La asamblea del desahucio será telemática porque Laporta no quiere riesgos

Necesita tener controlados la participación y el resultado de las votaciones de la cita del día 16 de junio, que tampoco será presencial, después de anestesiar también a todos los grupos y plataformas barcelonistas

La persuasión y alcance del aparato mediático y de control social del barcelonismo por parte de Joan Laporta se ha convertido, sin ningún género de dudas, también sin competencia, en el único departamento del club que hoy funciona con un elevado porcentaje de éxito, eficacia y regularidad.

Frente al drama que supone ver cómo la junta directiva necesita vender, en breve, con urgencia y en desventaja, activos del club, prácticamente irrecuperables, aceptando hipotecas indecentes y un descenso de ingresos a partir de la próxima temporada, es decir enfilando la vía directa a una sociedad anónima encubierta, no se visualiza ni se escucha ninguna voz independiente, valiente ni capaz de levantar la mano para, por lo menos, cuestionar el método Laporta de sometimiento de los socios a su extrema voluntad.

Primero, aprovechó el tirón electoral y la popularidad de su retorno, combinada con esa dialéctica contra el pasado y la herencia de Bartomeu, para eliminar de los estatutos la menor posibilidad de control y transparencia sobre su gestión. Luego, a partir de que los resultados del primer equipo no han caminado por esa senda triunfal prometida, más bien al contrario, recurrió a la asamblea telemática mixta, o sea, utilizando al Senado como figurantes y como parapeto presencial, para sacar adelante el vergonzoso acuerdo con Spotify. Ahora lo volverá a hacer, deprisa y corriendo, para sacarse de encima ese requisito asambleario que le ha de permitir, como sea, a trancas y barrancas, malvender los últimos tesoros comerciales del Barça.

Este sería el momento para que esas plataformas y colectivos barcelonistas que históricamente presumían de defender los derechos de los socios y las esencias del barcelonismo, gente reactiva, comprometida y combativa contra los presuntos abusos de juntas anteriores, básicamente las de Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu, se levantaran como un solo barcelonista, como lo habían hecho siempre, hoy con más razón que nunca frente a la ‘gestapo’ laportista que ya anuncia otra participación reducida, controlada y filtrada de los compromisarios en la asamblea más importante y trascendente para el futuro del FC Barcelona.

Será el día 16 de junio próximo, telemáticamente de nuevo, con todos los misterios asociados a una convocatoria injustificadamente retransmitida cuando ya no existe ningún obstáculo para convocarla con carácter presencial.

Esta asamblea del desahucio y el desmantelamiento de medio club se celebrará otra vez bajo ese formato a distancia en el que Laporta ha encontrado la horma de su zapato, un tipo de asamblea en la que nada puede salir mal, pudiendo elegir a su comodidad quién habla y quién no, cuándo y sin necesidad de dar ninguna explicación ni probar que, sea cual sea el resultado de una votación, exista la menor prueba de autenticidad y de fiabilidad.

Lo que sí se puede asegurar, sin temor a equivocaciones, es que el resultado de cualquier votación que se produzca será a favor de las propuestas de la directiva con un margen lo bastante holgado como para que no haya ningún tipo de interpretación distinto ni discutible sobre el apoyo unánime de la asamblea.

Por el contrario, la que fuera oposición organizada contra Bartomeu, básicamente integrada por Seguiment FCB, Dignitat Blaugrana, Compromissaris FCB, Transparència Blaugrana, Noies Twitter FCB, El Senyor Ramon,  Un Crit Valent, Cor Blaugrana y Manifest Blaugrana, se ha dejado engatusar y dominar por el encanto de ese laportismo de cartón piedra, sus falsas promesas y el espejismo de un proyecto de club abierto, democrático y participativo.

Estos colectivos se han convertido hoy en cómplices del mayor recorte social de la historia del barcelonismo y se han puesto al servicio de la junta de Laporta, a la que han dado apoyo y plena confianza tras dos de los escándalos más sonados de los últimos meses, como han sido la asamblea ciega de la aprobación de Spotify y el indignante y escandaloso episodio del partido en el Camp Nou ante el Eintracht. Con su aprobación añadida han blanqueado el definitivo destierro del socio a un papel definitivamente irrelevante.

