Los papeles de Villarejo apuntan a la verdadera ‘X’ del caso Rosell

La sucia trama extra-policial destapada esta semana confirma que se urdió una confabulación política y judicial en su contra. Solo falta desentrañar qué parte del entorno tóxico del Barça la promovió desde Catalunya.

Las revelaciones de esta semana sobre los orígenes de la persecución, caza, captura y prisión provisional contra Sandro Rosell han puesto de relieve el verdadero trasfondo político de un episodio turbio y tenebroso, urdido desde lo que se ha dado en llamar las ‘cloacas’ del Estado con el comisario José Manuel Villarejo en el centro de una serie de investigaciones y de actuaciones del todo irregulares, sin órdenes judiciales y basadas en las confidencias de los entornos enemigos de Rosell.

La información publicada por El Periódico de España desentraña una parte clave de cómo empezó todo dejando entrever, sobre todo el comunicado de Rosell emitido al hilo de esta información, que falta una ‘X’ por resolver, uno de esos misterios que probablemente el ex-presidente del FC Barcelona no dejará de perseguir e intentar demostrar mientras le queden fuerzas.

A saber, los enemigos y los muchos quebraderos de cabeza que se ganó indirectamente Rosell en los barrios bajos del Estado y luego en la judicatura comenzaron cuando fue incluido entre los líderes de ese soberanismo catalán que, aseguran, representaba el entonces presidente del FC Barcelona. 

Llama poderosamente la atención que mientras Joan Laporta, también como presidente del mismo club, actuó y enarboló la bandera de la independencia de Catalunya de un modo ostentoso y, como él mismo afirmaba, desacomplejado y público, participando con regularidad en actos exclusivamente políticos, nunca apareció sin embargo en las listas ni de Villarejo ni de nadie de esa ‘Operación Catalunya’ de la que Rosell sí acabó formando parte y pagando personalmente muy caras las consecuencias.

La razón es bien sencilla, Joan Laporta sí está protegido desde hace muchos años por otro tipo de poder, curiosamente también catalanista en apariencia, pero al mismo tiempo tan capaz de pactar y negociar con esa ‘cloaca’ nacional como de tener su propio margen de maniobra en ambas direcciones, sea para denunciar a los independentistas o para influir mediáticamente y políticamente en Madrid en todas direcciones.

No es casualidad que fuera Laporta y no Rosell el elegido desde mediados de los 90 como servidor y la cara pública de ese otro estado, el del nacional-pujolismo, en la batalla de fondo contra Josep Lluís Núñez, el otro presidente del Barça que también fue a dar con sus huesos en una celda por un delito y una condena que, muchos años después, ha sido reconocida también como absolutamente infundada y producto de otra casual y fatal cadena de errores procesales y judiciales.

Ambos presidentes, al igual que Josep Maria Bartomeu, que también ha pasado al menos una noche en el calabozo a instancias de una diligencia policial sin orden judicial, se han granjeado los mismos enemigos en reacción contraria a su modelo de gobierno del Barça, prioritariamente orientado a la defensa de los intereses del club y no de los personales o de ese entorno en el que inevitablemente acaban coincidiendo el propio aparato y altos cargos del Govern de la Generalitat, TV3 como ejecutor mediático de sus instrucciones, la prensa afín como lo fue en su tiempo el Grupo Zeta y ahora lo es el Grupo Godó, influencers mediáticos en forma de lobby que aglutina el fanatismo de quienes se hacen llamar Guardiolistas o Cruyffistas  y finalmente Mediapro, liderada por Jaume Roures. 

A este frente se han ido uniendo, cada vez con más fuerza, los movimientos sociales destacados del soberanismo como la Asamblea Nacional Catalana y Ómnium Cultural que, abiertamente, han conducido a sus afiliados en la dirección de ese neo-barcelonismo al que, por desgracia para el club, ha acabado liderando Joan Laporta hasta por dos veces.

Sandro Rosell, que nunca realizó proclamas ni reclamó la sublevación del somatén azulgrana del soberanismo, sí actuó conforme le dictaba el sentido común y la representatividad que le exigía, a su parecer, un cargo como el del presidente del FC Barcelona, histórica e indiscutiblemente catalanista. Por eso cedió las instalaciones del Camp Nou para el ‘Concert de la Llibertat’ y permitió que la Vía Catalana pasara también por el estadio azulgrana, gestos que le reprobó amargamente en su día uno de los jefazos de Villarejo como el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. 

