El Villarreal subraya el ‘suspenso’ indiscutible de la temporada del primer equipo

Aunque Laporta y Xavi se empeñan en calificar como un éxito el subcampeonato, el relevo en el banquillo ha decepcionado en todos los frentes, incluida la necesidad de fichar “cracks” que marquen la diferencia

Xavi Hernández

La derrota en casa ante el Villarreal en la última jornada de la más triste temporada de los últimos años, sin un solo título, pero sobre todo sin disputar ninguno, sin alcanzar siquiera una semifinal, excepción hecha de la Supercopa de España que se disputa ahora en ese formato de clasificación previa. Igualmente, el Real Madrid eliminó al equipo de Xavi Hernández.

En la Liga nunca tuvo opciones y si las tuvo sólo fue cuando se produjo el relevo de entrenador, Xavi por Koeman, momento en que el Barça estuvo a ocho puntos del Real Madrid. Eso fue antes de ponerse líder y establecer muy pronto, ya con Xavi en el banquillo y con los refuerzos de invierno incorporados -hasta cuatro titulares- una distancia inalcanzable para el equipo azulgrana, finalmente segundo a 13 puntos del campeón blanco.

Mientras eso ocurría, el equipo no fue capaz de solucionar la segunda eliminatoria de Copa, tampoco el desafío de la Supercopa y mucho menos de ganar los octavos de final de la Champions cuando necesitaba ganar al Benfica o empatar en el Allianz Arena de Múnich. 

La posibilidad de ganar la Europa League se complicó por culpa de ese Talón de Aquiles en que se ha convertido el Camp Nou, donde no consiguió ganar ninguno de los partidos frente al Nápoles, el Galatasaray y el Eintracht Frankfurt.

El mensaje mediático, ahora rectificado, pasa por ese ‘aprobado’ con el que calificó Joan Laporta la temporada del primer equipo, según él y también según Xavi, habiendo conseguido ese meritorio objetivo de clasificar al equipo para la Champions League de la próxima temporada. 

También lo ha asumido de forma mayoritaria esa prensa, que no sólo se muestra especialmente servil con la presidencia y la gestión de la junta, obediente y entusiasta con cada paso dado en este inicio de mandato, no importa si es en dirección opuesta o hacia el abismo de forma directa. El lobby periodístico que envuelve al técnico de Terrassa ha realizado una exhibición desorbitada de ese exceso en el elogio y de una condescendencia que, finalmente, no le ha beneficiado ni a su trabajo ni al propio vestuario.

Primero porque que fue la prensa, contra el propio criterio del presidente, la que remó como nunca para facilitar la caída de Koeman, prácticamente desde el día de su llegada por tratarse de un fichaje de Josep Maria Bartomeu, y forzó el cambio de actitud de Laporta, porque no creía que Xavi estuviera preparado y porque, sobre todo, era el candidato postulado por Víctor Font. 

El ganador de las elecciones, por no tener no tenía ni plan para el banquillo, debió conformarse con celebrar tímidamente la Copa del Rey ganada por Koeman y rezar para que no completara el doblete de Copa y Liga, que casi estuvo a punto después de una excepcional remontada. Falló Laporta cuando se lo quiso cargar de cara a su primera temporada o bien calibró con acierto que sólo Koeman aceptaría sin llorar delante de la prensa y con sentido de club los golpes bajo de perder a Messi y Griezman inopinadamente a dos semanas de empezar la Liga.

Todo lo contrario de Xavi, que exigió inmediatamente refuerzos porque no se veía capaz de mejorar ‘con lo que había’ y que ahora, a los cinco minutos de perder el último partido de esta Liga, ya ha advertido, casi como una amenaza, que necesita mucho más. “Nos tenemos que reforzar muy bien y cambiar muchas cosas para optar a títulos el año que viene”, ha dicho.

A renglón seguido, los columnistas y redactores de ese espectro Xavi justificarán como sea las exigencias de un entrenador que, demasiado a menudo, ha culpado a sus jugadores de no saber cerrar los partidos, de no entender el juego de posición, de no salir con suficiente mentalidad, del mal estado de algún campo o de caer ante el Eintracht por culpa de una invasión de seguidores alemanes que ni siquiera les dejaba salir del hotel de concentración.

Incluso cuando Xavi, después de admitir su insuficiencia para sacarle más partido a su plantilla, se defendió argumentando que “esta es la realidad que tenemos y hay que aceptarla”, o sea la tesis idéntica a la de Koeman que lo llevó a la guillotina mediática, los medios desempolvaron que Xavi no podía luchar contra la herencia de la junta anterior. 

Xavi y su coro mediático, incluida una junta que tampoco tiene otra salida que encomendarse a su entrenador, se quedaron sin argumentos, indefensos ante el error de anticipar y vender como un éxito sin precedentes e imparables una racha de buen juego y mejores resultados que tuvo más que ver con la reinserción en el equipo de dos jugadores como Pedri y Dembélé, bajas de larga duración, que con una verdadero ‘milagro’ táctico. 

Una confusión fatal, precipitada sobre todo por culpa de un 0-4 en el Bernabéu, que tampoco reflejó la realidad del Madrid en un clásico metido entre una eliminatoria de Champions muy comprometida y afrontado por Carlo Ancelotti, su entrenador, con un colchón de puntos que se demostró más que suficiente para resistir la embestida azulgrana.

Los mismos que ahora celebran el subcampeonato como un éxito atribuible a la grandeza y el talento de Xavi aseguraron que el nuevo Barça, su Barça y no el del Koeman que ya era historia, estaba escribiendo la primera página de un nuevo ciclo a tiempo de dar la campanada en la Liga y capaz de todo en el resto de las competiciones.

El tiempo les demostró que tales expectativas eran completamente infundadas, un espejismo, el sueño de unas cuantas noches de invierno, que al final hubiera acabado en una nota de ‘aprobado’ si un Xavi excelso y todopoderoso hubiera luchado con las mismas armas que Koeman, o sea sin Alves, Ferran Torres, Adama y Aubemeyang, sin la confianza y el respaldo incondicional de la junta, del entorno y actuado bajo la presión de una crítica sangrante y continua de la prensa. Tampoco pudo contar el entrenador holandés con esa complicidad de los pesos pesados del vestuario.

No puede hablarse, por tanto, de una nota de aprobado sino de un suspenso en toda regla a la temporada del primer equipo como consecuencia de diferentes causas y responsabilidades que todos los protagonistas harían bien en asumir. De los errores se aprende siempre que se aprecien, detecten y corrijan. El riesgo de repetirlos y perpetuarlos sigue siendo elevado en el vestuario azulgrana. 

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