Contra la beligerancia y protestas subidas de tono con las que, en idénticas circunstancias, habrían reaccionado contra cualquier otra junta que no fuese la de Laporta, las plataformas hicieron público un comunicado timorato y vergonzoso, eso sí incluyendo un tímido reproche, lo mínimo, seguido de alabanzas y aplausos a la gestión y actuación de la junta en ambas masacres contra la salvaguarda y respeto de los socios.

Dieron, en definitiva, una muestra voluntaria de su predisposición al colaboracionismo con una directiva que, sobre todo tras la noche del Eintracht, fue cuestionada e insultada por miles de socios vejados y agredidos en su propio estadio.

Un comportamiento y una actitud vergonzosa frente a la tiranía social que está reduciendo a cenizas cualquier muestra de independencia como ha intentado contra las Penyes. Precisamente, por haber perdido en su día la votación que le habría permitido exterminarlas, Laporta ha elegido celebrar las asambleas libres de riesgo, asegurándose de realizar él mismo el recuento de votos.

Desde la directiva, a través de la vicepresidenta Elena Fort, se ha engatusado a estos grupos para participar en una especia de co-creación de nuevas propuestas estatutarias que tengan como finalidad una mayor representatividad y participación social.

Y se lo han creído, como demuestran unas declaraciones recientes de algunos de sus líderes, que antes fueron pilares y portavoces críticos de una oposición aguerrida e intransigente, pero que ahora ya no son más que tristes figuras manejadas desde la junta a su antojo y conveniencia.

El propio discurso de la junta de Laporta produce sonrojo cuando afirma que de todas las reformas anteriores “ninguna de ellas fue una reforma integral ni abierta a las propuestas de los socios del club, que ya están mandando sus ideas a la comisión de trabajo creada para tal propósito. Mayoritariamente, la gran preocupación de los socios es su participación e influencia, no solamente en grandes decisiones como la aprobación de presupuestos, la petición de un crédito, la creación de empresas participadas por el club, la venta accionarial en dichas sociedades o la entrada de un patrocinador principal. Los socios quieren tener más voz y voto, algo que solamente se producirá si los estatutos facilitan los mecanismos de participación”.

La voz del no menos condescendiente y cobarde Marc Duch se suma a esta prosa barata del laportismo: «La reforma tiene que ir en la línea de incrementar la participación social a través de dotar de mecanismos ágiles, fáciles y representativos a todos los socios para los que quieran participar de manera continuada. Hace falta digitalizar el marco al 100%. Todos los procesos son de naturaleza analógica, incluso en papel carbón. Hay que convertirlo en digital para que sea más fácil relacionarse con el club”, ha dicho en declaraciones recientes en representación de Manifest Blaugrana. Marc Duch, no obstante, mantiene ese interés suyo, personal, en conseguir que, tarde o temprano, alguna de las prebendas y privilegios que va repartiendo Laporta le pueda tocar.

Para Marc Cornet, portavoz de Seguiment FCB, el objetivo debe ser que “el socio gane competencias respecto a la misma junta directiva. Las vías de participación son pocas y exageradas. No tienes más remedio que ir a una moción de censura porque no existen más opciones intermedias de fiscalización. Hay que trabajar en eso», ha afirmado.

Lo más divertido es que ambos han trasladado a los medios que debería existir un nuevo control económico similar al de los avales, aunque sin atreverse a levantar la voz ni cuestionar que la junta de Laporta se los haya cargado, pues no era obligatorio eliminarlos, ni tampoco la supresión de los artículos estatutarios que limitaban la ratio de deuda al doble del ebitda y a dos temporadas la posibilidad de presentar pérdidas ante los socios.

No es una cuestión de ingenuidad sino de verdadera rendición y sometimiento a ese nuevo estilo de gobierno laportista que, después de esquilmar los derechos de los socios y mientras urde otra asamblea para desmantelar los recursos del club, embauca a estos grupos a presentar propuestas estatutarias que, si algún día prosperan, ya no serán de ninguna utilidad.

La anulación de esos grupos como foco de protesta y crítica cierra el círculo de ese grado de anestesia y de pasividad de los medios de comunicación, que a su vez ejercen un efecto de sedación profunda en el entorno, frente a una situación de escandalosa desatención y negligencia de las funciones y obligaciones democráticas de la junta directiva de Joan Laporta.

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