalmente, en otras operaciones, el aumento (+45%) es causado por la reversión de los deterioros de los jugadores cedidos (Griezmann y Trincão), así como por operaciones de venta”.

Ni una alusión al fair play financiero ni a Tebas. El futuro arrancaba con la plantilla amortizada anticipadamente -nadie sabe por qué-  y casi 100 millones en provisiones sin sentido pero que, en cualquier caso, habían de servir para convertir en oro puro todo aquello que tocase la directiva a partir de ese momento.

Aun así, para cubrirse ante alguna eventualidad, rogó a la asamblea ordinaria de octubre pasado permiso para vender una parte de Barça Studios, con la única finalidad de fortalecer la nueva y presuntamente poderosa estructura financiera y económica.

Ni rastro de esos conflictos ni de las quejas tan airadas que ahora dirige enconadamente contra Javier Tebas por haber asegurado que, a día de hoy, el Barça no puede fichar a Lewandowski. Una sensibilidad, por parte de Laporta y de los suyos, extraña, sospechosa e inexplicable, sobre todo cuando Laporta hubo de pedirle un favor a Piqué para inscribir a Memphis y Éric Garcia y luego realizar malabares como renovar a Umtiti para inscribir a los fichajes de invierno: Alves, Ferran Torres, Aubameyang y Adama.

Laporta, además, aseguró estar en condiciones de competir por el fichaje de Haaland, incluido el ridículo espantoso de haber enviado a Xavi y Jordi Cruyff a convencerlo o de fortalecer al City con 65 millones del Barça por Ferran Torres para fichar al noruego.

Todo era un espejismo, otro gran embuste de Laporta, y una operación mediática de lamentaciones y de acusaciones para ocultar la verdadera realidad de una gestión insuficiente, muy poco profesional, improvisada, frívola y especialmente dominada por la inacción y por dedicarle más horas a comer y a viajar que a trabajar en serio por los intereses del club.

Detrás del fichaje de Lewandowski, no hay que olvidarlo, están los intereses particulares de Laporta y de su amigo Pini Zahavi, ex-socio del presidente y representante del delantero polaco.

En definitiva, una cortina de humo más mientras corren los días y, según la propia directiva, el presidente no tiene a dónde agarrase para equilibrar nuevas pérdidas y conseguir un margen para fichar.

El túnel en el que Laporta ha metido al Barça se vuelve cada día más oscuro, más cuesta arriba y más estrecho.

Necesita un ‘milagro’ de esos que principalmente sólo puede obrar Goldman Sachs, el fondo de inversión que, en la práctica, ya es dueño de medio club por más que le guste disimularlo y pasar desapercibido.

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