Gobernando la sostenibilidad con federalismo

Nación y religión han sido los constructos mentales alrededor de los cuales se han cohesionado los grupos humanos, tanto los grandes imperios como los estados pequeños. A través de las ideas de nación y religión, hemos llegado al siglo XXI con logros positivos y negativos. La pregunta que muchos pensadores se han hecho y se hace en la actualidad con cada vez más insistencia, es hasta qué punto esas ideas pueden seguir generando bienestar, justicia y paz a nivel mundial.

Pocos ponen en duda que el sistema de producción-consumo imperante no es sostenible y ha generado unas desigualdades sociales inadmisibles. Es un sistema insostenible a corto plazo, que además está destruyendo los recursos naturales que son el sustento de nuestro modo de vida. Los jóvenes no van a poder acceder (como nosotros lo hemos hecho) a esa riqueza natural que nuestros ancestros nos transmitieron. En estas circunstancias, la pregunta que se impone es si tiene sentido seguir manteniendo la idea del estado-nación y de la soberanía como fuerza motora del progreso, que garantice un futuro sostenible. No es menos trascendente la pregunta de si las religiones actuales (especialmente las monoteístas) pueden impulsar una sociedad de bienestar sostenible que sea a la vez justa y libre.

¿Es viable un mundo en que los estados soberanos tengan el poder de imponer leyes y de no aceptar las de otros países? Para mí es obvio que las naciones independientes y soberanas no lo son, como lo demuestra el hecho de que todos los países sin excepción tienen que establecer tratados comerciales, acuerdos internacionales y asociaciones multinacionales para poder satisfacer sus necesidades. En realidad, nadie es soberano hoy día, puesto que ser soberano implicaría no participar en la globalización o incluso no ser demócrata: es el llamado trilema de Rodrick.

Hoy en día, las naciones soberanas se han convertido en un desiderátum que lo único que consiguen es defender unos intereses propios que en el fondo evitan la justicia social, la igualdad y la solidaridad entre los humanos. Lo que las naciones soberanas hacen es proteger el beneficio y los privilegios de unos pocos frente a las necesidades de la mayoría. En el planeta Tierra en el que hoy vivimos, la sostenibilidad no depende de la voluntad de un país o un pequeño grupo de países. O todos los países se ponen de acuerdo en construir una transición hacia la sostenibilidad o no seremos sostenibles.

La construcción social en el ámbito planetario ya no puede edificarse sobre el concepto tradicional de soberanía nacional. La democracia y en especial la socialdemocracia ya no pueden avanzar bajo el peso del concepto de la Nación-Soberana, especialmente cuando deben enfrentarse a la debacle ecológica que se avecina y de la que ya estamos percibiendo muestras inequívocas. No podemos dejar por más tiempo en manos de la Nación-Soberana el progreso del Planeta. La única alternativa es construir una federalización progresiva de naciones, en la que el poder y las responsabilidades se compartan entre el mayor número posible de comunidades democráticas. La pérdida de soberanía a nivel de nación se supera y compensa federalizando las naciones. La igualdad de responsabilidades y libertades dentro de la nación se consigue federalizando las comunidades de cada nación. Una España Federal en una Europa Federal, son el camino a seguir y un ejemplo que probablemente sería secundado por América, África y Asia.

El federalismo es a fecha de hoy la mejor manera de fortalecer a la ciudadanía y dotarle de medios y herramientas para gobernarse más allá de los poderes intimidatorios de las hoy hegemónicas Naciones-Soberanas. La protección de los intereses de todos los ciudadanos y de manera especial el precio, calidad y disponibilidad de los servicios, la protección del empleo y la sostenibilidad económica a largo plazo, sólo pueden garantizarse dentro de grandes acuerdos geopolíticos en los que el federalismo sea el sistema político básico.

A más federalismo más paz, menos paraísos fiscales, más cooperación y más justicia y libertad. Quizás el proyecto de “La paz perpetua” de Immnauel Kant (propuesto hace más de 200 años), se pueda lograr cuando el federalismo sea mayoritario en el mundo y cuando los humanos se planteen la paz y la sostenibilidad como un fin y un deber ineludibles.

Susana Alonso
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