Y aún cometió otra osadía menos visible pero igual de irritante para el poder económico, cuando permitió que en la camiseta azulgrana figurara la senyera en el interior del cuello. Aunque casi oculta, esa decisión molestó a Isidre Fainé, apóstol de LaCaixa cuando aún no era un banco y ejercía como el brazo económico de Barcelona.

Laporta podía, en cambio, visitar la tumba de Lluís Companys por la mañana y por la tarde decidir que no retiraba las medallas otorgadas por el FC Barcelona al Caudillo durante la Dictadura, decisión que sí tomó en su día Josep Maria Bartomeu.

Resultado de la confabulación que ahora empieza a ver la luz, contra Sandro Rosell se desató una hostilidad judicial que inicialmente cuajó en forma de querella por el fichaje de Neymar. Pasteleada entre el entorno laportista de siempre y sus contactos en el Palco del Bernabéu, claves para entender la proactividad y agresividad de la Abogacía y de la Fiscalìa del Estado, la propia Audiencia Nacional llegó a dictar un auto de juicio oral del caso pese a ser declarada finalmente incompetente.

Una barbaridad procesal que después se desató con una furia, obsesión y maldad judicial, probadas, en la sala de la jueza Carmen Lamela, en respuesta a una comisión rogatoria de Estados Unidos en la que parecían clamorosamente evidentes las actuaciones irregulares de Mediapro en Centroamérica por sobornos para conseguir derechos audiovisuales. Lamela ralentizó esa instrucción hasta paralizarla, en la práctica, mientras que se apresuró a encerrar a Rosell por el cobro, presunto, de unas comisiones por organizar partidos amistosos de la selección de Brasil.

Que Sandro Rosell fuera el propietario exclusivo y legal de esos derechos, que las sociedades afectadas, la Confederación Brasileña de Fútbol y la organizadora de esos amistosos, no sólo no se personaran en la causa como partes afectadas, sino que remitieran a Lamela escritos de plena satisfacción por la operación, y que el propio Rosell planteara una fianza en blanco pudieron sembrar la menor duda en una jueza que fue ‘recompensada’ con un ascenso de la Audiencia Nacional al Tribunal Supremo tras esa exhibición incalificable.

Esa deriva judicial, rigurosa hasta el exceso contra Rosell, estableciendo un récord de prisión provisional por un delito económico de esa magnitud, y al mismo tiempo blanda, laxa, lenta, superficial y descuidada con Mediapro sigue siendo aún una extraña singularidad, uno de esos misterios pendientes de resolver. 

Finalmente, en un juicio casi exprés porque la instrucción se derrumbó a los diez minutos de iniciarse, Rosell fue absuelto de todos los cargos. 

Mediapró, por su parte, aceptó pagar 19 millones por el conjunto de los delitos que figuraban en aquella comisión rogatoria promovida por una investigación del FBI contra la FIFA y su entorno mafioso.

Aunque Sandro Rosell no haga referencia explícita en sus declaraciones, el otro enigma colateral es el mínimo reflejo mediático del escándalo publicado por El Periódico de España, en Barcelona y también a nivel nacional. sobre el destape del origen oscuro, casi delictivo, de arbitrariedad policial y trama subpolítica en la sucia trastienda del arresto y posterior acoso carcelario sufrido por el ex-presidente.

Sin embargo, es verdad que una vez demostrada la inocencia de Rosell, ese famoso entorno barcelonista, enemigo frontal de determinados presidentes del Barça y de otros no, apenas dedicó a su absolución, como ahora a este nuevo giro del caso, ni el 0,5% de los titulares, columnas, reportajes y opiniones acusatorias que en su día prejuzgaron y proclamaron la culpabilidad de Rosell en los medios con un despliegue excepcionalmente generoso.

Incluso TV3, bajo la dirección de un amigo muy especial de Mediapro, Vicenç Sanchis, prefirió sacrificar a su jefe de Deportes antes que emitir en prime time un documental sobre la injusticia y el calvario vivido por Sandro Rosell. La ‘X’ del caso Rosell, si Villarejo quiere, la prensa se atreve y el entorno tóxico del Barça, el que hoy manda en el club, o sea, la autoridad competente, lo permite, está más de cerca de resolverse.

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